¿Jorge Luis Borges fue libertario?

La política no fue unos de sus temas centrales, aunque tuvo posturas firmes y polémicas. En esta nota, trataremos de descifrar ese otro laberinto borgeano mientras el clima de época rescata el anarquismo.

Por Daniel Artola

El escritor fallecido el 14 de junio de 1986 en Ginebra, Suiza, había elegido ese país para pasar sus días finales porque era un lugar conformado por inmigrantes de distintas nacionalidades que habían decidido “ser suizos”. Y en esa declaración surge una clave para empezar a desandar el recorrido ideológico del autor de “El Aleph”: Jorge Luis Borges rechazaba el nacionalismo y el concepto de fronteras. Suiza fue parte de su formación escolar cuando vivió en Europa con su familia en la década del ´10 del siglo pasado.

Aquel joven “Georgie” fue contemporáneo a la Revolución Bolchevique de 1917 con la caída de los zares, la irrupción del proletariado y el comunismo. Si bien siempre trató de ser discreto y no mezclar la literatura con la ideología, ese fervor se plasmó en unos versos de su etapa ultraísta, que tienen dos versiones. Una de ellas corresponde a la revista “Ultra” de Madrid, del 17 de marzo de 1921.

La familia Borges en Ginebra, 1915.

Guardia Roja 
El viento es la bandera que se enreda en las lanzas
La estepa es una inútil copia del alma

De las colas de los caballos cuelga el villorrio incendiado.
La planicie rendida
no acaba de morirse

Durante los combates
el milagro terrible del dolor estiró los instantes
Ya grita el sol
Por el espacio trepan hordas de luces.
En la ciudad lejana
donde los mediodías tañen los tensos viaductos
y de las luces pende Jesús-Cristo
como un cartel sobre los mundos
se embozarán los hombres

en los torsos desnudos.

Según el profesor, escritor y director de cine Sebastián Cardemil Muchnik, don Jorge Luis renegaría de esa etapa. Ya de regreso a Argentina en la década de 1920, Borges participa del movimiento cultural porteño en una sociedad en ebullición por los cambios sociales y transformaciones que se alejaban del recuerdo que se había llevado de su ciudad. Integra el grupo Florida, mientras que por otro lado estaba el grupo Boedo. Con diferencias estéticas e ideológicas, pero, quizá, en el fondo esos autores estaban unidos por la pasión por las letras. “Me pusieron ahí”, contó Borges sobre su participación con los escritores de Florida, según narra Muchnik.

Ese grupo estaba compuesto por Ricardo Güiraldes, Victoria Ocampo, Oliverio Girondo y Norah Borges, entre otros. En el otro sector aparecían Leónidas Barletta y Roberto Arlt, por ejemplo. Pero las diferencias permitían los buenos modos y los gestos amigables. Ricardo Güiraldes tuvo un papel decisivo para que Arlt publicara su primera novela, “El juguete rabioso”, ya que le sugirió ese título en vez del original, que era “La vida puerca”. Aunque parezca mentira, Arlt fue secretario de Güiraldes. El joven proletario y el señor perteneciente a una familia de hacendados en los pagos de San Antonio de Areco. Además, tanto “El juguete rabioso” como “Don segundo sombra” de Güiraldes aparecieron en 1926 y fueron las grandes noticias literarias de aquel momento.

Simpatía por “El Peludo”

En esos años, Hipólito Yrigoyen, el caudillo radical, era muy popular y despertaba adhesiones en los sectores humildes. Fue presidente entre 1916 y 1922 y luego volvería a la Casa Rosada en 1928, pero su segundo mandato se truncó por un golpe militar. Cuenta Muchnik en su canal de YouTube que los hermanos González Tuñón le transmitieron a Borges el entusiasmo por Yrigoyen, a quien lo apodaron “El Peludo”. Los versos del autor de “Ficciones” dieron cuenta de aquella adhesión en el libro “Cuaderno de San Martín”.

En una parte del poema “Fundación mítica de Buenos Aires”, apuntó:

El primer organito salvaba el horizonte

con su achacoso porte, su habanera y su gringo.

El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen,

algún piano mandaba tangos de Saborido.

Para Muchnik, este joven Borges se acerca a los sectores populares con este tipo de versos y también con los cuentos de cuchilleros, gauchos y guapos. Pero, a su vez, es capaz de escribir cuentos más complejos.

Según el especialista, algo cambia en Borges cuando publica “Poema conjetural”, donde Francisco Narciso de Laprida narra su propio asesinato con “el íntimo cuchillo en la garganta” a manos de los bárbaros, los gauchos. Se ubica entonces en la dicotomía sarmientina del libro “Civilización y Barbarie”. Recordemos que para Borges fue un error que el “Martín Fierro” le haya ganado al “Facundo” como libro fundacional de la patria. “Ahí aparece el concepto de los otros”, dice Muchnik.

Poema conjetural (fragmento)

Zumban las balas en la tarde última.

Hay viento y hay cenizas en el viento,

se dispersan el día y la batalla

deforme, y la victoria es de los otros.

Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.

Yo, que estudié las leyes y los cánones,

yo, Francisco Narciso de Laprida,

cuya voz declaró la independencia

de estas crueles provincias, derrotado,

de sangre y de sudor manchado el rostro,

sin esperanza ni temor, perdido,

huyo hacia el Sur por arrabales últimos.

Antiperonista sin contemplaciones

Borges nunca disimuló su rechazo al movimiento popular que llegó al poder por medio del voto en 1945. A esa etapa la llamó “la dictadura” durante toda su vida. Convengamos que por esa postura el gobierno de Perón le dio un cargo de “inspector de aves” como forma de escarmiento. Para el autor de “Funes el memorioso”, el justicialismo se emparentaba con los gobiernos autoritarios. La crítica a este movimiento que marcó la vida del país se plasmó en algunos textos.

Por aquellos años 40 del siglo pasado, Borges firmó proclamas a favor de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial cuando Argentina mantenía su neutralidad.

Guerra de Malvinas y el regreso de la democracia

Después, hay una etapa del Borges como “hábil declarante” en los medios de comunicación donde pone en duda a la democracia, le acepta una invitación a almorzar del dictador Jorge Rafael Videla junto a Ernesto Sábato y recibe la condecoración que le dio el dictador chileno Augusto Pinochet. Estos episodios le costaron el ninguneo del Premio Nobel de Literatura.

Siempre en estas cuestiones hay matices, claroscuros, ni blanco ni negro. Borges firmó una solicitada por los desaparecidos en plena dictadura que apareció en Clarín en 1980. Luego, concurriría como oyente al Juicio a las Juntas y había mostrado su espanto por la Guerra de Malvinas. De pronto, ese señor mayor y escéptico volvía a creer en la democracia en la figura de Raúl Alfonsín.

Cementerio de Darwin.

Juan López y John Ward

Les tocó en suerte una época extraña.

El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.

Un escritor anarquista

Borges, al fin de cuentas, fue de ideas conservadoras: si hasta se afilió a un partido político de esa línea. Pero tuvo un espíritu anarquista heredado de su padre, Jorge Guillermo. Ambos leyeron a Herbert Spencer, definido como el creador del anarquismo individualista. “El argentino es un individuo, no un ciudadano”, señaló don Jorge Luis.

Más allá de las opiniones políticas, queda la obra literaria, que ha sobrevivido a las distintas tensiones del país. Ya nadie lo discute como en los ´60 y hasta aquellos que están en las antípodas de su ideología lo leen con admiración. Lo bien que hacen.