La diplomacia, un vehículo de la promoción personal de Javier Milei
Gabriel Puricelli, analista internacional, sociólogo y docente de la UBA, analizó en Radio Universidad la decisión del Presidente Javier Milei de echar del Gobierno a la canciller Diana Mondino, luego de que Argentina votara en la ONU a favor de que se levante el embargo económico que pesa sobre Cuba y que solo cuenta con el respaldo de Estados Unidos e Israel.
Por Gabriel Puricelli*
Lo primero que queda en evidencia es la visión completamente ideologica de las relaciones exteriores de Argentina que promueve el Presidente. Esto porque Argentina votó en la Asamblea General de la ONU en contra del bloqueo a Cuba como lo viene haciendo sistemáticamente desde 1992 bajo gobiernos de todos los colores políticos, con lo cual que se tome eso como razón para despedir a la canciller implica una ruptura no ya con la posición de política exterior de algun gobierno progresista argentino anterior, sino una ruptura con una tradición que fue tanto la de gobiernos progresitas como conservadores en nuestro país.
Que se trate de esta cuestión en particular implica también que el gobierno en esta división ideológica de un mundo que el Presidente cree que todavía vive en la Guerra fría como si el Muro de Berlín no hubiera caído hace 35 años implica debilitar la posición de nuestro país frente a cuestiones que son prioritarias en los foros multilaterales. Cuba controla la vicepresidencia del comité de descolonización donde todos los años se discute la cuestión de la soberanía de Malvinas, con lo cual mostrarle a ese país una posición hostil por un tema en el que hay prácticamente unanimidad, porque votaron 187 países en la misma línea, es no solo tener un pensamiento anacrónico, sino también reñido con los intereses permanentes de la República Argentina.
Estados Unidos encaró esta votación como la viene encarando hace años, sabiendo que va a estar en una posición minoritaria. Como imaginarán, entre los 187 países están absolutamente todos los aliados de Estados Unidos con la excepción de Israel que es el único que lo acompaña en esta decisión. Los aliados más cercanos a Estados Unidos hace muchísimos años que vienen votando en contra de los Estados Unidos en esta cuestión específica y eso no ha dañado la relación bilateral con esos países. Creer que renegar de ese voto que le costó el puesto a Diana Mondino va a significar un mayor acercamiento a los Estados Unidos es francamente no saber hacer el uno más uno de la diplomacia internacional.
No hay que confundir el pragmatismo con la desesperación. Lo que se aplica al caso de la relación bilateral con China es la desesperación de un gobierno que tiene reservas negativas en el Banco Central y que estaría enfrentando mañana mismo con una crisis financiera si no contara con el swap que tiene con el Banco Popular de China. Entonces, en ese caso, efectivamente se deja por un instante la ideología de lado, pero la ideología está absolutamente presente en todas las otras acciones de política exterior incluyendo reiterados votos de Argentina en cuestiones de género, no solo en la ONU, sino también en el G20 donde recientemente Argentina se negó a firmar un documento que firmó hasta Arabia Saudita, un país en donde hasta hace poquito a las mujeres no las dejaban tener licencia de conducir.
Este nivel de ideologización y de abandono de los intereses nacionales y materiales del país como este no se ve en ningún país democrático del mundo, por eso Argentina termina votando en cuestiones de género junto con Afganistan, Rusia, esta es la política exterior argentina, hay un alineamiento proclamado con Estados Unidos, aunque es un alineamiento personal del Presidente con Donald Trump. Está llamando a las cosas por nombres que no tienen, esto es otro elemento de la política exterior que hay que subrayar muy fuertemente: dejamos de tener una política exterior para la República Argentina para transformar esta diplomacia en un vehículo de la proyección y promoción personal de Javier Milei, autopercibido líder mundial de las ideas de la libertad.
Esperemos que sea simplemente un exceso retórico porque si esto se pusiera en práctica sería una persecución política del personal permanente del Estado argentino, en este caso la diplomacia profesional que no se ha visto nunca durante un gobierno democrático. Lo que el comunicado de la llamada Oficina del Presidente de la República (que hay que recordar que es una organización fantasmagórica porque la Oficina del Presidente no existe en el organigrama del Estado Argentino, sino que es un invento que empezaron a hacer los seguidores del Presidente, incluso antes de que asumiera el Presidente) hace es llamar auditoria a algo que no tiene nada que ver con auditorias, sino que es un eufemismo para amenazar con persecución política porque una auditoria es controlar si por cada gasto que se ha hecho en una dependencia pública hay un respaldo en forma de remito o factura, es un mecanismo por el cual se verifica si se siguieron los procedimientos administrativos correctos para llamar a una licitación, eso es una auditoria. Ahora, controlar las ideas de los agentes estatales, sean diplomáticos, funcionarios de la AFIP o la persona que nos atiende en la ventanilla de una oficina pública, no es una auditoría, por más que lo llamen con ese nombre en esta entidad fantasmagórica.
*Analista internacional, sociólogo y docente de la UBA.