Cómo se relacionan la salud mental, las drogas y las adicciones

Tras el escándalo con la comunidad terapéutica “Razón de Vivir”, Giancarlo Quadrizzi, Lic. en Psicología, explicó la relación entre las temáticas de salud mental, el consumo problemático de drogas y los prejuicios sociales, del Estado e intrafamiliares que existen al respecto.

Por Giancarlo Quadrizzi*

Vivimos en un contexto en el que el consumo problemático y las adicciones no están instalados en su totalidad en el campo de la salud ni se tratan como problemas de la salud. El resultado es una serie de alternativas que, lejos de ser saludables y de reproducir modelos de salud aceptados y reconocidos, reproducen modelos de seguridad.

SEDRONAR, “Secretaría de Drogas y Narcotráfico”. ¿Qué hacen juntos la droga y el narcotráfico? La tensión de los problemas de salud tiene que estar en manos de efectores de la salud y los problemas de narcotráfico deben estar en poder de efectores de seguridad. Cuando esto se confunde, se generan dispositivos de control que actúan casi como cárceles.

El dispositivo de uso es el mismo: encierro por situación penal, de consumo, de temas psiquiátricos o de edad, como un geriátrico. Estos cumplen la lógica de instituciones cerradas que nos sacan el problema de la vista, lo aíslan y nos dan un gran alivio, porque no lo vemos. Sin embargo, la persona que está viviendo en esos espacios sí lo ve y, luego, esa persona sale y sigue teniendo ese problema.

El problema es que se considera que la persona está rompiendo toda la dinámica familiar, pero realmente lo que hace es poner en tensión las conflictividades que la familia no pudo transformar y resolver, y que lo hizo concentrando los problemas en una persona sin poder ver, por ejemplo, de dónde sacó el dinero para comprar drogas o qué conductas tuvo la persona o la familia.

Entonces, hablamos de que el consumo problemático se da porque el individuo afectado es el que tiene la capacidad de hacer visibles los conflictos intrafamiliares, por lo que la situación debe ser tratada transformando el sistema familiar, comunitario y social. De lo contrario, se creerá que el problema, únicamente, era la adicción.

Es entendible que las personas quieran tener este tipo de soluciones que prometen ser rápidas, que prometen ser sumamente eficaces, pero que no ponen en la perspectiva a largo plazo qué va a hacer esta persona una vez que salga de la comunidad. Entonces, es muy importante que, aunque estemos desesperados, busquemos soluciones en lugares que puedan definir el problema y nos ayuden a resolverlo, y no en lugares que nos prometen sacarnos el problema de encima.

Muchas veces sucede que estas comunidades, en vez de denominarse como “centro de tratamiento”, se conocen como “granja”. Uno puede ir a cultivar cosas, y no es que no esté bueno cultivar plantas, cuidar animales o el contacto con la naturaleza. Pero, si eso está hecho con fines terapéuticos, debe tener a alguien que tenga habilidades terapéuticas certificadas en un lugar que esté habilitado.

La responsabilidad del Estado en estos casos es indelegable, porque tiene la tarea de hacer que se cumpla la ley. Pero los ciudadanos tenemos la responsabilidad de saber dónde estamos parados, qué hacemos, y de exigirles a las autoridades lo que tenemos que exigir. En este caso, lo que hace falta es que se cumpla con la Ley de Salud Mental como está escrita. Porque el problema no es cómo está escrita la Ley, sino que no está siendo cumplida en su integridad.

Por eso es que las alternativas que no son legales comienzan a tomar su curso, y se producen estos problemas donde comunidades terapéuticas no son tan terapéuticas y tampoco son tan comunidades, en la medida en que pierden factores esenciales de una sociedad de este estilo, como la reciprocidad, la responsabilidad, la historia compartida, las cosas que efectivamente construye una comunidad. En estos casos, el apoyo de otras personas es fundamental: personas que no tienen profesiones de las disciplinas de las ciencias de la salud pero que tienen conocimientos específicos para algún tramo de los problemas que se producen, siempre y cuando sepan cuál es su rol, y tengan otro profesional que los acompañe.

Cuando entendamos todo esto, será posible que la salud mental sea considerada, justamente, como salud mental y no como una patología mental sobre la que se debe intervenir con la mayor tecnología posible como fármacos e institucionalidades, sino con diálogos, diálogos profesionales, abiertos y responsables que acompañen a la persona y le permitan desarrollar la capacidad de tener el control y conocimiento sobre las recomendaciones de quienes deben acompañarlos.

*Psicólogo