Ser fanático es como estar drogado de amor

La psicóloga Celia Antonini describió en Radio Universidad las características de una persona fanática.

Por Celia Antonini*

El fanatismo es un apasionamiento exacerbado que no admite ni errores ni críticas sobre el objeto del fanatismo. Es un aumento extremo de dopamina que genera placer y que desemboca en que la persona que es fanática defienda al extremo su objeto de amor.

Los fanatismos son de tres tipos: religiosos, políticos o deportivos. Y en cada uno de ellos se cumple la misma premisa en que, cuando alguien dice algo que no le gusta sobre el objeto de deseo de una persona, esta actúa obstinada y ciegamente. Para estos individuos, una frustración por haber perdido un partido o una elección genera un nivel de sufrimiento mucho mayor que en aquel que es simplemente simpatizante de, por ejemplo, algún equipo de fútbol o un cuadro político. La persona cae en picada porque no logra tener aquello que espera y se crea una especie de síndrome de abstinencia.

¿Cuándo uno sabe que es fanático? Cuando uno no puede entrar en razón o no le encuentra ningún defecto a aquello que profesa. Y es importante identificar esto a tiempo, porque, según Rousseau, “se gangrena el cerebro y es una enfermedad incurable”. Por eso, del fanatismo, no se vuelve.

Se debe entender que las emociones se contagian entre las personas y, que depende del ámbito en que nos encontremos, accionaremos de una manera o de otra. Esto no tiene relación con la justificación del fanatismo ante la violencia y la agresión. No se trata de un fanatismo extremo, sino que el fanático es un extremo de sí mismo.

Hoy se sabe, gracias a las imágenes que podemos tener gracias a los resonadores magnéticos funcionales, que el fanatismo tiene un aumento de una sustancia en el cerebro que hace que uno se vuelva constantemente más fanático. Entonces, es como estar drogado de amor: uno sabe que las drogas hacen mal, pero, aunque no puede manejarlas, las usa igual.

*Psicóloga