Esteban Bigliardi: “En cine, el gran desafío es ser consciente de que está la cámara y, a su vez, olvidarla para generar verdad”

El actor de Hurlingham integra el reparto de la película “La sociedad de la nieve” (Netflix), dirigida por J. A. Bayona. Habló sobre su experiencia en el rodaje y la trascendencia de la historia. Su rol en el filme “Los delincuentes” y su crianza en el Oeste.

El 13 de octubre de 1972, un vuelo chárter con 45 personas que había partido de Uruguay rumbo a Chile se estrelló en la Cordillera de los Andes. Luego del accidente aéreo, el grupo sobreviviente afrontó las hostiles condiciones del cinturón montañoso hasta ser rescatado el 22 de diciembre, tras 72 días de aislamiento. Este suceso histórico es retratado en la nueva y aclamada película española de Netflix, La sociedad de la nieve, dirigida por J. A. Bayona.

Aunque la mayoría de los pasajeros del Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya eran estudiantes y jugadores de un equipo de rugby, cercanos a los 20 años de edad, también había algunos adultos. Como el caso de Javier Methol, de 36 años, que en el filme dramático fue interpretado por Esteban Bigliardi. Por lo tanto, el actor oriundo de Hurlingham transitó, en el marco de la ficción, las vicisitudes en torno a la tragedia y al posterior milagro.  

- Cuando ocurrió el accidente de los Andes aún no habías nacido, ¿en qué circunstancias te enteraste sobre el suceso?

- Claro, yo nací en 1973. Pero es un hecho mundialmente conocido y para la gente de Argentina y Uruguay ni hablar, siempre estuvo muy presente. Encima, cuando yo era chico jugaba al rugby en un equipo de Hurlingham, así que la historia me llegaba por muchos lados. Aparece dentro de las grandes tragedias, donde el ser humano se pone a prueba, individualmente y como grupo. Sobre todo, es sabida por la gente de mi generación, no sé si ahora los chicos la conocen tanto.

- Si bien Javier sobrevivió a la catástrofe, falleció en 2015. ¿Cuáles fueron tus fuentes para la construcción del personaje?

- De los 16 sobrevivientes, él fue el mayor. Viajó con su mujer, invitado, porque era un avión rentado, en el que había que cubrir lugares, así se abarataban los costos. Aunque murió hace unos años, cuando tenía casi 80, hay mucha documentación y libros sobre la tragedia y, especialmente, acerca de los sobrevivientes. Los actores tuvimos la oportunidad de hablar con ellos, que me contaban cosas de Javier. Además, Pablo Vierci, el escritor del libro en el que está basado la película, nos acompañó durante todo el rodaje en el set, entonces era una fuente de consulta constante sobre los personajes. Le preguntaba qué papel había tenido Methol en la montaña y cómo era su personalidad. También nos ayudó mucho la producción.

- La sociedad de la nieve podría ubicarse dentro del cine catástrofe... ¿cuáles son las singularidades de este género?

- Una gran virtud de esta película es cómo está filmada, claramente podría entrar en el género de cine catástrofe, de hecho, está grabada con todos los recursos técnicos y con gente muy idónea para hacerlo de manera magistral. ¡No tiene nada que envidiarle a cualquier película hollywoodense! Por otro lado, hay algo del manejo de la cámara que la hace muy cercana y, por momentos, íntima, debido a que se va apoyando en personajes y climas, respetando la humanidad de estos chicos que quedaron abandonados en la montaña. Ese equilibrio entre un cine monumental y algo más chiquito, de relaciones y escenas íntimas, hace que el filme esté muy bien logrado. ¡Ahí está la gran mano de Bayona como director!

Un escenario entre la belleza y el terror

El rodaje de La sociedad de la nieve se llevó a cabo en diferentes locaciones, principalmente de España. Una de ellas fue la Sierra Nevada, en Granada, donde las condiciones resultaban favorables para la filmación, sobre todo por el mayor rango de luz en comparación con otros sitios montañosos del país. Y en la nieve había enterrada una réplica idéntica del fuselaje del avión. Un segundo set fue en el puerto de montaña, en el que había montado un estudio gigante, con otro fuselaje, por lo que el equipo contaba con calefacción y estaba rodeado por nieve real y artificial. El tercer set se emplazaba en el descenso de la montaña, es decir, en la parte llana, en Güejar, donde había una estructura que también poseía un fuselaje y nieve artificial.

En Uruguay, se grabaron las escenas del aeropuerto -en las que los viajeros se despedían de sus familiares- y, a su vez, las del regreso de los sobrevivientes y sus llegadas al hospital. En Chile, se rodó en los lugares verídicos de la caminata y del rescate de algunos pasajeros del vuelo. Por último, se filmaron secuencias en la zona de la Cordillera de los Andes, sin avión ni personajes, que en postproducción se ensamblaron al resto del material.

- En 2023 protagonizaste Los delincuentes (MUBI), que se filmó durante varios años, con otros proyectos en el medio. ¿Cómo lograste mantener el hilo del personaje y la historia?

- Sí, proyectos, viajes, la vida misma... Incluso hubo un año que estuve grabando, simultáneamente, Los delincuentes de Rodrigo Moreno, La sociedad de la nieve de Bayona y La práctica de Martín Rejtman, que se va a estrenar este año. Los delincuentes se rodó durante casi cinco años. Lo que tenía, de entrada, era un guion muy bien escrito y una dirección muy clara. Haciendo una analogía con el fútbol es como si yo fuera un delantero y la jugada está tan bien armada que me deja con el arquero y el lugar al que debería patear. De alguna manera, lo que tenía que hacer en la película era acompañar lo que decía la escena. Después, creo que a pesar de haber sido tan fragmentada en el en el tiempo, era mi tercer proyecto con Rodrigo y otras personas del equipo, entonces había un conocimiento grande y un código compartido.  

- En el relato, el robo es el disparador de un camino tan cautivante como imprevisible...

- Sí, a veces clasifican a Los delincuentes como una película de atracos, pero esa es una excusa para que arranque otra cosa. En el caso de mi personaje, Román, no es el que idea la estafa al banco siendo empleado, sino que quien lo hace es Morán (Daniel Elías). Por lo tanto, en cierto punto, el mío es empujado y acorralado, no le queda otra que ser cómplice de esa decisión. Así, se va detonando su vida matrimonial, se ve obligado a hacer un viaje a Córdoba y va descubriendo un mundo nuevo. La película es como una mamushka donde hay muchísima libertad, ¡por momentos es muy psicodélica!

- Tu personaje experimenta un cambio rotundo en su vida, fuera de la ficción... ¿a vos te ocurrió?

-¡Sí! Me siento interpelado por la película. Yo soy abogado, trabajé en un estudio hasta que me recibí y luego estuve en actividades corporativas. Hasta mis 30 años hice muchas cosas distintas, recién en ese momento empecé con talleres de actuación y armé una compañía de teatro junto a Esteban Lamothe, Pilar Gamboa, Susana Pampín y Romina Paula. A partir de esas obras nos empezaron a convocar para hacer películas. Creo que si hubiese visto Los delincuentes cuando tenía 20 años me hubiese sonado en la cabeza, y hubiese sentido que me estaba hablando. Tuve crisis durísimas en torno a qué dedicarme, porque tenía una pulsión artística y estaba abocado a cosas que no me representaban, eso me generaba mucha angustia. En cierto punto, el filme retrata una situación que se da mucho en el mundo, que es la búsqueda de la vocación y la oferta laboral que hay en el sistema. Muchas veces son trabajos alienantes, donde uno no puede desarrollar su máximo potencial. Considero que cualquier persona tiene un montón de virtudes, pero, como ya está todo muy estructurado respecto a donde deberíamos encajar, terminamos haciendo tareas que no nos representan. Por lo tanto, la relación laboral es muy conflictiva, ni hablar en Argentina que a veces hasta tener un trabajo es complicado.

- En cine, cuando el director grita "¡Acción!" y la cámara graba, ¿cuánto influye la presencia de este elemento en tu actuación?

- La cámara es la testigo de lo que uno está haciendo. Hay un trabajo de años, que todavía sigo aprendiendo, y tiene que ver con el gran desafío de ser consciente de que ese aparato está ahí, de saber cómo está filmando, dónde está ubicado y, a su vez, de olvidarlo para generar verdad, como si no estuviera, ¡es un doble juego! Sobre todo, cuando hay escenas compartidas con otros actores, el foco principal de uno está en ellos, en lo que se está construyendo en ese presente. Entonces, el ejercicio como actor en cine, especialmente cuando se hace un primer plano -que implica un montón de gente, cables, y demás-, es tratar de generar verdad, para que cuando se vea en la pantalla parezca que la cámara entró escondida al lugar, como una especie de voyeur, y agarró un momento íntimo, en el que nadie notó su presencia, ¡eso sería el logro máximo!

Ovación alrededor del mundo

Antes de sus arribos a las salas de cine y a las plataformas de streaming, tanto La sociedad de la nieve como Los delincuentes tuvieron destacadas participaciones en distintos festivales internacionales, como el de San Sebastián. Asimismo, ambas películas fueron elegidas por sus países de origen para representarlos en la categoría “Mejor filme internacional” de los Premios Óscar 2024. Y días atrás se anunció la primera shortlist del galardón estadounidense: el largometraje argentino no continúa en competencia, pero el español avanzó a la siguiente instancia de selección.

Es una feliz coincidencia que las dos películas hayan salido a la luz casi simultáneamente, y que después de tanto trabajo hayan tenido la recepción que tuvieron, que la gente se conmueva y se sienta interpelada, que entienda el mensaje que se transmite y le guste lo visto. ¡Es algo soñado, no puedo esperar nada más!”, valoró Esteban.

Flashback biográfico: los primeros pasos de Bigliardi en el Oeste

El actor nació, asistió a la escuela primaria y secundaria, y vivió los primeros años de su adultez en Hurlingham, hasta que se mudó a Capital Federal. Sus padres y sus amigos continúan residiendo en el Oeste. “Hurlingham es mi lugar, de donde vengo y a donde vuelvo, ¡ahí me formé!”, destacó.

Sus acercamientos artísticos iniciales se dieron en su casa, ya que su papá y su mamá son grandes lectores y contaban con una gran biblioteca. Por lo tanto, desde chico, Esteban se interesó por la literatura argentina y los clásicos universales. Además, se sumergió en el mundo del cine, la pintura y la música. En este último ámbito, fue muy importante la presencia de la icónica banda Sumo, de hecho, los mejores amigos del actor son sobrinos del bajista Diego Arnedo.   

“Sumo era como una banda de gente que usaba ropa rara en una época en la que nadie se vestía así, y andaban dando vueltas por Hurlingham. En cierto modo, para mí fueron una referencia de que cuando uno fuera adulto no solo existía la posibilidad de tener un trabajo en el que había que ponerse traje y corbata. Entonces, veía a estos adultos anárquicos, con pelos de colores, y encima les iba bien, hacían lo que querían. Me gustaban muchísimo, no solo por su música, sino, también, por su actitud frente a la vida como artistas”, concluyó Bigliardi.