Prejuicios e idealizaciones sobre las madres

El psicólogo Giancarlo Quadrizzi analizó las “luces y sombras” que existen sobre el concepto de una mamá y cómo afectan en los festejos por el Día de la Madre.

Por Giancarlo Quadrizzi*

Hace unos días analizamos un trabajo sobre masculinidades que se está realizando en un instituto cerrado y los jóvenes -que están en un espacio donde la masculinidad más tóxica se puede producir- decían “Los varones no lloramos porque los varones somos fuertes”. Ahí, se dio un instante de reflexión donde se arrepintieron con un “No, no, no: los varones no lloramos, salvo cuando le pasa algo a nuestras viejas”. Si le pasa algo a tu vieja, ahí podés llorar con compañía.

Una madre es un portal que comunica. Hay un lazo muy visceral, inmediato, de continuidad, porque todos fuimos una continuidad de nuestras madres. De hecho, ellas también lo fueron de las suyas y, cuando estuvieron en la panza, el óvulo que nos iba a tener a nosotros ya existía en ellas.

Todo esto genera una idealización de la madre que, si bien genera ternura y un amor incondicional, por algún lado oculta otros aspectos que son duros, inclusive para las madres: cuando una madre se siente agobiada y fastidiada por no poder darle la teta al nene, se siente mal por no cumplir con el instinto materno.

Mi abuela decía “A un árbol que no da frutos hay que cortarlo”. Por eso, una cosa es ser madre donde toda la sociedad espera de la mujer que sea madre y es esencial, y otra es la situación actual, donde algo de esto se mantiene, en lo más mínimo y quizás no en los discursos más racionales, pero que se suma a la doble y triple jornada laboral de las mujeres.

En “Los arquetipos de la madre”, Carl Gustav Jung, un colega de Sigmund Freud, si bien pone en agenda las luces, la idealización y lo contenedor de una mamá, también habla de las sombras de esta cara. Los símbolos más poderosos de la humanidad se caracterizan por decir una cosa y la contraria al mismo tiempo; como la cruz, que muestra la vida y la muerte en simultáneo.

Es así que Jung ve en la madre lo oscuro que está invisibilizado, donde la persona que te puede dar la vida también es la que puede negártela, quitártela, arruinártela, y no satisfacer tus necesidades. Lo interesante es que esto se encuentra en el mismo arquetipo, está presente, y cuando uno no lo visibiliza, y no sabe que esta luz tiene sombras, las padece.

Cuando hacemos de la madre un ser biológico absoluto, aunque en realidad es un ser social y parcial, generamos una serie de agujeros en la legislación, en los programas de salud, en las intervenciones, en las formas que tenemos de vincularnos, que obstaculizan, por un lado, el rol de la madre, y, por el otro, el ejercicio del rol de la paternidad.

Los esquemas que tenemos para percibir las realidades son estos, donde en el triángulo edípico de Freud, de la nena de papá y el nene de mamá, la madre representa la continuidad de amor y de paz y el padre, el límite y la disciplina. Es un problema de las conceptualizaciones de la realidad, y que, si las cambiamos, podremos construir próximos Días de la Madre sin tanta presión sobre las mamás, y próximos Días del Padre con más lugar para paternidades más tiernas.

*Psicólogo