Cecilia Roth: "Aprendí mucho de mí trabajando como actriz"

La destacada actriz protagoniza la ficción sonora "Audioguía para que vuelvas", dirigida por Guillermo Cacace. Habló sobre la experiencia de interpretar a través de notas de voz en el celular y las diferencias con "Amor de Cuarentena". Su participación en el tríptico "Muy bodas de sangre, un biodrama trágico" y sus premisas artísticas.

Un clásico juego durante la niñez es la caracterización e interpretación de personajes ficticios. Al crecer, muchas personas abandonan la actividad, sin embargo, quienes se dedican a la actuación, continúan sus personificaciones y les suman las singularidades y responsabilidades del oficio. Uno de estos casos es el de Cecilia Roth, que en el transcurso de su extensa y notable trayectoria ha encarnado a diversas mujeres, con sus respectivas emociones y reflexiones, virtudes y defectos, victorias y derrotas. Fue una frágil montajista en el filme Martín (Hache), una enfermera que sufre la pérdida de su hijo en la película Todo sobre mi madre, una exitosa empresaria en busca de la felicidad en el unitario Tratame Bien, la madre de Robledo Puch en el largometraje El Ángel y de Alex Puccio en la miniserie Historia de un Clan, hasta una ambiciosa fiscal en la reciente serie Los Internacionales.

Este verano, la reconocida actriz vuelve a desplegar su talento y su faceta lúdica por medio de la original Audioguía para que vuelvas, dirigida por Guillermo Cacace. Se trata de una ficción sonora en la que, durante varios días, los integrantes de la familia conformada por la Madre (Roth), el Padre (Jorge Marrale), la Hija (Camila Sosa Villada), el Hijo (Leonardo Sbaraglia) y la Nuera (Dolores Fonzi) envían audios de WhatsApp a los celulares de los oyentes, en los que les expresan su amor y, a su vez, la desesperación por volver a verlos en la casa de la playa. Cabe destacar que cada participante elige con cuántos protagonistas vivir su experiencia y, parte de lo recaudado en el proyecto, será donado a "Artistas Solidarios".

Antes, Amor de Cuarentena, ahora, Audioguía para que vuelvas, dos experiencias sonoras, pero cada una con sus particularidades, ¿qué similitudes y qué distinciones encontraste al participar en ambas propuestas?

Amor de Cuarentena fue una propuesta que surgió al principio del confinamiento, y tenía que ver con la sensación de querer reencontrarse con viejos amigos, con relaciones que hacía mucho tiempo que uno no se vinculaba, con los recuerdos. Por lo tanto, implicaba la melancolía de la distancia y la imposibilidad de reunirse, el aroma a pasado que, en algún momento, podría convertirse en un nuevo encuentro. En cambio, en Audioguía considero que aparece la sensualidad, el erotismo, la necesidad de un encuentro físico con el otro, y la dificultad, o la decisión, de que pueda ser compartido, incluso por una familia. El oyente de este nuevo proyecto tal vez se siente un poco más vinculado, en el sentido de que es esperado y deseado por todos los protagonistas. Además, en este caso, cada personaje interpreta un texto diferente, con su propio decir y sentir, por lo que, al escuchar a los cinco, se arma el rompecabezas, a diferencia de Amor de Cuarentena, donde todos transmitíamos el mismo texto.

En esta oportunidad, no actuás frente a una cámara ni sobre un escenario, sino que lo hacés por medio de audios en el celular, ¿de qué manera repercutió esto en tu interpretación?

A mí me gusta mucho el trabajo de la voz, y la manera de hacerlo en este proyecto me pareció muy compleja y completa, donde también se metía el cuerpo. Lo trabajamos con notas de voz, en el celular, mientras Cacace, que es un excelente director, nos iba guiando. Grababa de noche, cuando la casa estaba en silencio y había poco sonido externo, cuando me podía tomar un whisky y fumar un cigarrillo, que son cosas que no hago durante el día. Buscaba una situación de intimidad personal y elegía a qué personas hablarle, porque no es un monólogo, sino un diálogo, aunque el otro no conteste. Por otro lado, dos referencias en este proyecto fueron la película Rashōmon, donde hay un asesinato y caen varios personajes que han visto la misma situación y la cuentan de diferentes maneras y, también, Teorema, de Pasolini, donde un hombre pasa unos días en la casa de una familia y todos los miembros son involucrados por él en una situación amorosa, aunque en ese caso tenía algo más perverso; en Audioguía, todos los personajes saben y aceptan todo, lo cual me parece una nueva propuesta de relación amorosa.

Cambiando de proyecto, participaste en Muy bodas de sangre, un biodrama trágico, dentro del ciclo audiovisual "Modos Híbridos" del Teatro San Martín, ¿cómo llevaste a cabo la construcción de tu relato?

Yo había empezado con un relato que servía poco para vincularlo con lo lorquiano, que tenía que ver con mi historia personal, pero estaba más distanciado de lo familiar. Sin embargo, encontré la historia que transmito en Muy bodas de sangre, que siempre la sentí y la recordé. Hay una pregunta que dice, '¿Qué dolor es más profundo- amando a una persona-, abandonar o ser abandonado?', ya sea por tratarse de un destino o de un amor imposible, por la muerte, por las decisiones tomadas en base a las miradas del afuera, por la tristeza permanente a lo largo de la vida a raíz de algo que no se hizo… Todas esas pequeñas cosas, por no decir enormes, me llevaron muy certeramente a mi relato, en el que aparecen el viaje de mi abuela con mi padre desde la Unión Soviética hacia Argentina, cuando él tenía seis años, y mi viaje de regreso a Argentina, luego de mi exilio. De alguna manera, se unen, es abrir o cerrar un paréntesis, así que había mucho de lo lorquiano que me interpelaba con esta historia propia.

¿Cuál fue la complejidad de interpretar un relato autobiográfico?

Vivi Tellas ha trabajado, y trabaja, de una manera exquisita el biodrama y, de alguna manera, lo que termina pasando es que la historia es tan tuya como ajena, ya que logra que se convierta en una ficción. En cierto modo, todos estamos actuando, no es que yo estoy contando privada e íntimamente al espectador una historia de mi vida personal, sino que estoy transmitiendo públicamente algo que se transforma en una ficción. Vivi tiene la habilidad, inteligencia y sensibilidad como para que los relatos no tomen la dimensión de la tragedia en uno mismo, al contrario, nos acerca a lo que estamos yendo a buscar, en este caso, Lorca en Bodas de sangre. De hecho, el texto que yo digo, no es el de la madre (N. El1: su personaje en la obra), sino el de la novia, porque cada uno tenía que elegir un escrito que coincidiera con algo de lo personal, y tal vez no le pertenecía a su personaje. Yo todavía tengo una ilusión muy grande de que, en algún momento, hagamos la obra; iba a ser la primera vez que trabajaba en el Teatro San Martín.

Tu camino cinematográfico ha transcurrido, principalmente, entre Argentina y España, ¿qué cuestiones destacás de haber actuado en diferentes países?

Yo creo que el cine es un país en sí mismo, ya que tiene las mismas características en distintos lugares. También he trabajado en México, Checoslovaquia, Italia, Chile, y, al entrar a un set, una ya sabe quién es quién, y se arma esa cosa familiar necesaria para esas semanas en las que estaremos inventando juntos una historia paralela a la realidad. En el cine todo depende de todos y la gente que está detrás de cámara es fundamental. Hay algo apasionante que es estar con la cámara, los micrófonos, las vías y todos los instrumentos maravillosos que hay dentro de un set, ¡a mí me vuelve loca! (emocionada). Siempre la sensación es que se trata de un país, no que son distintas formas de trabajar; si es una película de bajo presupuesto, será parecida en cualquiera de todos los sitios y, si es de alto presupuesto, ocurrirá lo mismo. Este año, estrenamos Crímenes de Familia en Netflix, ya que no se pudo dar en las pantallas de cine, y le fue muy bien, en Argentina estuvo en el top ten y, también, estuvo séptima en Arabia Saudí, por lo que, si bien son países diferentes, con historias y costumbres muy distintas, el cine te lleva a algo que une.

Hay películas que resisten el paso del tiempo, como Martín (Hache), estrenada en 1997, y Todo sobre mi madre, en 1999, por las que has recibido Premios Goya a "Mejor actriz protagonista", ¿qué te representan estos filmes?

¡Muchísimo! Considero que un actor o una actriz está dentro de una película para contar una historia, no para contarse a sí mismo ni para actuar solo, y tanto en Martín (Hache), como en Todo sobre mi madre, las historias eran extraordinarias para narrarlas, tan sutiles en un sentido, y tan universales en el otro. Recuerdo ambas como si se hubieran filmado ayer, rememoro sus días, sus noches, sus preguntas, sus miedos, sus felicidades, sus momentos más difíciles y los de mayor relajación. En el caso de Todo sobre mi madre, lo que más me sigue impactando, y eso es también una misión a futuro de Pedro (Almodóvar), es la sororidad entre mujeres y, por otro lado, en Martín (Hache) se aborda la dificultad de los vínculos.

A lo largo de tu trayectoria, ¿qué ideas se mantienen vigentes, que quizás reforzaste o potenciaste, y cuáles otras se modificaron?

La premisa fundamental es ir a jugar. Por supuesto que detrás hay herramientas para poder hacerlo, pero considero que la honestidad, la organicidad y el vínculo con los actores y directores en el trabajo, hacen que se arme una verdad que no sea modificada por nada. Yo creo que, cuando deje de tener ganas de jugar, en donde sea que actúe, se acaba todo, y eso es cuando te ponés mecánico y simplemente vas a decir la letra y punto. Por otro lado, se han modificado muchas cosas. Aprendí mucho de mí trabajando como actriz, porque se busca en una misma algo del personaje, y siempre se tiene, inclusive en un asesino, aunque no hayas matado a nadie, ni lo pienses, ni te pase nunca en la vida. Hay que tener la claridad de que el actor no puede juzgar a su personaje, entonces, si hay que hacer a un asesino, hay que encontrar las justificaciones de por qué hizo lo que hizo, ya que, si se lo juzga, no se está diciendo la verdad.