Sobrevivientes: historias que gritan Memoria, Verdad y Justicia

A 48 años del inicio de la última dictadura cívico-militar y en un nuevo aniversario del Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia, seis sobrevivientes hablaron con El1 en este nuevo informe especial.

La historia del país se tiñó de negro cuando el reloj marcó las 3.21 de aquel 24 de marzo de 1976. A esa hora, tras el derrocamiento del gobierno de María Estela Martínez de Perón (Isabel), la junta militar que tomaba las riendas del país emitió su primer comunicado a través de la Cadena Nacional. 48 años después, aquel evento se conmemora como el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia.

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento de las disposiciones y directivas que emanen de la autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones", rezaba el texto leído y firmado por el entonces teniente general del ejército, Jorge Rafael Videla, al que suscribieron Emilio Massera, número uno de la Armada y Orlando Agosti, comandante de la Fuerza Aérea.

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Desde ese momento ya nada sería igual. El fin de la democracia había llegado y con él la instauración de un gobierno de facto con eje en la violencia extrema y la persecución. También, la instalación de un modelo político económico que venía a desguazar el aparato productivo nacional. De la mano del ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz, se benefició al libre mercado con las importaciones, las multinacionales y los capitales foráneos. Esas fueron algunas de las medidas inmediatas que implementó la dictadura que se extendió entre marzo de 1976 y diciembre de 1983.

La dictadura persiguió, torturó y mató a muchos argentinos en lo que, luego, fueron conocidos como Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE). La triste y violenta versión argentina de los campos de concentración del nazismo. Fue en sintonía con el Plan Cóndor –la campaña de represión política y terrorismo de Estado que se gestó en Estados Unidos y se aplicó en América del sur con el fin de suprimir las ideas de izquierda o el pensamiento popular nacionalista-.

Centros clandestinos, habitáculos del horror

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Según la Comisión Provincial por la Memoria, “los centros clandestinos de detención se crearon para no dejar huellas de las desapariciones. Por ello, el conocimiento de la existencia de los CCDTyE sólo fue posible en un principio por el testimonio de los sobrevivientes, quienes comenzaron a realizar denuncias en el exterior y luego en las instancias judiciales que se fueron presentando en el país, en los juicios de Lesa Humanidad”.

Funcionaron en dependencias de las fuerzas armadas, de seguridad y policiales -bases militares, buques, comisarías, delegaciones policiales, unidades del servicio penitenciario, etc.-. Pero también en casas particulares, fábricas, hospitales y escuelas, entre otros. En este sentido, se manifiesta, también, la responsabilidad civil y empresarial que tuvo la represión ilegal. Hasta el momento, se han logrado identificar aproximadamente 807 sitios de represión y tortura en todo el país.

Los militares dividieron al país en zonas y subzonas. Por ejemplo, La Matanza pertenecía a la subzona 11. Mientras que municipios como Morón, Hurlingham, Merlo y Moreno formaban parte de la subzona 16.

En esos habitáculos del horror, se detuvo y torturó a muchos argentinos y, en la actualidad, continúan desaparecidos. Otros, pocos, sobrevivieron y, hoy, cuentan sus crudas historias que gritan memoria, verdad y justicia.

Delia Bisutti

El Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) “Sheraton” o “El Embudo” funcionó entre 1976 y 1978. Se encontraba en la esquina de las calles Quintana y Tapalqué, casi Ruta Nacional N° 3, a cuatro cuadras de la Avenida General Paz, en el interior de la entonces Subcomisaría de Villa Insuperable, actual comisaría de Lomas del Mirador.

Decenas de personas fueron detenidas y torturadas en el lugar, muchas de ellas aun están desaparecidas. Pero por el centro clandestino pasaron también, al menos, cuatro mujeres embarazadas, según el sitio maternidades clandestinas. Delia Bisutti fue una de ellas.

Delia nació el 31 de marzo de 1947. Estudió para ser maestra y, después, ingresó en la Universidad Nacional de Quilmes. Desde temprana edad tomó un papel activo en los sindicatos docentes como delegada sindical y militó en la juventud peronista.

El 9 de enero de 1977, con casi 30 años, la secuestraron por primera vez. Fueron agentes militares. “Salía de la pileta con amigos y me ‘levantaron’ en plena avenida Rivadavia, entre Ciudadela y Ramos Mejía. Me vendaron, pero por una abertura pude ver algunas características que, después, me permitirían reconocer el lugar”.

El Sheraton

Ese lugar al que hace referencia Delia era “El Sheraton”, llamado así por los represores porque, supuestamente, las condiciones de detención eran “mejores” y también por las personas “famosas” que habían estado en ese cautiverio, entre ellas, el escritor y guionista de historietas Héctor Germán Oesterheld, creador de El Eternauta.

Delia estuvo cuatro días detenida. Después, el 19 de agosto del mismo año, volvieron a secuestrarla, pero esta vez de la casa de los padres. La arrestaron frente a sus hijos, uno de ellos con tan solo meses de vida. La llevaron nuevamente al “Sheraton”.

“Cuando estaba saliendo de mi segundo secuestro escuché a un policía decir ‘decile a fulano que llame a tal número’. Memoricé ese número y cuando llegué a casa lo marqué y la voz del otro lado me dijo: ´subcomisaría de Villa Insuperable´”, recordó Delia de aquellos días lóbregos.

Y agregó con mucho dolor: “Durante el primer cautiverio yo estaba embarazada de seis meses de mi hija. A consecuencia de eso, de la violencia y los vejámenes, ella nació con distintas discapacidades y falleció a los diez años. Del segundo cautiverio lo que más recuerdo son las torturas con picana eléctrica”.

"Todo era terror, miedo y silencio"

Delia Bisutti

Entre los detenidos desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar figura Marcelo Castello, trabajador telefónico, delegado gremial, estudiante de Derecho y militante peronista. Era el esposo de Delia Bisutti, con quien tuvo dos hijos. “Ni siquiera pudimos saber dónde lo tuvieron ni dónde está su cuerpo. Por eso hoy integra la lista de los 30.000 desaparecidos”, contó con padecimiento.

Tras su liberación, Delia tuvo que volver a las inmediaciones del “Sheraton”, pero para ejercer la docencia. “Todo era terror, miedo y silencio, había que tener mucho cuidado con quien hablabas. De hecho, el presidente de la cooperadora de la escuela también era el presidente de la comisaría, por eso yo pude hablar de mi secuestro, de la desaparición de mi esposo y de la situación de mi hija, unos diez o 15 años después, una vez que pude superar el miedo y la angustia que implicaba todo eso”.

El tiempo pasó. La herida de la dictadura cívico- militar, sin embargo, quedó abierta. Sobre todo, en historias como la de Delia. Pese a ello, siguió adelante militando contra las políticas neoliberales del presente. “En la actualidad hablo de dictadura económica, porque realmente son los mismos planes”.

Margarita Sánchez Hernández

El Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio Puente 12, denominación que simplifica el nombre División Cuatrerismo1​ / Brigada Güemes por el lugar de su emplazamiento, estaba ubicado en la intersección de la Ruta Provincial N° 4 y la Autopista Riccheri, en Ciudad Evita. También se lo mencionaba como Omega. Funcionó entre 1974 y fines de diciembre de 1977.

En ese campo de concentración estuvo secuestrada y sufrió todo tipo de vejámenes Margarita Sánchez Hernández, desde el 18 de mayo de 1976 hasta el 30 del mismo mes. Pero su historia, como la de muchos otros que hoy continúan desaparecidos, empezó mucho antes.

“Yo trabajaba en las boleterías del Ferrocarril Belgrano Sur, junto a Carlos Alberto Fernández, que era mi jefe de personal, Jorge La Cioppa, que era un vecino mío aquí en Villa de Mayo, donde vivo hasta ahora, y Ana Rosa Nusbaum. Todos mis compañeros están desaparecidos”, comenzó su relato.

Puente 12

La sobreviviente tenía 23 años cuando la secuestraron en su oficina de trabajo. Desde los 18 empezó a militar en la Juventud Peronista, participar y ayudar en barrios de emergencia y bregar por la justicia social.

"Todos mis compañeros están desaparecidos".

Margarita Sánchez Hernández

“Me pusieron una capucha y me llevaron directamente a la sala de tortura”, agregó Margarita. A ella la torturaron en múltiples ocasiones y sufrió delitos en contra de su integridad sexual. Pensaba que estaba detenida en otro centro clandestino, como el Vesubio. Recién en 2005, tras las investigaciones de otros sobrevivientes y el avance de los juicios de lesa humanidad, supo que ese cartel que decía “Autopista Riccheri”, y esa tranquera que vio por el resquicio de su venda era, en realidad, “Puente 12”.

20 años necesitó Margarita para hablar de lo sucedido. Tal fue el daño dictatorial en su cuerpo, en su vida, en su subjetividad. Pese a ello, estudió para ser docente, tiene tres hijos y cinco nietos. “Ahora ya tengo 71 años, soy jubilada docente desde hace nueve años. Después de que me jubilé empecé a dar charlas en las escuelas y desde el 2005 integro la comisión (Vesubio-Puente 12). Puedo asegurar que es una de las cosas más lindas que me pasó porque ellos me acompañan y me contienen mucho, porque yo aparezco y desaparezco. Estoy agradecida de brindar mi testimonio, porque estas cosas se tienen que saber para no volver a repetir los mismos errores del pasado”.

Nieves Kanje

El centro clandestino de detención, tortura y exterminio “El Vesubio” funcionó entre marzo de 1976 y septiembre de 1978 en un predio que se encontraba bajo el control operativo del Comando Primer Cuerpo de Ejército, ubicado en Aldo Bonzi.

Según testimonios obrantes en el Archivo Nacional de la Memoria y en causas judiciales, en el lugar permanecieron secuestrados más de 1.500 hombres y mujeres perseguidos por su militancia política, social y sindical. Sin embargo, con la inminente visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), lo demolieron en 1979. En el lugar se encontraron escombros y rastros que reflejan su existencia. Ahora, se convirtió en un Espacio para la Memoria.

En ese sitio estuvo secuestrada Nieves Kanje, una maestra de 20 años de una escuela humilde de Villa Soldati a la que amenazaron con “pegarle un tiro” frente a sus alumnos si no se subía al “auto de los militares”.

El Vesubio

Nieves no sabe por qué la subieron a un auto encapuchada y la trasladaron al Vesubio el 18 de julio de 1978, en donde permaneció cautiva (y sufrió todo tipo de abusos) durante tres meses.

Luego, la trasladaron a la cárcel de Devoto. ¿La razón? Estaba embarazada. “Estuve ocho meses en Devoto. Cuando me secuestraron yo estaba embarazada de pocos días y tuve a mi bebé en esa cárcel, por suerte no me la sacaron”, le dijo a El1.

Recuerdo el hambre y el miedo, la sensación de estar todo el tiempo observada porque nosotros estábamos todos encapuchados y engrillados. Recuerdo los gritos de mis compañeros, los sigo escuchando hasta el día de hoy”, rememoró sobre esos días oscuros.

"Volví a luchar por un país con igualdad, equidad y justicia social".

Nieves Kanje

También hizo énfasis en la solidaridad de otros y otras detenidas, un compañerismo que superaba las cadenas y grilletes. “Siempre había una palabra de cariño y de aliento para aquel que la estaba pasando más mal que nosotros. Cuando nació mi hija me regalaron una sabanita y me enseñaron a cambiar a una bebé, yo era madre primeriza y no tenía experiencia para hacerlo. En el medio del horror siempre había amor”.

Según la sobreviviente, el desembarco de la CIDH el 6 de septiembre de 1979 fue clave para su liberación. “Necesitaban desalojar los centros. Creo que tuve un poco de suerte porque simplemente era una militante de base de 20 años”.

Como al resto de los sobrevivientes, la vuelta de la Democracia significó para Nieves un renacer, un momento de reconstrucción, de expresión y libertad. “Volví a luchar por los objetivos que yo había luchado antes que eran un país con igualdad, equidad y justicia social”, aseguró la docente, psicóloga y madre de dos hijas.

Norberto Liwski

La Brigada de Investigaciones de San Justo fue un centro clandestino que funcionó en una dependencia de la Policía de la Provincia (actual Delegación Departamental de Investigaciones DDI), ubicada en la calle Salta 2.450, en San Justo. El lugar tenía calabozos en la planta baja y tres habitaciones de la planta alta del edificio que se usaban como celdas.

Entre marzo de 1976 y agosto de 1978 pasaron por ese centro más de cien personas que pudieron ser identificadas. Entre los sobrevivientes de ese centro estuvo el médico pediatra social, docente universitario y referente de los DD.HH. Norberto Liwski.

Los años previos a aquel 24 de marzo de 1976, Liwski se desempeñaba en el Hospital de Morón. Sin embargo, su compromiso y ética laboral lo condujeron a La Matanza.

Los militares fueron a buscar Norberto en más de una oportunidad. Destruyeron el centro de salud en el que trabajaba, se llevaron secuestrada a la presidenta de la comisión de madres y mataron a un delegado barrial. Sin embargo, el médico pediatra continuó involucrándose. “Nunca dejé de atender a mis pacientes. Buscaba una forma u otra, iba de noche, a las 5 de la mañana. Tomaba algunos resguardos con los vecinos que me buscaban para atender. Nunca dejé de estar”, contó.

El 5 de abril de 1978 regresaba en el colectivo 86 al departamento de Caballito donde vivía momentáneamente junto a su familia, a Norberto. Cuando llegó a su casa, lo sorprendieron varios agentes de policía de civil. Se defendió con lo que pudo: portafolio de médico, el estetoscopio, pantoscopio y un recetario. La respuesta de los oficiales fue exacerbar la violencia: un policía, de apellido García, le dio dos disparos en las piernas. Estando baleado, lo secuestraron y detuvieron.

Brigada de San Justo

El destino del horror fue la Brigada de San Justo. Norberto, conocedor de La Matanza como pocos pese a su estado de salud, siempre supo que estaba en su territorio. “Sabia que estaba en La Matanza, Estaba tirado en el piso de un Ford falcon, pero sabía a dónde íbamos…. Y me llevaron directamente a una mesa de tortura”.

“La primera voz que se dirigió a mí era de un ‘colega’. Me dijo: ‘No se resista, está con heridas importantes, perdiendo mucha sangre. Es mejor que colabore’. Ese médico, Jorge Vidal, era de la zona, trabajaba en el Hospital de Laferrere. Fue sentenciando por crímenes de lesa humanidad ya que es un agravante mayor poner el ejercicio de la profesión médica al servicio de la destrucción humana”, sumó con bronca y repugnancia.

"Me llevaron directamente a una mesa de tortura".

Norberto Liwski

Norberto, cercano al padre Carlos Mugica (fundador del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y asesinado por la Triple A en 1974), estuvo detenido hasta 1982 y pasó por la Brigada de San Justo, la comisaría de Gregorio de Laferrere y la cárcel de Villa Devoto.

“Todo el comportamiento represivo de la dictadura fue ilegal. Tenerte preso sin causa ni proceso es una ilegalidad a la cual se le puede considerar un atenuante, porque las familias podían visitar la cárcel. Pero hubo compañeros a quienes secuestraron desde la cárcel y nunca más aparecieron”, recordó.

El rol de Liwski fue clave para el desarrollo de los juicios de lesa humanidad. Su testimonio, registrado en el Nunca Más, su relato exacto, con fechas precisas de nacimientos, torturas físicas, psicológicas y morales y nombres de los responsables de las apropiaciones, deja en claro la magnitud del Plan Cóndor y del terror dictatorial.

Con el estetoscopio en una mano y la bandera del “Nunca Más”, Norberto perseveró. Siguió trabajando junto a los que menos tienen, ya sea desde la docencia como desde el ámbito de la salud. Volvió a La Matanza y continúo bregando por la justicia social, los derechos humanos y la memoria.

“La dictadura no solo dejó 30.000 desaparecidos y 400 niños secuestrados y miles de presos políticos y exiliados. También, había dejado profundos rastros en la salud del pueblo, la niñez fue abandonada absolutamente y la pobreza había crecido. No se podía ser indiferente. Ya no”, cerró.

Oscar Arquez

La Brigada Aérea VII es una dependencia de la Fuerza Aérea. Está ubicada en el partido de Moreno, donde funcionó un centro clandestino de detención entre 1976 y 1983. Según testimonios en el Archivo Nacional de la Memoria y en causas judiciales, allí permanecieron secuestrados y sometieron a torturas decenas de militantes políticos. Luego los trasladaban a distintos centros clandestinos de detención y, posteriormente, los liberaban o los desaparecían. Uno de ellos es Oscar Walter Arquez.

Oscar nació en Morón en 1956. Era hijo de un electricista y una ama de casa, y tenía cuatro hermanos. Tres eran mujeres y uno era varón. Este, igual que Oscar, fue preso político y lo liberaron en 1983.

“La madrugada del 17 de septiembre de 1976 se presentó la Fuerza Aérea en mi casa y nos llevaron junto a mi hermano. Yo militaba en Montoneros y él en el Partido Revolucionario de los Trabajadores”, recuerda Oscar, quien permaneció 62 días cautivo.

Brigada Aérea VII

“Pasé por varios centros clandestinos: estuve en la Séptima Brigada de Morón, en Mansión Seré, en la comisaría 3° de Castelar, en la Superintendencia de Seguridad Federal, y en el Vesubio, donde finalmente me liberaron”, contó.

Oscar recuerda “la tristeza, el dolor y el sufrimiento” que padeció durante esos 62 días. “Escuchar los tormentos de las torturas, los gritos de los compañeros pidiendo que los maten para terminar con ese sufrimiento es algo que uno no se olvida nunca más”, expresó.

Sin embargo, resalta que “la moral revolucionaria” tuvo un rol preponderante para soportar la tortura: “El amor que uno sentía en ese momento por los compañeros y compañeras fue lo que me hizo aguantar”, manifestó Oscar.

"Ese sufrimiento es algo que uno no se olvida nunca más".

Oscar Walter Arquez

“Estando en cautiverio pensaba en mi novia. Ella no era militante y yo tenía mucho miedo por ella. Gracias a Dios no le pasó nada, y hoy estamos próximos a cumplir 50 años de casados”, recuerda con una sonrisa.

Una madrugada, a Oscar los subieron al baúl de un auto y lo liberaron en Capital Federal. Hasta el día de hoy, se pregunta por qué quedó en libertad: “Es algo que me atormenta muchísimo”, asegura.

Sin embargo, reflexiona: “No es casualidad que en toda la masacre siempre haya sobrevivientes. Yo creo que los milicos necesitaban que estemos nosotros para poder comentar lo que era un centro clandestino, lo que eran las torturas, lo que se sufría sobreviviendo”.

A 48 años de su secuestro y posterior liberación, Oscar insiste en la importancia de mantener viva la memoria y reclamar justicia. “Cuando nos cruzamos a los milicos en los pasillos de Tribunales, ni siquiera queremos venganza, nuestra satisfacción es verlos sentados en el banquillo de los acusados: solo buscamos justicia”, afirmó.

Rubén Wladimiro Milstein

La Mansión Seré fue un centro clandestino de detención que funcionó en el periodo comprendido entre 1976 y 1978, durante el gobierno de facto. Era una casona de estancia de dos pisos, con sótano y techo a cuatro aguas, ubicada en la Calle Blas Parera en el límite entre las localidades de Castelar e Ituzaingó.

La Mansión Seré formaba parte del circuito represivo de la zona Oeste (Morón, Merlo, Moreno) conformado por un total de 15 centros de detención clandestinos. Allí estuvo 35 días secuestrado Rubén Wladimiro Milstein.

Oriundo del partido de Morón, militante del Partido Comunista desde los 14 años, casado, con un hijo de un año y otro en camino, a Rubén lo “chuparon” de la fábrica donde trabajaba.

Mansión Seré

El 24 de marzo de 1977, Rubén tenía 30 años cuando lo fueron a buscar a la curtiembre Cidec de Hurlingham, donde se desempeñaba como obrero mecánico, mientras peleaba por un aumento salarial.

“Los jefes de personal de las empresas entregaban la lista de la gente”, aseguró Rubén, quien prefiere reemplazar el término “sobreviviente”- al que considera peyorativo- por “preso político”. “Nosotros fuimos secuestrados, no hubo ni un solo detenido entre los 30 mil”, explicó.

Rubén recuerda que durante su secuestro comió una sola vez, ravioles. Y que otro día les llevaron facturas: “Era un domingo que nos sacaron al balcón, nos trajeron una pava con mate y facturas de una panadería de Merlo”, detalló.

De sus días en el “campo de concentración”- así llama a la Mansión Seré- resaltó que solo pensaba en su familia, más precisamente en Pablo, su pequeño hijo, y aseguró: “No quería que se me borrara su cara”.

"Tenemos que luchar por la memoria, para que no vuelva a suceder".

Rubén Wladimiro Milstein

Rubén sostiene que la dictadura no fue meramente militar, sino que hay que recordar también a los responsables “civiles y económicos”. “Las grandes corporaciones usaron a los militares, los ideologizaron y los financiaron. Quien en realidad presidía la Nación era Martínez de Hoz, Videla mataba a la gente”, afirma.

A Rubén lo liberaron en un descampado camino a Bellavista el 27 de abril de 1977 y lo primero que hizo fue dirigirse a la fábrica donde trabajaba. “Me largaron para que yo cuente lo que nos hacían. Ellos querían sembrar el terror”, manifestó.

“Por este motivo, siempre me negué a hablar de la tortura. Nosotros tenemos que luchar por la memoria para que no vuelva a suceder”, cerró.

Textos y producción periodística: Jonathan Amarilla y María Clara Arias

Infografía dinámica: Ignacio Sánchez

Edición general: Laura Villafañe y Andrea Luzuriaga

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Producción y realización: Virginia Libonati, Agustina Seyler, Alejandro Correa y Marina Durand

Edición: Natalia Escalante