Todo está en la palabra

El1 llegó a las 800 ediciones impresas y su correctora, la profesora Miriam Cañete, reflexiona sobre el valor de la palabra y su capacidad de crear realidades. El compromiso que asumen los periodistas al difundir la expresión impresa.

Por Miriam Cañete

“Todo está en la palabra”, escribía Pablo Neruda y agradecía la herencia del idioma. Las palabras “tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces...”

Así, al arribar a los 800 números, los que hacemos El1 recuperamos la actitud del poeta chileno y nos detenemos a reflexionar sobre esta prerrogativa que es el hacer uso de la palabra y que nos identifica como periodistas.

Por lo espontáneo y vertiginoso, el ejercicio del habla puede parecer sencillo, mecánico, natural, e, incluso, intrascendente, por lo efímero y la fugacidad del acto de habla. “A las palabras se las lleva el viento”, repite, sin sentido, el sentido común.

Contrariamente a esta consideración simplista y vacua, ya los más antiguos escritos acerca de la génesis del mundo, desde el Enuma Elish hasta el Popol Vuh, sin olvidar el inicio del relato bíblico, entre otros, no solo han dado cuenta de la eficacia comunicadora de la palabra, sino que estos mitos cosmogónicos han mostrado la auténtica e infalible potencia creadora de la palabra y su capacidad instauradora de realidades.

La palabra designa, nombra, describe. Y, cuando se imprime, multiplica y difunde, esa elección que hacemos todos y cada uno de nosotros cada semana se convierte en un compromiso. Una expresión impresa puede conmover, modificar o alterar conciencias y ánimos. Algunas palabras, cantaba Yupanqui, “soportan el tiempo, el olvido, las tempestades”; otras “se desmenuzan, se quiebran y se pierden”. Pero “otras habrá que permanecen intactas... y se enriquecen, como si el tiempo y el olvido -la alquimia cósmica- les hicieran alcanzar una condición de joya milagrosa”.

Sí, la inscripción en la página es una responsabilidad, decíamos, pero también es una bendición ya que constituye una puerta abierta a la posibilidad de interacción con nuestra audiencia. Imprimimos palabras que empaquetan sentidos, como regalos, como obsequios, porque sabemos que la travesía concluye y recibe su completud significativa cuando el lector actualiza lo impreso en ese instante de cocreación que es el acto de leer.

Ese momento en que nos encontramos y reconocemos en nuestra audiencia convierte a nuestra tarea en un privilegio y un placer por el cual les decimos “Gracias” a nuestros lectores. ¡Felices 800!