El barrio La Nueva Unión, por dentro: cómo es vivir al borde del desalojo

Más de 700 familias, la mayoría de ellas con niños, se encuentran en el predio ubicado en Rafael Castillo. Casi todas tienen un factor en común, de acuerdo a lo que ellas mismas relatan: tuvieron que irse allí porque no podían seguir pagando el alquiler de sus viviendas.

Después de que la Justicia ratificara la orden de desalojo para quienes están viviendo en el predio de Rafael Castillo hace más de ocho años, El1 Digital se acercó al barrio La Nueva Unión para ver cómo es el día a día de las 700 familias que conviven con el anuncio de ser expulsadas en cualquier momento. “Lo que tenemos en mente, porque ya hemos tenido varias mesas de diálogo tanto con la Nación, como con la Provincia y el Municipio, es que ellos se apropien de la tierra para que nos salgan de garantía. Somos gente humilde y por ahora no tenemos como comprar un terreno de contado ni garantes. Lo que pretendemos es que nos den la posibilidad de poder pagar por los terrenos”, definió el delegado del barrio, Edgardo Leonardi, en diálogo con este medio.

En ese sentido, detalló que el lugar estuvo más de 30 años abandonado: “Nosotros hicimos planos con los más de 40 delegados que estamos trabajando en el lugar tratando de hacer un barrio bien, respetando las calles y todo lo que es necesario, pero no tenemos respuestas a nuestro pedido (por la tierra para establecer viviendas)”. Respecto a la actual situación de las familias que habitan en el predio y de la orden de desalojo emitida por un juez, indicó que están por enviarle un escrito al magistrado para intentar frenar esa resolución. “No queremos una pelea, solo pretendemos vivir en paz”, aseguró. Y agregó: “No estamos haciendo una villa, no somos vagos, lo único que pedimos es tierra para vivir dignamente”.

Esperando una solución

Rafael es el referente de uno de los comedores a los que asisten muchas personas del barrio para recibir un plato de comida caliente que, en muchos casos, es el único alimento que reciben en todo el día. Al ser consultado sobre cómo es vivir día a día en este lugar, le comentó a este medio: “Estamos luchando a diario porque acá el Municipio nunca se hace presente para dar una solución”.

En ese contexto, expresó cuál es su sensación al saber que muchas familias que no tienen a dónde ir pueden ser desalojadas en cualquier momento: “Todo lo que está pasando es muy triste porque, en lugar de darnos una alternativa, nos quieren echar, y en realidad la solución sería hacer un proyecto de viviendas para los vecinos”.

De acuerdo a lo que informan los delegados barriales, en el predio hay unas 700 familias y la mayoría de quienes están viviendo allí son personas mayores, madres con hijos y mujeres solteras que no tienen cómo pagar los alquileres. Por ese motivo, sostienen que “para todos ellos realmente es muy complicada esa situación”. “Estamos en una lucha, viviendo en este predio que es una tierra recuperada, no es una toma. Acá están los vecinos porque necesitan”, enfatizaron.

La asistencia alimentaria y el rol de los comedores barriales

“En este espacio trabajamos cuatro horas, tres veces a la semana”, manifestó Rafael. Además, comentó que se preparan alimentos para más de 150 vecinos: “Ellos vienen hasta acá a retirar la comida”. Al ser consultado acerca de cuál es la edad de la población que más se acerca a recibir los alimentos, indicó: “Vienen muchos chicos y madres que traen a sus hijos por la necesidad; esto pasa más que nada porque el sueldo no alcanza”.

Otra de las referentes, en este caso del comedor comunitario del barrio, afirmó que los vecinos están decididos a seguir colaborando para sostener el espacio. “Lo que pedimos es que, si hay alguna ayuda para los vecinos, que la hagan llegar porque realmente la necesitamos”. Por otra parte, insisten en la necesidad de ser escuchados por las autoridades respecto de la carencia de viviendas. “La mayoría de los que viven acá se mudaron con muchos niños; en el comedor colaboran todos porque nadie nos ayuda y todos ponen de su tiempo para darles de comer a los chicos que viven en el barrio”, manifestaron.

“Este comedor funciona dos veces a la semana. Van a pedir las verduras al Mercado Central y hay varias organizaciones que nos ayudan para cocinar. Acá las puertas están abiertas para todos los que puedan dar una mano: no hay color político ni partidos”, destacan. Debido a la situación económica de muchas de las familias, las necesidades son muy grandes, según enfatizaron: “Cuando cocinamos, entregamos alrededor de cien platos porque cada una de las personas que se acerca a recibir la comida se lleva el almuerzo para aproximadamente cinco familiares”.