Crónica de una resurrección inevitable

Nehemías Zach, graduado de la Licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), reflexiona sobre el mito de que vivir en el extranjero es "fantástico" y argumenta por qué, pese a tener propuestas para trabajar en el exterior, elige volver a Argentina.

Por Nehemías Zach

Licenciado en Comunicación Social por la UNLaM

Hace algunas semanas, el actor Ricardo Darín alertó en una nota radial que “es muy difícil” vivir afuera del país. Su posición de que “no es nada fácil” estar en el extranjero se contrapone a la sensación actual de que todos los jóvenes buscan emigrar en busca de mejores oportunidades, o por lo menos cierta estabilidad económica.

Nadie puede negar la insoportable inflación que afecta día a día la calidad de vida de los argentinos de a pie. Por si fuera poco, los crecientes casos de inseguridad y violencia en las grandes ciudades y sus barrios completan el escenario de enojo y desesperanza. Sin embargo, lo más angustiante se vincula con la probada incapacidad de la clase política por atender la agenda de la ciudadanía.

Ante este panorama, siento la incontenible necesidad de compartir mi experiencia al respecto. Mi nombre es Nehemías y me encuentro finalizando un posgrado en Bogotá, Colombia. A pesar de que mi beca de estudio finaliza en julio próximo, durante el año que llevo en el exterior han surgido propuestas laborales y ofrecimientos para quedarme, lo cual agradezco infinitamente.

El escenario suele resultar tentador, y más teniendo en cuenta las noticias y comentarios que llegan constantemente desde nuestro país. Pero sólo este análisis, sin más, sería una falacia. Nadie discute que la economía y el bienestar material son una parte fundamental de nuestras vidas. Aun así, hay algo más poderoso para otras personas.

Pelearla, uno la va a tener que pelear en todos lados. Pero créanme que, si es con un ser querido al lado, cebándote un mate, es más llevadero. Afuera podés ganar estabilidad y hasta estar bien acompañado. Sin embargo, en algún determinado momento, serás consciente de que estás realmente solo. Solo y lejos, deseando cruzarte con alguien que comparta tu ironía. Buscando locales que emanen humo de parrilla. O escuchar, de casualidad, cualquier música nacional, aunque jamás te haya gustado.

He tenido la fortuna de haber recorrido varios países, en gran medida gracias a la educación pública gratuita. Y siempre concluyo con una idea compartida pero puesta muy poco en práctica por los dirigentes: tenemos todo para salir adelante. Por supuesto que otras posturas son entendibles y lejos estoy de criticarlas.

Estos son mis argumentos que inclinan la balanza hacia la decisión de volver. Pero me falta uno, quizás el más incierto e iluso, pero no menos importante. Nuestros abuelos atravesaron crisis y salieron adelante. Nuestros padres sufrieron, pusieron el pecho y volvieron a levantarse. ¿Cómo no voy a creer en una nueva resurrección de nuestro pueblo? Y allí elijo estar, con la resiliencia de los argentinos comunes y trabajadores.