El día que Bergoglio visitó la cancha de Lafe
El 30 de octubre de 2005, el por entonces arzobispo de Buenos Aires fue invitado a participar del Primer Congreso Eucarístico Diocesano. El Padre Darío recordó aquella jornada.
Foto: Parroquia Nuestra Señora de Luján de Laferrere
Entre octubre de 2004 y 2005, el Papa Benedicto XVI decretó “Año de la Eucaristía” y monseñor Juan Horacio Suárez, obispo de Gregorio de Laferrere, propuso realizar el Primer Congreso Eucarístico Diocesano en el estadio de Deportivo Laferrere. Darío José De Fina, hoy cura párroco de San Carlos Borromeo de Isidro Casanova y por entonces sacerdote en Nuestra Señora de Luján de Gregorio de Laferrere, estuvo presente y recordó aquella jornada inolvidable.
“Me acuerdo de que hice algunas ponencias y en la misa de cierre se lo invitó al cardenal (Jorge) Bergoglio. Había muchísima gente y recuerdo que vino de una manera muy sencilla. Ahí nos cruzamos un saludo y nada más”, relata sobre su encuentro con quien, años más tarde, sería el Papa Francisco.
“Sin embargo, en otra oportunidad tuve que ir a buscar una documentación a la curia del Arzobispado de Buenos Aires y supuse que me iban a entregar los papeles quienes estuvieran en la oficina. Pero, cuando llego, me dicen: ‘Suba que lo están esperando’. Y era Jorge quien me estaba esperando en su despacho. Eso me asombró porque no lo esperaba. Tuvimos una charla breve pero muy cordial”, conmemora.
Y agrega: “La considero una persona muy generosa e heroica. En las jornadas de las peregrinaciones a Luján, estaba toda la noche confesando a los fieles. Eso es muy valioso, estar atendiendo a todas las personas que iban caminando. Y destaco que, en sus últimos momentos, haya salido a saludar por Pascua y dar la bendición final”.
El legado de Francisco
Consultado sobre el significado de haber tenido un Papa argentino, el Padre Darío destaca: “Fue un incentivo para muchos. Esa cercanía con la gente y con los lugares periféricos, como él decía, lo motiva a uno como sacerdote a no quedarse sentado ni quieto. Y lo incentiva a buscar el bien espiritual de la gente, que es lo más importante y a lo que estamos destinados: buscar la gloria de Dios y la salvación de los hombres”.
Por último, el religioso pregona: “Pido por su eterno descanso, que el Señor lo reciba, lo premie, y pido por el futuro de la Iglesia, que seguramente, con nuestra oración, hará cosas muy grandes”.