Arnaldo André: “Mi vida pasa por la actuación”

El actor protagoniza la comedia “El enganche”, que se presentará en el Teatro Universidad. Habló sobre la trascendencia temporal de la obra y sus lazos con la profesión. El recuerdo de la telenovela “Valientes” y la película “Lectura según Justino”.

Arnaldo André El enganche

Aunque para todo artista cada función es única e irrepetible, hay determinadas cuestiones que se repiten presentación a presentación y constituyen una especie de ritual. Antes de salir al escenario, Arnaldo André escucha atento los murmullos de los espectadores que permanecen expectantes en la platea, y así va imaginando cómo serán sus reacciones durante la puesta escénica. Luego, se persigna y agradece a Dios por la profesión que le ha dado y por la posibilidad de seguir trabajando de eso que lo hace tan feliz; finalmente, aparece con seguridad frente al público para contar una historia a través de su personaje.

El sábado 3 de junio, antes de que comience la función programada para las 21.30, el notable actor llevará adelante dicha ceremonia espiritual en el Teatro Universidad. Es que, esa noche, protagonizará con Paula Volpe la comedia El enganche, que cuenta con la dramaturgia de Julio Mauricio y la dirección de Osvaldo Laport. La dupla interpretará a un empleado y a una prostituta de bajos recursos reunidos en un hotel alojamiento, donde entablarán una divertida conversación que develará sus queribles intimidades.

Para adquirir las localidades, los interesados deben acercarse a la boletería del auditorio de la UNLaM (lunes a viernes de 11 a 21 y sábados y domingos de 15 a 21) o ingresar al sitio web Ticketek.

- La obra proviene de la década del '70 y, a lo largo del tiempo, fue llevada a escena con varios elencos. ¿A qué atribuís su trascendencia temporal?

- Juega mucho con los sentimientos, y eso es atemporal. La relación humana siempre está vigente y, de alguna manera, creo que la obra se ha adelantado en el tiempo. Mi personaje se encuentra en un hotel alojamiento con una prostituta y, en lugar de utilizar a la mujer como objeto, trata de mostrarle otro rumbo, que puede tener un futuro diferente; él respeta muchísimo a la mujer. Hoy, estamos abocados a que la mujer ya no esté en un segundo lugar, que no tenga maltratos, que sea respetada, entonces la obra nos está indicando que el autor se adelantó muchísimo a este tiempo. El público se lleva una sorpresa, porque cuando se entera un poco que se trata de una pareja que se encuentra en un hotel alojamiento, seguramente lo primero que piensa es que todo transcurre en la cama y punto, pero es más que eso, tiene algo muy jugoso e inteligente, y combina el humor con la emoción.

- En un elenco, la química y el ida y vuelta siempre son clave. En este caso, siendo sólo dos personas en escena, ¿cuán importante es el intercambio entre ambas partes?

- Cuando te convocan y te mencionan el nombre de tu compañera o compañero, uno tiene la elección de decir 'prefiero que no porque no creo que haya química entre nosotros', o 'no lo veo para este personaje'. Cuando no existe este punto de vista negativo, uno sabe que va a haber una conexión muy linda, sobre todo a medida que nos vamos conociendo. A Paula la había visto alguna vez en televisión, pero nunca personalmente. Sin embargo, ni bien la conocí, me di cuenta que iba a haber mucha química entre nosotros, la vi en el personaje, y ella lo defiende arriba del escenario muy bien. En los momentos de mucho humor sabe de comedia, y en los momentos dramáticos me sorprende las reacciones que tiene. Ya hicimos varias funciones y vamos seguros a escena, por supuesto con la adrenalina de saber que nos estamos enfrentando a un público, y sabemos cómo reaccionar si llega a haber alguna duda.  

- Cuando estás actuando en el escenario, ¿qué recursos y/o situaciones te permiten adentrarte en la atmósfera y cuáles te anulan?

- Cuando subo al escenario voy convencido de qué es lo que quiero hacer, que el personaje me gusta, que lo voy a defender, y que ya está probado por funciones previas. Por supuesto la presencia del público en la sala da una energía muy diferente a cuando uno actúa frente a una cámara de televisión o de cine. Saber que hay gente que se programó la obra, salió de su casa, fue hasta el teatro, adquirió sus localidades, se sentó a esperarte, es una responsabilidad enorme, te inyecta la energía que uno necesita arriba del escenario. No me siento inseguro, voy a jugar, y nada me saca de esa atmósfera. Si bien se le advierte al público que apague sus celulares, por ahí alguno se olvida, escucho que suena, pero continúo. En cuanto a las risas son una devolución muy importante, pero uno tiene que seguir adelante, porque he visto muchas veces el engolosinarse con la risa -y estoy en desacuerdo con eso-. El público se ríe y uno insiste, pero no, el trabajo del actor tiene que ser como un reloj y funcionar perfectamente, no hay que salirse del esquema.

El valor del Teatro

Acerca de la importancia de que esta Casa de Altos Estudios tenga una sala, André destacó: “Cuando un sacerdote llega a una ciudad, lo primero que pregunta es cuántas parroquias hay allí, y se pone feliz si le dicen que hay tres, cuatro, cinco. Los actores nos sentimos muy felices cada vez que nos dicen 'en este lugar hay un teatro', más tratándose de una Universidad, ¡Qué importante para el público y para nosotros!”

- Jugando con el título de la obra, ¿qué cuestiones te mantienen “enganchado” a la actuación?

- ¡Todo! Mi vida pasa por la actuación. Elegí esta profesión desde chico, y me sigue dando enormes satisfacciones. Cuando hacemos las giras, armo la maleta, me subo a un avión o a un auto, y a veces me preguntan '¿No te cansa todo eso?', y digo '¡No, en absoluto!' Es parte del juego, tiene que ver con la profesión que he elegido y que me conecta con el público. Me encanta hacerlo, es una vitamina que me ofrecen la vida y Dios para que yo siga adelante. Y como actor tengo un único objetivo, que es el público, con el que tengo un diálogo táctico vinculado al respeto. Lo que hago lo hago pensando en ellos, respecto al material a elegir, al producto en sí, al elenco y a la dirección, y entiendo que a ellos les debe pasar lo mismo para conmigo. Si me van a ver al teatro puede gustarles un poquito más o menos lo que hago, pero nunca van a decir '¿Cómo puede ser que Arnaldo haga esto?', no quisiera que sintieran vergüenza de mí. Entonces, me esfuerzo permanentemente en buscar un muy buen material, aceptar un muy buen proyecto para no defraudarlos y sentirme feliz arriba del escenario.

- Generalmente, cuando se te presenta, más allá de actor se te describe como galán, ¿esta etiqueta te abrió y/o cerró puertas en tu camino?

- Al principio, obviamente, me abrió todas las puertas. Después, cuando pasaron los años y yo seguía en esa misma dirección, sentí que se me cerraban, porque no me convocaban para otro tipo de trabajos, como las comedias. Hasta que fui peleándola y, con el tiempo, fui convenciendo al público, pero sobre todo a los productores y a los directores, diciéndoles que yo también podía manejar la comedia y el drama. Está en el esfuerzo de cada uno, en la superación. Y considero que me ayudó muchísimo ser muy observador y el cine, veía muchas películas europeas y soñaba con hacer personajes de ese estilo, que me requirieran otro tipo de entrega, y también veía algunas cosas en televisión que deseaba hacer, ¡y funcionó! Para mí, abre las puertas. La verdad en cuanto a lo que uno tiene que transmitir como intérprete.

- Y un formato televisivo al que se te asocia mucho es la telenovela -con el que hiciste tantos éxitos-, ¿cuál es el código?

- Se trata de contar un cuento donde haya una columna vertebral, a través de dos o cuatro protagonistas. La historia de amor es lo que se va a contar al público, con sus conflictos, rechazos, venganzas, etcétera, y hay que mantenerla permanentemente para que la audiencia no se vaya y, al día siguiente, esté pendiente. Hace diez años, más o menos, se empezó a olvidar ese código y a hacer novelas costumbristas, donde el público las deja de ver dos o tres días, luego vuelve, y la historia sigue igual. Son divertidas, pero no queda esa intriga que hace que el espectador esté pendiente. Hay un código que seguir, de modo tal que, hoy, las novelas turcas lo respetan. Durante la cuarentena, fui televidente todas las noches de una novela turca y una brasileña que me mantuvieron en vilo. Si bien yo conozco cómo se manejan las cosas, me dejé entregar, porque ahí estaba el código.

Una historia de amor y venganza para el recuerdo

Entre febrero de 2009 y febrero de 2010, André integró el elenco de la exitosa telenovela Valientes, donde interpretó al malvado Laureano Gómez Acuña, un terrateniente que, en el pasado, a raíz de su ambición y poder, robó las tierras de un campesino. Años más tarde, los hijos de ese hombre (encarnados por Luciano Castro, Mariano Martínez y Gonzalo Heredia) aparecen en busca de venganza.

“Primero pensé que era una gran oportunidad para hacer algo diferente. Es muy fácil para el actor decir 'hago un malo', pero yo quería hacer algo distinto, por lo tanto, lo pensé mucho. Empecé a ver escenas de actores de Hollywood o de Europa para observar cómo manejaban a los villanos, trabajé con sus silencios y miradas. Eso me llevó por buen camino, e hizo que, de pronto, la gente amara a un malo, más allá de amar a mis tres víctimas. Por supuesto, me ayudó muchísimo el libro. Valientes me significó esa felicidad en el trabajo por la que siempre he bregado y, a su vez, me sirvió un premio (ganó el Martín Fierro 2009 a Mejor actor protagonista de novela)”, describió el intérprete.

Del otro lado

En 2019 se estrenó la ópera prima de Arnaldo, Lectura según Justino, un filme dramático y de época con tintes autobiográficos, protagonizado por Mike Amigorena, Julieta Cardinali y Diego González. El relato sigue la historia de Justino, un niño de once años que, ante la repentina muerte de su padre, se ve en la necesidad de empezar a trabajar como cartero para ayudar a su familia. Algunas cartas llegan desde Europa con destino a vecinos de origen alemán, una importante colonia allí afincada que se incrementó tras la derrota del régimen nazi. Sin embargo, todo empieza a cambiar con un crimen que conmueve al pueblo.

A modo de balance del largometraje, destacó: “Me sentí feliz haciéndolo en mi pueblo y con el resultado final. Me levantaba con el cantar de los pájaros a las cuatro de la mañana, me preparaba, desayunaba y me iba a la locación, donde me encontraba con actores argentinos y paraguayos profesionales, excelentes, que daban exactamente en el calce de lo que yo quería para los personajes que había conocido. Asimismo, veía el respeto hacia mí, un director debutante, o un compañero en el caso de Julieta o Mike y otros actores. Tuvimos críticas maravillosas y pudimos llevar la película a varios festivales. De a poquito voy a ver si puedo volver con la dirección”.

Por último, en torno a cómo repercute el lenguaje audiovisual en su vida cotidiana, reflexionó: “Mi cabeza, sobre todo cuando estoy preparando una película o escribiendo un guion, imagina planos permanentemente, por ejemplo, travellings. Me acuerdo, cuando estudiaba teatro, nuestra profesora nos decía 'observen a la gente, de la gente van a sacar sus personajes'. Y lo sigo haciendo, pero le sumo los planos”.