Un nuevo estudio a nivel global revela que las áreas protegidas están muy expuestas a la presión humana

El trabajo realizado por investigadores del CONICET fue publicado en la revista científica Nature Sustainability.

Científicos del CONICET revelaron por primera vez cómo la expansión de las áreas protegidas en las últimas tres décadas se ha logrado principalmente incorporando unidades pequeñas, perforadas, fragmentadas y altamente expuestas al entorno no protegido.

Las áreas protegidas desempeñan un papel fundamental en la conservación de la biodiversidad, la mitigación del cambio climático y la provisión de servicios ambientales críticos para los humanos que incluyen la provisión de agua de buena calidad, la regulación del clima local o la oferta de espacios de esparcimiento y apreciación de la naturaleza, entre otros. Sin embargo, científicos del CONICET han aportado nuevas evidencias que generan interrogantes sobre la capacidad de las áreas protegidas del mundo para garantizar sus funciones cuando se consideran en detalle sus actuales diseños geométricos.

Santiago Schauman, autor principal del estudio y becario doctoral del CONICET en el Grupo de Estudios Ambientales del Instituto de Matemática Aplicada de San Luis (IMASL, CONICET-UNSL), subrayó la importancia de evaluar la conservación de la naturaleza global desde el país: “A medida que aumentan las presiones humanas sobre los espacios naturales, numerosos acuerdos internacionales buscan avanzar en la conservación de la biodiversidad global. Uno de los hitos más significativos de estos acuerdos, del cual Argentina es signataria, consiste en proteger al menos 30 por ciento de la superficie terrestre para el año 2030”.

El estudio, publicado en la revista Nature Sustainability, proporciona un avance conceptual al cuantificar para todo el mundo el tamaño y la forma de las áreas protegidas con que los países del mundo conservan su naturaleza. Los investigadores analizaron la historia de designación de 178.322 áreas protegidas modernas (desde Yellowstone en 1872 hasta la actualidad) a lo largo de siete regiones culturales y 14 biomas, entre ellos selvas, bosques, desiertos y humedales.

Como resultado, identificaron una tendencia hacia la designación de áreas protegidas con superficies cada vez más pequeñas o formas intrincadas, y por ende altamente expuestas a los entornos desprotegidos. De manera preocupante, los autores destacan que las áreas protegidas relativamente más pequeñas y más expuestas se encuentran en los ambientes más críticamente amenazados.