Manuel Peyrou, el policial a la criolla

El autor nació en la ciudad de San Nicolás en 1902 y murió en Buenos Aires en 1974. Fue periodista de “La Prensa” y “Crítica” y escribió cuentos y novelas de una gran originalidad. Ediciones del Zorzal reeditó este año su obra, que consta de diez libros y lo colocó entre los grandes nombres de la literatura local.

Por Daniel Artola

El policial fue considerado, en un principio, un género menor, alejado de la literatura “seria”. Pero, con el tiempo, esta apreciación cambió, en parte, gracias a enormes escritores que lo elevaron a los niveles de excelencia de la literatura universal. Entre la literatura inglesa y la norteamericana se pueden repartir el padrinazgo de títulos inolvidables, pero, claro, el fervor por el policial tiene buenos representantes en cualquier parte del globo.

En Argentina, la tradición está llena de nombres gloriosos. Uno de ellos es el de Manuel Peyrou (San Nicolás, 1902 - Buenos Aires, 1974). Publicó desde los años 40’ cuentos y novelas de una originalidad destacable, en editoriales como Sur y Emecé, inspiradas en la resolución del enigma, a lo Sherlock Holmes, pero sin pipa ni Watson. Plantó situaciones cotidianas que se transformaron en escenarios de crímenes y los resolvió apelando a la observación de los detalles y los personajes con la precisión de un entomólogo.

Gracias al interés de Ediciones del Zorzal, su obra fue reeditada este año para regocijo de los lectores que lo conocían y, también, para las nuevas generaciones que no sabían de él, o por caso oyeron hablar de él como integrante de la intelectualidad que orbitaba con peso propio alrededor de Jorge Luis Borges, Aldolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo.

Peyrou fue muy amigo de Borges, o el otro gran amigo, si se tiene en cuenta la relación más conocida con Adolfo Bioy Casares. El escritor solía asistir a las cenas en la casa de los Bioy-Ocampo, que pasaron a la historia en los diarios que escribió el anfitrión.

Se recibió de abogado y fue periodista de los diarios La Prensa y Crítica. Cabe recordar que el diario fundado por Natalio Botana en 1913 fue un precursor de las noticias policiales basadas en una técnica de narración que, hasta ese momento, no existía, según dicen los especialistas.

Entre los títulos destacados se encuentran La espada dormida, una serie de cuentos policiales publicados en 1944; la novela El estruendo entre las hojas, conocida cuatro años más tarde; y La noche repetida, de 1953. Sus cuentos aparecieron en antologías editadas en distintos países.

Los textos de Peyrou son sintéticos y van al hueso. En ese sentido, el responsable de la edición y licenciado en Letras Héctor Monacci definió el estilo del autor como “clásico” y “más llano que el de Borges”. Si bien trabajó la línea del enigma, no se quedó con detalles que pudiesen distraer y crear una expectativa con sutilezas y personajes curiosos.

Borges escribió sobre su amigo en un artículo aparecido en el diario español El País llamado “Evocación de Manuel Peyrou”, del 16 diciembre de 1985: “En sus primeros textos, como todo escritor que no es un irresponsable, Peyrou trató de ser Chesterton o una escéptica variante de Chesterton”.

El autor de El Aleph lo describió en la misma nota como “el hombre más reservado que conocí”. Esa definición se puede completar con un detalle que el mismo Borges había comentado años antes en el programa “A fondo”, de Televisión Española (TVE): “Peyrou se olvidó de contarme que se había casado”, señaló sin reproches.

Sin embargo, ese olvido no deterioró la amistad porque, de haberlo hecho, don Jorge Luis no le hubiese dedicado un poema, luego de su muerte, que reza:

Tuyo fue el ejercicio generoso

De la amistad genial. Era el hermano

A quien podemos, en la hora adversa,

Confiarle todo o, sin decirle nada,

Dejarle adivinar lo que no quiere

Confesar el orgullo.