Adiós a Alice Munro, la ama de casa que fue Premio Nobel de Literatura

La escritora canadiense tejió su obra entre las tareas domésticas y la crianza de sus tres hijas. Empezó a publicar cuando tenía casi 40 años. Los críticos la definieron como la “Chejov canadiense” por sus historias de gente sencilla. Murió ayer a los 92 años.

La escritora canadiense Alice Munro murió este 14 de mayo de 2024 en un asilo de ancianos en Ontario. Tenía 92 años y padecía demencia desde hace una década. En 2013 ganó el Premio Nobel de Literatura y fue la primera autora de su país coronada con esa distinción. La Academia, a la hora de justificar el premio, la definió: “Munro es maestra del cuento contemporáneo” porque podía “acomodar toda la complejidad épica de la novela en sólo unas pocas páginas cortas”.

La escritora tuvo la capacidad de narrar historias de mujeres simples, la vida cotidiana de las personas que ella conocía en su Ontario rural. Mientras atendía la casa y criaba a sus tres hijas, la mujer escribía cuando le sobraba el tiempo. Por eso el cuento corto fue casi una fatalidad, una forma práctica de aprovechar los ratos libres. Pero esa capacidad de contar las cosas simples de la vida no la privaron de meterse en los vericuetos del alma humana y sus complejidades. Si bien no todo en su obra es autobiográfico, hay un tono, una forma que invita a creer que sí.

Sus obras se tradujeron al español de forma masiva luego de ganar el Nobel de Literatura 2013

Vínculos con la narrativa norteamericana

Tras su consagración con el Nobel, se publicó en español “La vida de las mujeres” (1973) una novela -una rareza en ella- que cuenta la vida de una niña del pueblo de Jubilee llamada Del Jordan, que disfruta las costumbres pueblerinas como ir a pescar al río y observa a los adultos con una mirada particular. Pronto se da cuenta de que al crecer deberá decidir entre una vida previsible de casa, matrimonio e hijos o cumplir otros sueños. En el comienzo de la novela la niña caza ranas en el río con el tío Benny, un personaje ermitaño que ni siquiera es un pariente de sangre, pero al que todos le dicen “tío”.

Ese mundo bucólico se emparenta con Truman Capote que, más al sur del continente, cerca del río Misisipi, escribe “Un recuerdo navideño” sobre un niño y su prima, con característica particulares como el tío Benny, que salen al bosque a escondidas de los mayores para buscar frutos para preparar tortas. Hay un sabor a nostalgia entre ambos textos que los emparenta.

Pero Alice Munro abreva en otras aguas y se confiesa admiradora de Flannery O’Connor, por ejemplo. Más allá de preferencias y afinidades hay una manera de narrar la infancia en los autores norteamericanos, en el sentido geográfico del término, que los caracteriza. Y es admirable.

Las repercusiones entre colegas y medios de comunicación

“Suelo escribir sobre gente que no tiene actividades particularmente emocionantes” señaló la escritora en una entrevista televisiva que se puede ver al pie de esta nota. Sin embargo, al leer sus textos el lector percibe que todo ser humano tiene algo especial. Será por eso que el diario estadounidense “The New York Times” escribió en el obituario que Munro “hizo de lo ordinario algo extraordinario”.

El maestro del terror Stephen King opinó en las redes que Munro fue “una de las mejores autoras del cuento corto”.

En tanto, el crítico literario Santiago Llach en su cuenta de X manifestó que “es difícil no quererla (…) Escribió en estado de bendición, ni maldita ni buenista, con la dosis justa de empatía y malevolencia".

El diario “El País” de Madrid recordó una charla en la que la autora canadiense expresó que “la felicidad constante es la curiosidad”. Y reconoció que pocas personas tienen un tesoro y deben aferrarse a él para que nadie se lo robe.

Alice Munro manifestó que siempre busco que el lector saliera de sus historias modificado, más allá de si hay o no un final feliz. Y lo consiguió con creces.