La guerra y después: testimonios de excombatientes de Malvinas

Dos excombatientes de Malvinas, vecinos de La Matanza, visitaron los estudios de Radio Universidad para hablar de la tarea comunitaria que llevan a cabo. Para ellos, es una forma de agradecer a la sociedad el apoyo que recibieron mientras estaban en el campo de batalla.

“Millones de argentinos se despojaron de lo poco que tenían para mandarlo a las islas”, subraya Claudio Rodríguez, quien integró la Compañía A del Regimiento 3 de La Tablada.

De izquierda a derecha: Claudio Rodríguez (excombatiente), Daniel Artola y Daniel Ariza (integrantes del programa Sexto Día) y Eduardo Conde (excombatiente)

En tanto, Eduardo Conde, exmiembro del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 10 con asiento en La Tablada, manifiesta que hubo un tiempo oscuro  de “desmalvinización” de la sociedad que se modificó para bien con el paso de los años. Por eso, cuentan sus experiencias antes diversos públicos para que la llama de Malvinas no se apague.

En ambos casos se observan ejemplos de superación personal que los llevó a continuar sus vidas en lo laboral y personal. Sin embargo, otros camaradas no tuvieron la misma suerte. “El período posterior a Malvinas fue más difícil que la guerra en sí misma. No conseguíamos trabajo, éramos los loquitos y tuvimos 450 suicidios de compañeros”, describe con dolor Claudio.

Pese a que “la guerra vuelve todas las noches en forma de ruidos”, ambos combatientes apuestan a la esperanza.

En ese sentido, Eduardo cuenta su vivencia personal. “Yo dejé mi juventud en Malvinas. Al regresar al continente no tenía 18 años, me sentía de 50. Pensaba que había perdido la juventud”, confiesa. Pero ese sentimiento cambió al regresar al archipiélago en 2017 gracias al apoyo económico de un amigo.  “Busqué una forma de sacarme esa mochila pesada, volví a los lugares donde combatí y esa juventud que creía perdida volvió a mí”, afirma.

Presente y futuro

Para seguir adelante, muchos excombatientes encontraron en el trabajo desinteresado por la comunidad una manera de espantar esas sombras de la guerra.

Por eso convocan a actividades solidarias que se ven reflejadas en ayudas a escuelas humildes. Ya han viajado en varias oportunidades con donaciones a una escuela de Isla Verde, Loreto, Santiago del Estero. “Son lugares que funcionan como casa, escuela y comedor”, detalla Claudio, en alusión a que los alumnos pasan largos períodos porque viven lejos.

En la actualidad, la labor se extendió a otros dos establecimientos en Santiago del Estero y dos en Tucumán. En el plano local colaboran con la sala de pediatría del Hospital Paroissien y con comedores matanceros.

La charla abunda en anécdotas duras sobre el combate y llega hasta la crudeza de los castigos de los superiores por el simple hecho de reclamar por comida. También, queda el orgullo del reconocimiento del enemigo por el valor en el frente. “Cuando terminó la guerra los ingleses nos llevaron al continente en el buque Camberra. Uno de los mercenarios que combatió para el Imperio Británico creía que éramos profesionales y nos felicitó cuando supo que éramos simples soldados conscriptos de 18 años”, evocó Claudio.

Ambos veteranos de guerra, generosos, entregaron a este medio una bandera argentina como obsequio. La bandera que desean volver a ver flameando en tierra malvinense.