¿Por qué no se borran (fácilmente) los tatuajes?

Los dibujos grabados en la piel forman parte de una práctica que existe desde hace siglos y que muchos aun no comprenden.

El tatuaje más antiguo registrado lo lleva una momia peruana y data del año 6.000 antes de Cristo. Aunque se trata de una práctica milenaria y a lo largo de la historia se han usado distintos métodos para tatuar, muchas personas aun se preguntan: ¿por qué los tatuajes no se borran?

Hoy en día, los tatuajes tienen infinitos colores, formas y tamaños, pero cuál es la ciencia detrás de este arte que cada vez se ve reflejado en más pieles. La realidad es que el pigmento del tatuaje es más profundo que la capa externa de la piel: las agujas perforan la epidermis y la tinta se inyecta en la dermis, una capa aun más profunda. De esta manera, el cuerpo genera una alerta y comienza un proceso inflamatorio que llama a las células inmunitarias para que reparen la piel. A través de este proceso, los tatuajes logran su cometido: ser permanentes e irreversibles en la piel.

Sin embargo, gracias a los avances de la ciencia, es posible borrarlos a través de un láser que rompe los glóbulos de tinta en partículas pequeñas que son eliminadas por células macrófagas, un tipo de glóbulo blanco que rodea los microorganismos, los destruye, extrae las células muertas y estimula la acción de otras del sistema inmunitario. Por lo tanto, en caso de arrepentirse por un desafortunado tatuaje, afortunadamente, existe una solución.