Descubren un fenómeno físico que permitirá mejorar el pronóstico de tormentas y tornados

El estudio, del que participó un especialista del CONICET, brinda herramientas para afinar la previsión meteorológica.

Un estudio internacional, del que participó el investigador del CONICET Pablo Mininni, será útil para predecir mejor la probabilidad de tormentas y tornados y mejorar tanto el entendimiento del clima como la comprensión de los procesos que lo regulan.

“Para entender mejor estos fenómenos, hay que imaginarse cuando uno revuelve el té con azúcar. Este genera un gran remolino en la taza y luego ese ‘gran remolino’ produce remolinos más chiquitos que mezclan muy eficientemente el azúcar. Algo parecido ocurre en la atmósfera. Existe un mecanismo mediante el cual la circulación atmosférica en escala planetaria le entrega su energía a estructuras más chiquitas para que se formen tornados o tormentas”, ejemplificó Mininni a Prensa CONICET.

El trabajo realizado con colegas de Alemania, Francia y Estados Unidos comprobó empíricamente una teoría de setenta años de antigüedad: que, de modo inverso, pequeños y varios movimientos atmosféricos del orden de los 10 kilómetros por hora pueden ir juntándose y generar estructuras ordenadas como tormentas, tornados y otros fenómenos que alcanzan una extensión en escalas de l500 a 1.000 kilómetros.

“En 1950 se planteó la hipótesis que postula que movimientos realmente chiquitos, de 10 kilómetros, pueden autoorganizarse para generar una estructura muy grande en la atmósfera. En este nuevo trabajo, demostramos por primera vez que efectivamente ocurre esto y lo pudimos comprobar a través de estudios empíricos y de simulaciones con una supercomputadora”, aseguró el investigador.

A partir de esta investigación, sostiene Mininni, ahora se sabe que los dos mecanismos de formación de tormentas, tornados y otros eventos coexisten, es decir, que se pueden generar a partir de la suma de pequeños movimientos atmosféricos o bien a partir de estructuras de grandes movimientos atmosféricos que se van desordenando.

“Un pequeño cambio (en la atmósfera) te genera dos o tres días después un cambio grande en su estado, y eso hace difícil pronosticar si llueve o no llueve. Los resultados de nuestro trabajo pueden cambiar la forma en la cual se estima el error en el pronóstico y por lo tanto se puedan mejorar los cálculos”, destacó el investigador.