“Los llanos”, el encanto de una historia simple y profunda

Federico Falco narró la historia de un escritor que, tras romper con su pareja, se muda al campo para rearmar su vida y se empeña en hacer una huerta, pese a las hormigas impiadosas. La novela fue finalista del Premio Herralde 2020 y es una de las obras clave de la literatura argentina actual.

Hay libros que sorprenden desde la primera línea y hacen que el lector se quede prendado hasta el final, encandilado por el arte de un hechicero. Eso sucede con “Los llanos” de Federico Falco, el escritor nacido hace 47 años en General Cabrera, provincia de Córdoba.

El autor, considerado como una de las grandes plumas argentinas de la actualidad, hace honor al título de su obra al escribir de manera directa, llana. Y para eso apela a descripciones minuciosas de paisajes y emociones.

Falco cuenta la historia, quizá en tono autobiográfico, de un hombre que rompe una relación amorosa y se muda de la ciudad a un pueblo del Interior bonaerense. La llanura campea. Su entorno está vacío, pero aparecen personajes por momentos extraños, por momentos cercanos.

Hay un terreno baldío y el protagonista se empeña en que se convierta en una huerta prolífica. A la par de sus relatos personales sobre su papá y la sombra de la pareja perdida, abundan las vicisitudes del horticultor empecinado en convertir una tierra yerba en un vergel.  

Entonces, se leen nociones para cultivar tal o cual fruto y asoma la tiranía del clima, que acompasará cierta ansiedad para ver todo florecido. Porque la naturaleza tiene sus tiempos y caprichos. Habrá que insistir y volver a sembrar con la esperanza de que esta vez la semilla llegue a florecer. Es la vida. 

Falco escribe textos breves, que son como grageas o semillas. El tono es un murmullo, el murmullo de la pampa lineal y solitaria. 

“El personaje está haciendo un duelo amoroso y de un futuro que se le desarmó. Trato de contar cómo es la vida en el campo, la crisis vital de un hombre que piensa cómo rearmar su vida. Para lograrlo se apoya en el hacer, en cultivar la tierra”, dijo Falco en una entrevista a la página de la Feria Internacional de lectura de Yucatán.

Además, Falco agregó que el protagonista sufre una crisis de escritura. La famosa página en blanco. Y afronta la tarea de recuperar el pulso con apuntes breves. Las palabras tardan en madurar como una planta.   

El escritor reparte su vida entre el campo y la ciudad de Buenos Aires. Ambos sitos le resultan amables. Vivió en el pueblo de Zapiola y en Traslasierra, entre otros lugares. Para hablar de la pampa releyó varios autores. Entonces volvió a Osvaldo Aguirre, Antonio Di Benedetto, Juan José Saer, Guillermo Hudson y Domingo Faustino Sarmiento.

Los capítulos se identifican según los meses del año. “Enero. En la ciudad se pierde la noción de las horas del día, del paso del tiempo. En el campo eso es imposible”. Falco hace que los sonidos de la tierra, los colores del cielo y las minuciosas hormigas que se comen la acelga cobren dimensiones fuertes como la personalidad del padre, tan presente en la trama.

Posdata: con las disculpas del caso por hablar de uno mismo, leí “Los llanos” en un viaje en micro a Merlo, San Luis. Al levantar la vista por la ventanilla se recortaban campos sembrados, algunas estribaciones y casas solitarias a la vera de la ruta. Casi un calco de lo que decía el libro, o viceversa.

Por Daniel Artola