Un Papa en La Matanza: el día que San Juan Pablo II visitó el Mercado Central

El recuerdo del paso del Sumo Pontífice por el Mercado Central en 1987, cuando habló ante más de 300.00 fieles, en su mayoría jóvenes trabajadores.

El 10 de abril de 1987, el Sumo Pontífice presidió un acto con trabajadores en el Mercado Central. El encuentro fue incorporado a último momento; no estaba en la agenda oficial. El obispo de San Justo, monseñor Rodolfo Bufano, intercedió ante las autoridades vaticanas para conseguir que su sueño se hiciese realidad. Era la segunda visita al país de Juan Pablo II, el Papa nacido en Polonia en 1920 y fallecido en la ciudad del Vaticano en 2005; había estado en Buenos Aires en plena Guerra de Malvinas cinco años antes.

“No”

Fue la palabra que escuchó monseñor Rodolfo Bufano de parte de un alto superior cuando propuso que Juan Pablo II participara de un encuentro con trabajadores en La Matanza. Era 1987 y el Sumo Pontífice se disponía a visitar por segunda vez la Argentina. La agenda de actividades estaba cerrada, no entraba nada más.

El Papa con el obispo de San Justo Rodolfo Bufano.

Pero Bufano no se dio por vencido ni aún vencido e insistió en esa propuesta que lo ilusionaba. Hombre de fe al fin, el obispo de San Justo se encomendó a todos los santos para lograr que “el Papa viajero” pisara el suelo matancero.

Antes del arribo de San Juan Pablo II, el nuncio apostólico en Argentina, Ubaldo Calabresi, había disuadido la realización de una misa. El Papa ya tenía acordadas las actividades y viajes que desarrollaría desde el 6 de abril y durante seis días.

“Bufano habló con el asistente de Calabresi, quien le sugirió que le comenten al secretario del Papa que eran admiradores de Lech Walesa”, recuerda el conductor de radio y televisión Ricardo Guazzardi, por entonces colaborador de monseñor Bufano.

“Walesa”

Fue la palabra clave que sirvió de llave para abrir la posibilidad de ver al Papamóvil por la Autopista Ricchieri con su ilustrísimo pasajero.

Lech Walesa era en ese momento el líder del sindicato Solidaridad, la primera organización obrera libre de Polonia y opositora al régimen que respondía al yugo de la Unión Soviética.

El dirigente sindical había armado una relación estrecha con su compatriota que era el sucesor de Pedro. Walesa se había convertido en un emblema de la lucha por la libertad de su país contra el régimen comunista. Años después, llegaría a ser presidente de Polonia, tras el derrumbe del bloque soviético, y reconocido con el Premio Nobel de la Paz. Entonces, mentar la figura de Walesa podría servir para ablandar los férreos muros del protocolo papal.

El dirigente Lech Walesa, amigo de Juan Pablo II, fue clave para conseguir que el Papa visitara La Matanza.

“Fuimos a buscarlo (a Juan Pablo II) a Ezeiza con 40 obispos. Recuerdo que era un hombre activo que caminaba con una movilidad sorprendente. Un Papa peregrino, que realizó un montón de viajes. Llegó a Ezeiza (N de la R: luego de visitar Uruguay y Chile) e hizo un saludo. Yo tuve la posibilidad de entrometerme. Tenía un aura increíble. Veníamos de Ezeiza y el 80 por ciento de la autopista Riccheri estaba colmada de gente que lo veía en el Papamóvil. Me costó horrores tirarme con el auto a la derecha para tomar para el obispado de San Justo, detalló Guazzardi desde el otro lado del celular. La emoción embargaba a todo el mundo, pero todavía la misa de San Juan Pablo II estaba en el aire.

"Tenía un aura increíble".

Ricardo Guazzardi, locutor.

Monseñor Piero Marini era el secretario papal y Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias. La sombra del Papa. Marini escuchó la propuesta y la rechazó. Bufano no se quedó quieto. Se acordó de Walesa. “Bufano le dijo a Marini que yo era un amigo que conoce la realidad social”, contó Guazzardi, que de pronto se vio dialogando con el señor “No”. Según el locutor y periodista, le habló de la actualidad política y social, y de Lech Walesa. “Marini asentía mientras tomaba té verde. Era un hombre asequible, muy cordial”, lo describió. La charla terminó sin definiciones.

“Al otro día Búfano me avisó que habían aceptado la propuesta”, remató Guazzardi la escena. Según parece, el santo y seña de Walesa había funcionado.

Pero monseñor Bufano no había dicho a donde se llevaría a cabo el acto, pese a que ya había elegido al Mercado Central para asegurar la presencia de trabajadores. La visita papal se dio en un contexto interno de tensión entre el gobierno radical y la CGT por la situación económica.

Mercado Central de Buenos Aires, ubicado en la Autopista Richeri y Boulogne Sur Mer, en la localidad de Tapiales.

Al fin de cuentas, no se celebró una  misa pero si se vivió un encuentro que sirvió para que Juan Pablo II les hablara a los trabajadores.

Inmediatamente se montó un escenario lo suficientemente elevado para que el Papa, afecto a acercarse a la gente, estuviera a resguardo.

En medio de los preparativos, alguien pidió un sillón para su Santidad. "¡Un sillón! ¿Dónde conseguirlo? Dos empresarios de una importante empresa de La Matanza escucharon la propuesta que les llevé y se volvieron locos; hicieron el sillón como para un príncipe en 48 horas”, recordó el entrevistado. Luego, el sillón de Juan Pablo II fue llevado al obispado de San Justo.

Llegó el día

El 10 de abril de 1987 se concretó el sueño de monseñor Bufano, fallecido en 1990. Juan Pablo II llegó al Mercado Central en medio de un operativo de seguridad sin precedentes y con 300 mil espectadores, según la prensa de la época, que colmaron las instalaciones y sus alrededores. 

“Bienvenido, bienvenido en nombre del Señor”, cantaba la multitud la canción oficial de la visita papal, compuesta por Julián Mandriotti  y Leandro Mauro.

Dirigentes invitados

Saúl Ubaldini, secretario general de la CGT, leyó una oración en el acto.

En el acto habló Juan Pablo II y en representación de los trabajadores, el líder de la CGT Saúl Ubaldini. “La noche anterior Ubaldini vino a San Justo y Bufano le dijo ‘vos sos consciente de la confianza que yo te tengo y de lo que vas a decir mañana. Te pido por favor’. En el discurso no se refirió a Alfonsín. Ubaldini lloraba”, repasó  Guazzardi, quien fue el locutor del acto junto a Antonio Carrizo.

El papamóvil ingresó por el lado de atrás del escenario. Y luego el Papa y monseñor Bufano fueron a rezar a una especie de capilla que se había construido en su homenaje, donación de un empresario.

“Yo quedé adelante, y veo venir a Juan Pablo, le agarré las dos manos y le dije ‘Bienvenido’, sonrió, y se sentó en el sillón. Antonio en el micrófono, Ubaldini al lado y Bufano me ordenó que arrancara. Hice la parte eclesiástica y de protocolo. Y los muchachos con el bombo. Bufano me dice que los calme y ahí me di cuenta que tenía que hablar (Antonio) Carrizo”, rememora Guazzardi. 

San Juan Pablo II les habló a los trabajadores y al público en general que había llegado desde distintos puntos del distrito y de la Provincia.

El saludo entre Juan Pablo II y Saúl Ubaldini quien estuvo en el acto en representación de los trabajadores.

“Algunos pretenden que el único móvil de vuestra vida sea el dinero y el consumo; si se dejan polarizar exclusivamente por esta motivación, se incapacitan para descubrir el gran contenido de realización personal y de servicio que encierra su labor profesional”, exhortó el Papa ante la gente que lo aclamaba.

Además, en su alocución pidió por la distribución equitativa de los alimentos y rogó para que no haya mezquindades entre los trabajadores.

De izquierda a derecha: María Julia Alsogaray, quien en ese momento era diputada; el ministro de Trabajo Carlos Alderete y el legendario Antonio Cafiero, por entonces diputado.

A su turno, el obispo de San Justo, monseñor Bufano, destacó la encíclica Laboren Exercen donde se expresa que “la clave esencial de toda cuestión social es el trabajo humano”.

Destacó la presencia de pontífice en el lugar donde “se acopian los frutos de la tierra y del trabajo de los hombres”, en alusión al ente concentrador de alimentos.

Además, se anunció la creación en la diócesis del Instituto de Estudios Sociales Juan Pablo II para contribuir a la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia.

Asistieron al acto el gobernador Alejandro Armendáriz, el dirigente peronista Antonio Cafiero, María Julia Alsogaray y el flamante ministro de Trabajo de la Nación, Carlos Alderete.   

Una marea humana

Había tanta gente que no alcanzaba la mirada para abarcar a esa marea humana conmovida por la presencia del “mensajero de la paz”.

“Yo me daba vuelta y era imposible saber dónde terminaba la muchedumbre”, recordó con entusiasmo Salvador Crave, vecino de Haedo, que fue con su amigo el padre Raúl Trotz de Morón. “Teníamos invitaciones especiales para ingresar a un lugar privilegiado con asientos, pero no pudimos acercarnos al altar porque estaba a tres o cuatro metros de altura”, contó.

"Era imposible saber dónde terminaba la muchedumbre"

Salvador Cravé, vecino de Haedo.

Llegó al predio cerca del mediodía y se sorprendió por la cantidad de efectivos de seguridad que había por todos lados. “Nunca vi un operativo tan bien organizado”. La historia de Salvador y su vínculo con la visita papal se remonta al año anterior cuando una simple gauchada se convirtió en un momento revelador y anticipatorio.

Miles de feligreses y trabajadores se movilizaron para recibir al Papa en el Mercado Central, una "marea de gente".

“El padre Raúl me pidió el favor de ir a buscar al nuncio apostólico a la sede de la Nunciatura para llevarlo a Morón con motivo de la festividad de la Virgen”. Entonces Salvador y un amigo fueron por el monseñor Ubaldo Calabresi. Luego de andar un rato en el auto sin decir palabra, el representante del Papa miró por la ventanilla y les habló a sus acompañantes: “Estamos andando por la avenida 9 de Julio y aunque ustedes no son periodistas les voy a dar una primicia: el Papa visitará la Argentina”.

El chofer y su acompañante no podían salir del asombro y quisieron saber más detalles. El religioso fue escueto. “Será en los primeros meses del año que viene”. Salvador y su amigo llegaron a Morón con el enviado del Vaticano. Luego de la celebración religiosa le comentaron al padre Raúl la novedad  y “no lo podía creer”.

Otra de las personas que fue testigo del encuentro de San Juan Pablo II en el Mercado Central es el presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza (APDH), Pablo Pimentel. “Nos encontramos con amigos de distintos sectores políticos, el recuerdo fue muy bueno y había gente por todos lados”, evocó el militante social, al tiempo que afirmó que Karol Wojtyla, tal el nombre verdadero del Papa, marcó con un sello personal su papado. Además, se refirió al antecesor, Juan Pablo I, muerto en dudosas circunstancias 33 días después de haber sido consagrado Jefe de Iglesia de Roma. “A él lo mataron las fuerzas conservadoras del Vaticano, porque era un verdadero revolucionario”, sentenció.  

Los feligreses de las  comunidades parroquiales se movilizaron en grande para manifestar su devoción. Tal el caso de Héctor Franco, vecino de Villa Constructora, que revivió esos momentos como si no hubiese pasado el tiempo. “Llevé la virgen de la iglesia Nuestra Señora de Luján arriba del portaequipaje del auto. Fuimos con el padre Cacabelo desde Villa Constructora y estuvimos al ladito del Papa. Sentí la emoción de estar al lado de un santo. Le cantamos canciones que preparamos especialmente”, rememoró el hombre ligado a los medios de comunicación.

"Sentí la emoción de estar al lado de un santo".

Héctor Franco, vecino de Villa Constructora.

Durante su estadía en el país, que duró una semana, el Papa visitó, además de Buenos Aires, Tucumán, Bahía Blanca, Viedma, Mendoza, Córdoba, Salta, Paraná y Rosario. Cerró su recorrido de nuevo en Buenos Aires. Fue recibido en la Casa Rosada y saludó desde el balcón histórico y coronó su viaje con una misa de la juventud en la avenida 9 de Julio donde no cabía ni un alma.

El Sumo Pontífice ya se había marchado de estas tierras el 12 de abril, en plena Semana Santa. El espíritu de fraternidad y paz insuflado por el Santo Padre duró poco, ya que el 16 de abril comenzó una asonada militar, que gracias a Dios, no prosperó. Pero esa es otra historia, no santa, por cierto.

Producción y texto: Daniel Artola