Los magnicidios e intentos de asesinato a líderes que conmocionaron al mundo

Desde el ataque fatal a John F. Kennedy hasta la muerte del exprimer ministro japonés en julio pasado, un repaso de los hechos que marcaron la historia.

Tras la consternación que causó el atentado a Cristina Fernández de Kirchner en la puerta de su domicilio en Recoleta, se pueden recapitular algunos magnicidios o intentos de asesinatos a líderes mundiales a través de la historia, desde el asesinato a John F. Kennedy hasta hoy.

Aquel viernes 22 de noviembre de 1963, en Dallas, el exmarine y empleado de un almacén, Lee Harvey Oswald, le disparó con un rifle al 35° presidente de los Estados Unidos, mientras circulaba en un coche presidencial descapotable por la Plaza Dealey. Kennedy fue el cuarto mandatario estadounidense asesinado, sumándose a la lista integrada por Abraham Lincoln, James Abram Garfield y William McKinley.

Ronald Reagan pudo haber sido el quinto. El 30 de marzo de 1981, a la salida de una conferencia en el Hotel Hilton de Washignton, el novel presidente -llevaba 69 días en el cargo- fue interceptado por John Hinckley, quien le disparó seis veces con un revólver Röhm RG-14. Reagan sufrió una importante hemorragia interna y estuvo 13 días internado en un hospital.

El mismo año, unos meses después, el presidente de Egipto, Anwar el-Sadat, fue acribillado por seis soldados de su país en un desfile por la conmemoración de un acuerdo de paz con Israel. En 1978, el-Sadat había acordado con Israel la devolución del Sinaí y, a su vez, reconoció al país como Estado. Este manifiesto fue condenado por el mundo árabe y el 6 de octubre de 1981 se llevó a cabo el magnicidio en El Cairo.

Casi por los mismos motivos, el 4 de noviembre de 1995, el primer ministro israelí Isaac Rabin fue ejecutado de un disparo por la espalda por el estudiante judío extremista Yigal Amir, en el marco de un acto multitudinario en la plaza de los Reyes de Tel Aviv a favor de la paz con Palestina. Unos años antes, Rabin había acordado, en Oslo, con el líder palestino Yasser Arafat el fin de la lucha armada.

Mucho más acá en el tiempo, Haití y el continente se conmocionó con el asesinato del presidente Jovenel Moïse, quien se encontraba en su residencia cuando un grupo armado ingresó y lo acribilló, en medio de una crisis institucional y política trepidante. La primera dama ​Martine Moïse fue hospitalizada debido a las heridas sufridas durante el ataque y sobrevivió.

En julio de este año, en Japón, durante un acto público en el que pronunciaba un discurso en la ciudad de Nara, fue asesinado el exprimer ministro Shinzo Abe, quien estaba en campaña previo a las elecciones para la cámara alta del parlamento.

Los frustrados ataques en Argentina

Los atentados a presidentes, líderes y personalidades de la política en el país se remontan al siglo XIX. El 27 de marzo de 1841, en la casona de Palermo donde vivía Juan Manuel de Rosas, llegó un obsequio de parte de la Sociedad Real de Anticuarios del Norte. En su principio, se trataba de una caja de madera con medallas.

Sin embargo, el paquete fue interceptado por un grupo de unitarios que extrajo las medallas y colocó 16 cañoncitos cargados con balas, que se dispararían en todas direcciones cuando se levantara la tapa. Este procedimiento lo realizó Manuelita Rosas, hija del gobernador de la provincia de Buenos Aires, pero el mecanismo no se activó y, “La Máquina Infernal”, aún hoy se conserva en el Museo Histórico Nacional.

En el siglo XX, el 24 de diciembre de 1929, el anarquista Gualberto Marinelli intentó matar al presidente Hipólito Yrigoyen, quien segundos antes había salido de su domicilio de la calle Brasil y se dirigía hacia la Casa Rosada. El agresor fue abatido tras recibir cinco disparos de la custodia presidencial.

El lunes 19 de mayo de 1986, unos meses después de las condenas a las Juntas Militares, el presidente Raúl Alfonsín visitó el Cuerpo de Ejército III para dirigir unos ejercicios militares de rutina en esa unidad y conversar con los jefes. Sin embargo, el oficial de la policía provincial Carlos Primo descubrió algo que activaría todos los protocolos de seguridad en una calle por la que tenía que transitar el auto presidencial.

Dos cables negros salían de una alcantarilla, los cuales estaban unidos a un detonador pasible de ser operado por control remoto. Del otro extremo había una bala de mortero de 120 milímetros, con dos kilos y medio de TNT en su interior y, adosados, un par de tanques de combustible y dos panes de trotyl de 450 gramos cada uno. El artefacto fue desactivado y retirado del lugar (retenido para posteriormente sea entregado a la justicia) antes de la visita oficial…