“Historia de una trabajadora sexual”: un libro de experiencias en primera persona y sobre el estigma social

Escrito por la secretaria general de la Asociación de Meretrices de Argentina, Georgina Orellano, está compuesto por relatos colectivos que visibilizan la realidad del trabajo.

La secretaria general de la Asociación de Meretrices de Argentina, Georgina Orellano, presentó su libro Puta feminista: historia de una trabajadora sexual, una colección de historias colectivas y un repaso en primera persona sobre su propia experiencia como trabajadora sexual, los intereses de quienes ejercen esta actividad y un análisis del imaginario social que se construye sobre el rubro.

En comunicación con Radio Universidad, Orellano recordó que comenzó a escribir sus experiencias, que posteriormente conformaron el libro, durante su proceso de vinculación y politización con el Sindicato: “Cuando queríamos contar nuestra realidad en espacios feministas había mucha resistencia, por eso empecé a compartir mis historias en las redes y aproveché para contar la solidaridad y el cuidado que mantenemos entre nosotras y las estrategias que fuimos conociendo a partir de tener conocimiento de nuestros derechos”.

Asimismo, destacó que el libro es “una herramienta muy importante para que se conozca nuestra realidad” ya que permite que “circulen voces que constituimos desde la primera persona, a una demanda histórica hacia el Estado, que es el reconocimiento de los derechos laborales”. Además, Orellano expresó que los modelos jurídicos pensados, tales como la regulación, reglamentación, abolición o prohibición del trabajo sexual, “nunca vienen acompañados” de derechos.

¿Hay poder de elección?

La secretaria general de la AMMAR explicó que, una de las principales problemáticas, es lidiar con el estigma social: “Pasé ocho años en la total clandestinidad de mentirle a mi entorno y no contarle a qué me dedicaba realmente”. Al ser consultada sobre si realmente se puede elegir el trabajo sexual, Orellano comentó que “hay muchos otros que no se eligen verdadera o libremente” debido a que “están condicionados por la clase social, el color de piel y la necesidad imperiosa de tener dinero para sobrevivir al sistema”.

“Quieren abolir un solo trabajo. Hay muchos otros que no se eligen libremente, pero no hay ningún sector del feminismo que, por ejemplo, quiera abolir el trabajo doméstico, sino que se busca ampliar sus derechos. Creemos que la misma vara debería aplicarse para las trabajadoras sexuales. El corte es moral, hay una mirada muy sagrada de la sexualidad, y no escapa a las que están presentes en sectores feministas y progresistas, que piensan que no puede ser considerado nunca un trabajo digno”, expresó.

Sin embargo, destacó que ha habido avances y que, actualmente, “hay más visibilidad”. “Cuando empecé a ejercer, no sabía que había un sindicato ni tenía la posibilidad de escuchar a otras trabajadoras. La organización tiene 28 años y, de a poco, hay una transformación social gracias al impulso que hicimos para que se conozcan nuestra realidad, demandas y existencias”, finalizó.