Juan Pablo Zaramella, el notable “pasajero” del tren de la animación

El director oriundo de Castelar, cuyo cortometraje se encuentra preseleccionado para los Premios Oscar, recorrió los distintos pasos de su camino profesional. La influencia del Oeste, el éxito de “Luminaris”, las expectativas con “Pasajero”, ¡y mucho más!

“¡Yo quiero hacer eso!”, manifestó Juan Pablo Zaramella mientras veía dibujos animados en su televisor hogareño de Castelar con tan solo cinco años de edad. Luego, el deseo se potenció, cuando conoció las revistas de humor gráfico compradas por sus padres. Hasta que lo cumplió, al adquirir conocimientos y recursos en diferentes espacios de formación y, a su vez, al realizar cortometrajes que recorrieron el mundo. Ahora, aguarda con expectativas las nominaciones de los filmes animados de corta duración a los “Premios Oscar”, ya que su obra audiovisual Pasajero continúa en competencia por un lugar en dicha categoría.

Si bien hoy, a sus 50 años, Juan Pablo reside en Capital Federal, en su infancia, adolescencia y parte de la adultez habitó con su familia en la Zona Oeste del Gran Buenos Aires. Es decir, tuvo un breve paso por Ituzaingó y, luego, se instaló en Castelar, donde permaneció hasta los 26. “Lo lindo del Oeste, al menos en el barrio en el que yo vivía y en las escuelas a las que iba, es que me cruzaba con muchas formas de moverse en sociedad. Eso me abrió la cabeza. Todavía conservo muchos de esos amigos y mi familia sigue viviendo ahí, así que voy todo el tiempo”, compartió en diálogo con El1 Digital.  

De hecho, en algunas de sus obras audiovisuales incluyó guiños y referencias a los lugares en los que creció. Por ejemplo, una de las estaciones de la línea de tren en la que viaja el protagonista de Pasajero es Castelar, mientras que, en el filme Onión, en el que se fusionan las acciones en vivo con la animación, se retrata la idiosincrasia del Conurbano bonaerense y aparecen algunos personajes basados en personas verídicas, con las que convivió el cineasta en alguna oportunidad. 

El backstage de sus primeras aventuras

Horas y horas pasaba Zaramella dibujando durante su niñez. Sus padres, conscientes de su fascinación, lo incentivaron para que siguiera por dicho camino. Por lo tanto, el pequeño artista arrancó con cursos barriales, pero no lograba interesarse del todo, debido a que las propuestas se centraban en el hiperrealismo, es decir, en la máxima imitación de la realidad, y él buscaba aproximarse al humor gráfico. Más tarde, desde los trece hasta los 18, estudió en la escuela del prestigioso Carlos Garaycochea, en Capital Federal, a la que se dirigía en tren cada sábado.

“Durante mi adolescencia di clases de dibujo humorístico en el Oeste, tanto en Castelar como en Ituzaingó. Ese fue mi primer sustento económico, quizás andan dando vueltas algunos exalumnos por allí”, recordó sonriente. Asimismo, añadió: “En esa etapa también empecé a ver más cine, no solo comercial, también más alternativo, y comencé a decir '¡Quiero ser director de cine!'”

Tras culminar la escuela secundaria intentó ingresar a la carrera de Dirección en el Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda (IDAC), pero había muy pocas vacantes anuales para la gran cantidad de inscriptos, por lo que no logró acceder. Sin embargo, no abandonó su camino artístico, sino que, para no perder el ciclo lectivo y mantenerse activo, se sumó al recorrido de varios de sus amigos: la carrera de Animación, en la misma institución.

“Cuando tuve las primeras clases de stop motion, dije '¡Esto es lo que me gusta!' Me enseñaron lo básico de la técnica y me di cuenta de que podía contar cosas, que ahí tenía el cine en miniatura. No solo eso, ¡podía contar cualquier historia!, sin límites de vuelo a la imaginación. Cuando trabajás con actores hay cosas que son muy difíciles de hacer sin mucho presupuesto, pero en animación podés hacer todo”, resaltó.

Asimismo, complementó su formación del IDAC con cursos de dibujo y otras técnicas, y dedicó mucho tiempo a ver filmes y a leer libros -sobre su especialidad y la cinematografía general-. “Para mí, la mejor manera de aprender es rever cine, que es más que ver cine. Entonces, cuando me gusta una película, la veo y la vuelvo a ver, desmenuzando su funcionamiento”, planteó.

Los años pasaron, los conocimientos se multiplicaron, y la animación sigue presente en su cotidianeidad. Sobre el rol que ocupa actualmente en su vida, reflexionó: “Evolucionó en el sentido de que ya es una herramienta, un poco la doy por hecha. De todos modos, trato de darle una vuelta más y explorar terrenos que no exploré. Cuando creo una historia, lo primero que hago es conectarla con la animación, trato de desarrollarla pensando en eso que manejo”.

Dar rienda suelta a la imaginación

Para Zaramella, el cortometraje es el formato audiovisual “ideal para la experimentación”, en el que encuentra mayor libertad, ya que no implica poner en riesgo un capital muy grande, a diferencia de lo que sí sucede con los largometrajes o las series. De hecho, en estos últimos, hay otras personas que están aportando su dinero, es decir, están financiando el proyecto, por lo tanto, surge una gran responsabilidad para los realizadores.

En su filmografía aparecen filmes de breve extensión -como El guante, El desafío a la muerte, Onión, Viaje a Marte, En la ópera, Luminaris y Héroes-, las series El hombre más chiquito del mundo y Así son las cosas -cuyos episodios duran un minuto-, publicidades y micro homenajes al Cine Argentino -junto a Espacios INCAA-.

En cada uno de los proyectos llevó adelante diferentes roles, desde la animación hasta la escritura del guion y la dirección, según la magnitud de la propuesta y la cantidad de tareas a emprender. En torno al trabajo colectivo y la delegación de actividades, ponderó: “Me gusta cuando dejás en manos de otros, porque entra su creatividad y te devuelven cosas que vos no habías pensado, a veces te sirven, a veces no. A través de la comunicación se llega a una cosa nueva: ni mi idea, ni la de ellos, ¡otra que creamos juntos!”

Por otro lado, consideró que una cuestión que atraviesa a todas sus obras es el interés en la premisa. “Muchas veces empiezo un proyecto sin siquiera tener el guion, solo con una idea muy vaga de hacia dónde va. Obviamente no todos se terminan, muchos quedan en el planteo y los abandono. Los que terminan como cortos son los que progresan a lo largo del tiempo. A veces ocurre que arranco con una punta, que no significa mucho para afuera, pero que internamente digo '¡Acá hay algo!', y lo persigo hasta que encuentro eso que siento que me interesa tanto. Lo que cuesta mucho cuando se está en las primeras etapas es convencer a otra gente, en relación a que el proyecto es interesante”, añadió.

Un trabajo “iluminado” y multipremiado

Luminaris es un filme bisagra en la trayectoria del realizador audiovisual. Es que con él ha ganado más de 320 premios, por lo que, en 2018, se convirtió en el poseedor del récord mundial Guinness al cortometraje más premiado de la Historia. El relato protagonizado por los actores Gustavo Cornillón, María Alché y Luis Rial se enmarca en un mundo en el que la luz reina y marca el ritmo de la vida. Allí, un hombre tiene un plan que puede cambiar el rumbo de las cosas.

“¡Fue una sorpresa para nosotros! Nunca pensamos que iba a tener el éxito que tuvo, principalmente porque usamos pixilación, que no solía ser muy popular en festivales, incluso hoy no suele estar muy presente en los certámenes de animación”, señaló. Y, a continuación, explicó en qué consiste dicha técnica: “Es stop motion, pero, en lugar de usar muñecos, se emplean personas. Se las hace mover cuadro a cuadro y avanzar como si fueran muñecos. Lo interesante es que logran cosas que, normalmente, no pueden hacer. Por ejemplo, en Luminaris los personajes se arrastran con la luz del Sol, se sacan objetos de la oreja, o inflan bombitas de luz como si fueran globos de chicle”.

El origen estuvo en la música. Es decir, el artista del Oeste escribió a partir de Lluvia de estrellas, el tango de Osmar Maderna de la década de 1940. En la estructura musical halló una estructura narrativa, y puso en marcha el desafío. Hizo tres versiones de guion diferentes y terminó apostando a una improvisación apoyada en otras improvisaciones con la técnica de pixilación.

Un viaje con estaciones inesperadas

Pasajero también fue realizado con la técnica de stop motion, y los personajes son muñecos de papel que, en realidad, fueron construidos con un material muy particular, aluminio complex. Uno de los pequeños seres resulta ser el protagonista, que emprende un viaje físico e introspectivo, en el que reflexiona sobre su conflictiva relación con el entorno social y los códigos.

“Fue muy literal el origen de la historia. Estaba en una estación terminal, me subí al tren y era el único pasajero en el vagón. Siempre viajo con libros de notas y dibujo cosas que se me van ocurriendo. En este caso hice un dibujito con el vagón vacío, pensando qué pasaría si subía una persona y se sentaba al lado mío, teniendo todos los otros asientos disponibles. Desde esa cosa tan chiquitita empecé a tirar posibilidades de distintas historias. Pensé en base a esa pequeña contradicción: ese asiento que tenía al lado mío era público, y podía usarlo cualquiera, pero, al mismo tiempo, teniendo todo el vagón disponible, estaría invadiendo un poco mi privacidad”, describió Zaramella.   

Actualmente, Pasajero conforma la short list de los Premios Oscar 2023, en la categoría “Mejor corto de animación”, y el 24 de enero se anunciará si clasifica a la lista final de nominados. Por el momento, compite con los siguientes títulos: Black Slide; The Boy, the Mole, the Fox and the Horse; The Debutante; The Flying Sailor; The Garbage Man; Ice Merchants; It’s Nice in Here; More than I Want to Remember; My Year of Dicks; New Moon; An Ostrich Told Me the World Is Fake and I Think I Believe It; Save Ralph; Sierra; Steakhouse.

“Básicamente, pensaba que no iba a quedar por su perfil. Es un corto muy independiente que no tiene alcance popular, porque es una historia muy abierta a interpretaciones. Cuando llegó el mail famoso con toda la lista, dijimos '¡Listo, ya está, estamos!' Se vuelve a repetir la historia de la shortlist con Luminaris. ¡Esperemos que no se repita la historia de no quedar nominados!”, rememoró entre risas.

Más allá de lo que significa una nominación al Oscar, la candidatura le serviría a Juan Pablo para continuar avanzando con el proyecto de su primer largometraje, el cual viene gestándose desde 2019, ya tiene presupuesto de desarrollo, y es una coproducción entre Argentina, Chile y Canadá. La película se llamará Soy Nina, por el nombre de su personaje protagónico, y se centrará en la temática de la identidad.

Un mensaje para las nuevas generaciones

Desde 2021, en la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) se dicta la Tecnicatura en Animación y arte digital. A partir de su experiencia en la profesión, el director oriundo de Castelar aconsejó a los estudiantes de esta Casa de Altos Estudios: “Algo que me sirvió mucho para perder el miedo, e ir lanzándome con seguridad, fue arrancar con proyectos chicos, abarcables, que sabía que podía empezar y terminar. Mi primer corto (El desafío a la Muerte) dura tres minutos y es el que me dio visibilidad internacional. Parecía que era algo que estaba haciendo medio para mí, para mostrarles a mis amigos y, de repente, terminó en festivales de todo el mundo. Tenía una sola escenografía, un solo personaje, y lo desarrollé con elementos básicos que poseía en mi casa: una cámara no profesional, una computadora y luces medias amateur”.

Por último, agregó: “Se trata de dar pasos cortos y firmes, no tratar de hacer una súper producción con el primer corto porque, si te sale mal, o te encontrás con imprevistos, te vas a frustrar y no vas a seguir avanzando. Además, a quienes les gusta desarrollar ideas tienen que acostumbrarse a proponer, o a los que les gusta animar tienen que practicar mucho con cualquier cosa -como puede ser una lapicera arriba de una mesa y grabar con el celular-. No importa la calidad de eso que hacen, es aprendizaje. Todo lo que hagan, por más básico que sea, en casa y con las pocas herramientas que tengan, es acumular experiencia”.