Laura Oliva: “Escribir implica una enorme conciencia de perder el control”

La actriz debuta como dramaturga con la obra "El Recurso de Amparo", presentada en el Centro Cultural 25 de mayo. Se refirió a sus motivaciones para volcarse a la creación de un hecho artístico desde lo literario y a los aprendizajes del proceso. Las referencias personales a la hora de idear la pieza teatral y su incursión en géneros que se encuentran alejados de la comedia.

Laura Oliva

Crédito Foto: Nacho Lunadei

Más allá de las singularidades de cada actriz para la construcción de un personaje dentro de una obra teatral, una de sus iniciales- y principales- referencias es el guion, generalmente escrito por otra persona. A lo largo de su vasta trayectoria artística, Laura Oliva, a través de la actuación, ha interpretado múltiples personajes en el escenario, sin embargo, esta vez experimenta una nueva faceta: la de dramaturga.  

Su debut en el nuevo rol sucede a través de la puesta escénica El Recurso de Amparo, que dirige Javier Daulte y se presenta los martes a las 20 en el Centro Cultural 25 de Mayo, ubicado en Avenida Triunvirato 4.444, Capital Federal. En la obra, Ofelia inicia un juicio contra su madre, a quien se la acusa de haber causado la temprana muerte a su otra hija, Elizabeth. En el proceso, aparecen miradas subjetivas sobre los hechos, que se entrecruzan y chocan unas con otras.

¿Qué te motivó a incursionar en la dramaturgia?

En realidad, escribir es un hobbie, por llamarlo de alguna manera, que tengo desde siempre. Ahora estoy estudiando un poco más concienzudamente, pero siempre estuvo ahí dando vueltas como método de bajar ideas, aclararme yo misma y sacar de encima algunas cosas. En cuanto a El Recurso de Amparo sentí que necesitaba ayuda para que eso tomara una forma, quizás un poquito más profesional, ya que había una estructura que por ahí yo no conocía sobre cómo escribir realmente una obra de teatro, que tuviera una progresión, un conflicto, y todo lo que se necesita. Entonces, entré al taller de dramaturgia de Javier Daulte con esta idea que hacía añares tenía en mi cabeza respecto al juicio a esta madre, y ahí se desarrolló.

¿Cuánto influyó tu oficio como actriz para el ejercicio de este nuevo rol?

¡Muchísimo! De hecho, hay una devolución que en algún momento me hizo Javier en cuanto a que el actor ya tiene una especie de gimnasia de escuchar a los personajes en su cabeza. Siempre digo que acepto los papeles cuando a los diez minutos de arrancar a leer la obra me empiezo a escuchar a mí misma diciendo los textos, cuando me sucede eso digo '¡Esto lo tengo que hacer!'. Uno como actor tiene la costumbre de entrar en la cabeza de los personajes que, en realidad, es lo que se necesita para escribir dramaturgia, tener en cuenta los puntos de vista de cada uno de los papeles y escribirlos dándoles una voz. En ese sentido el oficio del actor ayuda muchísimo.

¿Y qué herramientas adquiriste como autora?

Las que descubrí son más para la vida que para la profesión, aunque por supuesto todo suma a la profesión. Lo que tiene escribir, ponerle el punto en Word y entregar el archivo es una enorme conciencia de perder el control, es el camino inverso a la actuación. En la actuación uno recibe un material que otro escribió, y se apropia de ese texto, lo transforma, lo digiere, hace con eso todo un trabajo. El otro rol implica justamente todo lo contrario, uno escribió algo en el papel, pero, después, la gente que lo tome, como son el director y los actores, van a hacer una reinterpretación de eso, y uno debe quedarse al margen, sobre todo habiendo entregado el material a personas como Daulte o el elenco de El Recurso de Amparo. Es una sensación fuerte la de decir 'Esto ya no me pertenece', y es un gran aprendizaje para la vida soltar el control de lo que uno pensó sobre eso y aceptar lo que considera el otro.

¿Qué complejidad te implicó plasmar, en el marco de la ficción, tu propia historia de vida? 

Tuvo más complejidad a nivel estructural, de algo que se cuente bien, que vaya para adelante, que se universalice, porque mi gran preocupación era no escribir una obra sobre mi historia de vida. Lo que hice fue utilizar un punto de partida, algo quizás más autorreferencial, pero intentar transformarlo en algo universal, que genere empatía para cualquier persona, y no importa si sabe, o no, cuanto de real hay en el relato. En dramaturgia, y en general cuando uno escribe, cada vez se hace más grande la diferencia entre historia y relato, y así debe ser. La historia es lo que pasó, 'el dato duro', por ejemplo, 'Venía caminando, me tropecé con una piedra, me caí y me rompí los dientes', mientras que el relato es lo que viví a través de eso, que es absolutamente personal, si contás ese mismo hecho visto por otra persona puede decir que fue un golpazo, y otra puede decir que simplemente fue una caída estúpida y no generó demasiadas consecuencias. El Recurso de Amparo, como toda ficción, es un relato que tiene que ver con la mirada de una persona, en este caso yo, sobre un hecho. Hay un juicio al que acuden muchos testigos, a favor y en contra de Amparo, quien es juzgada, y cada uno relata los mismos acontecimientos de manera diferente, que es un tema que a mí me obsesiona desde siempre, cómo un mismo hecho puede ser relatado por distintas personas de manera tan opuesta.  

Elenco destacado

El Recurso de Amparo cuenta con las actuaciones de Gloria Carrá, Magela Zanotta, Marcos Montes, Marcelo Pozzi, Mónica Raiola, Javier Niklison, Aymará Abramovich y Gerardo Serre.

A partir de la premisa de la obra 'No hay verdad, solo interpretaciones', respecto a tu profesión, ¿cuál es tu mirada sobre el rol del artista en la sociedad?  

Creo que no es ni una cosa ni la otra, 'ni muy muy ni tan tan'. Considero que más que generador de conciencia es un interpelador, es quien hace que vos te hagas la pregunta, ahora, la conciencia la vas a crear vos, en ese sentido digo que no es 'ni muy muy ni tan tan'. Cuando se nos pone en el rol de educadores, de comunicadores, digo que no, porque uno no siempre tiene las herramientas para eso, por supuesto hay muchos artistas que están formados para educar, por llamarlo de alguna manera, no todos. El otro extremo es el artista pura y exclusivamente como entretenedor, algo que tampoco creo, mucho menos de 'lavar la cabeza', de generar un espacio donde la persona no piense, solamente se abstraiga y pase un lindo momento. No soy muy amiga de los extremos, me parecen siempre peligrosos, y creo que somos un poco entretenedores y un poco creadores de una conciencia propia que se va a generar en la persona. Yo me definiría, como artista, como una generadora de preguntas, una interpeladora de una conciencia que se va a despertar en tanto y en cuanto esté ahí a punto de despertarse.   

Si bien el público general te conoció a través de la comedia, en el último tiempo optaste por otros géneros…

Y jamás renegaría de la comedia. En un momento me di cuenta que no quería ser simplemente entretenedora, y el género tiene un poco de eso, de entretenimiento, de ritmo, aunque hay muchas comedias que también llaman a la reflexión. Es muy difícil elegir material, sobre todo cuando uno ya tiene unos años de carrera, al principio todo es divertido y está bien, pero llega un momento que uno dice 'Esto ya lo hice', y empieza a sentir que se está repitiendo. En la dramaturgia es más fácil de alguna manera expresar quien uno es. Siento que en El Recurso de Amparo hay mucha sorpresa con respecto a quien soy yo, creo que todo el mundo hubiera esperado que escribiera una comedia. Lo que me pasó en los últimos años con los materiales que me fueron llegando fue comenzar a elegir los que me representaran un poco más, que yo sintiera arriba del escenario estar diciendo algo que a mí me preocupara y que diría abajo del escenario o en una obra escrita por mí.

En Grandiosas y Hacete de Oliva te destacaste como conductora, ¿qué descubriste en esta faceta?

Yo me defino como actriz, y desde la actriz hago todo, inclusive bailar, que fue una profesión que tuve antes, sin embargo, cuando encontré la actuación ahí me quedé. Y la conductora es una parte de la ella, es lo que en actuación se refiere a las subpersonalidades, que uno tiene subpartes diferentes y conforman el todo. Bueno, la conductora sería la parte mía que entretiene, 'el alma de la fiesta', que como la televisión es un medio tan masivo se confunde por momentos con la personalidad de uno. La conducción es 'peligrosa' en ese sentido porque uno es uno mismo, se viste como uno, habla como uno y, sobre todo, se llama como uno. Este rol vino muy al principio de mi carrera y lo tomé como esas grandes alegrías de que la cosa empieza a funcionar, que comenzás a tener trabajo, y por supuesto es un rol que me encanta, pero en un momento empecé a necesitar darle más pelota a mi actriz que había quedado un poco relegada, sobre todo en el audiovisual.

Regreso a la pantalla grande

Este año, Laura volvió al universo cinematográfico a través de la película El Vasco, donde comparte reparto con Eduardo Blanco, Ines Efrón, Joseba Usabiaga e Itziar Aizpuru, bajo la dirección de Jabi Elortegi. Respecto a la ficción audiovisual, adelantó: “Es una comedia dramática muy preciosa que en un momento tiene una vuelta de tuerca. Se trata de una familia vasca que recibe la visita de un sobrino nieto de la madre de mi personaje. Cuando él llega la encuentra en un estado particular, y a partir de esa visita se genera todo un cambio en ella”.

Agenda

Muy pronto Laura retornará al Espacio Callejón con la obra Valeria Radioactiva, escrita y dirigida por Javier Daulte. Asimismo, comenzó con los ensayos de la puesta escénica Chicos de Varsovia, basada en el libro de Ana Wajszczuk y con la adaptación de Dennis Smith.