Sergio Surraco: “Siempre trato de que los personajes que interpreto no tengan nada que ver conmigo”

El actor protagoniza la obra “La pipa de la paz”, que este sábado se presentará en el Teatro Universidad. Se refirió a la composición de su papel y al tránsito de la comedia dramática. Sus rituales previos a cada función y el recuerdo de los personajes bisagra en su trayectoria.

¿Qué es más difícil: lograr la paz mundial o la paz familiar? Para Daniel, ambas misiones tienen gran complejidad, y la respuesta la encontrará el sábado 10 de junio, a las 21.30, en el escenario del Teatro Universidad (Florencio Varela 1.903, San Justo). Es que, esa noche, se presentará la comedia dramática La pipa de la paz, donde el actor Sergio Surraco interpretará a Daniel, quien tendrá que resolver tanto los conflictos existentes entre países -por su función como miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)- como los problemas entre parientes -por su rol como hijo y hermano-.

Para adquirir las localidades para La pipa de la paz los interesados deben acercarse a la boletería del auditorio de la UNLaM (lunes a viernes de 11 a 21, sábados, domingos y feriados de 15 a 21) o ingresar al sitio web Ticketek.

- Uno conoce un recorte de la vida de los personajes, que es funcional a lo contado en la duración de la obra: ¿cómo trabajaste a Daniel, considerando sus circunstancias dentro y fuera de escena? 

- Siempre trato de que los personajes que interpreto no tengan nada que ver conmigo. Si bien soy yo, es mi voz, mi cuerpo, mi forma de mirar y de accionar, intento modificarme para que tengan comportamientos y maneras de hablar y de moverse distintas. En este caso, lo único que hago a nivel estético es ponerme unos anteojos, dándole al público, a primera vista, la idea de alguien intelectual y serio, que ha estudiado, sabe idiomas y trabaja en las Naciones Unidas, para que, de alguna forma, no haya guerras. En la obra es interesante el proceso de cambio de Daniel, como un tipo tan mediador y pacifista no puede con su madre. Para la composición hago un trabajo muy artesanal, donde utilizo herramientas que me sean muy positivas. Me pongo como una máscara, si bien soy actor, también soy vergonzoso, y eso produce en mí una dicotomía, la de subirme al escenario y ser capaz de mostrar cualquier cosa que en la vida cotidiana no haría. Soy un comunicador y cuento historias para que la gente se vea reflejada en ellas. De hecho, La pipa de la paz plasma nuestra cultura, idiosincrasia y afectos, ¡encima como una comedia!

- Betiana no sólo es tu compañera de elenco, sino también la directora. ¿Qué posibilidades encontrás al vincularte con la misma persona que ejerce ambos roles? 

- Fue un proceso de creación en poco tiempo, ya que cuando arrancamos la obra estábamos cerca de la tercera ola de COVID, una situación compleja para todos, pero con muchas ganas de hacer, ya que veníamos de un parate muy grande. Empezamos los ensayos en diciembre del 2021 y estrenamos a fines de enero del 2022. Al ser ella misma directora y actriz nos apoyamos mutuamente a la hora de construir, porque no había una visión desde abajo del escenario, solamente arriba. Nos dimos cuenta de que la mejor manera era proponer todo el tiempo situaciones y formas de componer el personaje, para que la obra se entendiera mejor. Entonces, tenía una libertad muy apreciada por los actores, que no se acotaba a lugares y a circunstancias, por más que hubiera marcaciones en escena. Todo fluyó desde un lugar muy verdadero, de impulso, de acción-reacción. Asimismo, como ella ocupaba ambos roles, yo tenía que hacer un trabajo disociativo importante en mi cerebro, para entender que estaba conectada conmigo, pero, a su vez, me estaba mirando como directora. ¡Fue un proceso muy nutritivo!

- Si bien hay cruces entre madre e hijo, también hay lugar para los momentos de reflexión... ¿cómo transitás la montaña rusa emocional de la obra?

- Tiene que ver mucho con lo que sucede con Betiana arriba del escenario. Logramos una gran química, además nos queremos mucho como personas, nos respetamos, y la pasamos bien, lo cual influye en la comunicación de los personajes. Hay actores que se llevan muy mal entre ellos y hacen funciones de la ostia, así como otros se llevan muy bien y no pasa nada arriba del escenario. En este caso, hay una comprensión entre nosotros, al elegir cómo hacerlo casi igual, que ayuda mucho a transitar la emoción del vínculo madre- hijo. Aunque son seres humanos completamente opuestos, y ven la vida desde lugares totalmente distintos, hay amor. Después, hay otros personajes que están, pero no están, es decir, las hermanas de Daniel -que aparecen a través de lo que decimos nosotros o del teléfono- y el padre Vicente -que falleció-.

- Desde el escenario sabés que en la platea está el público, ¿qué considerás para atender al relato y, a su vez, a la respuesta de la gente?

- La gente siempre potencia, en todo sentido, desde la risa más enorme hasta el silencio en el que no se mueve nada. Toda esa energía la sentimos arriba del escenario, y estamos muy concentrados. Después de hacer tanto tiempo la obra, ya sabemos cómo manejar los tiempos, por ejemplo, en qué momentos tenemos que parar porque el público necesita hacer catarsis de lo que está viendo y por ahí se ríe 30 segundos, o empieza a aplaudir, uno entiende que eso forma parte del espectáculo. De todos modos, estamos tan concentrados que no perdemos nunca el hilo de lo que estamos contando, lo que ellos nos devuelven nos da más fuerza para que el texto salga mejor. Con Betiana somos personas muy disciplinadas en escena, y todavía no nos hemos tentado en alguna situación problemática.

- Así como fumar la pipa ha representado la paz para algunos pueblos originarios, ¿vos tenés elementos o hacés rituales que te ayuden a tener una buena función?

- Hago cosas muy personales. En momentos he invocado a mis ancestros, que es una conexión con mi ADN, cada uno tuvo su historia, y siempre les he agradecido la educación, la paciencia y su ayuda para que yo esté donde estoy, pueda vivir de lo que me gusta, evolucione en lo que hago, y lo disfrute. ¡Son mis verdaderos maestros en la vida! Hago esa invocación cuando en alguna función necesito apoyo, porque uno está muy solo ahí arriba. Por lo tanto, a veces uno se agarra de su ego, del compañero, de la situación, de lo espiritual, de lo ancestral, que da seguridad. Generalmente, también lo hago para buscar equilibrio y tranquilidad. En cuanto a cábalas, antes de la presentación mastico un poco chicle para tener la boca fresca. Aunque, en sí, confío mucho más en lo que pasa con mi compañero, antes que en lo esotérico o espiritual que pueda hacer yo, ¡la verdad está ahí arriba, no en otro lado!

Su visión del Teatro Universidad

Días antes de visitar la sala de la UNLaM, Surraco opinó sobre la importancia del espacio cultural dentro de esta Casa de Altos Estudios, y acerca del dictado de tecnicaturas vinculadas a las Artes Audiovisuales y Escénicas. “Vengo del teatro independiente y mi padre, del cine independiente, incluso ha sido docente universitario. Me parece esencial que una universidad tenga espectáculos y proyecciones. Acerca a todos el arte y la cultura, y además uno puede tener una experiencia para crecer como profesional”.

- La profesión del actor presenta altibajos en cuanto a los proyectos y demás cuestiones, ¿en qué circunstancias encontrás la paz?

- Tengo la suerte de tener continuidad laboral desde los 18 años, ahora tengo 48, o sea que son 30 años laburando. Asimismo, pude perfeccionarme y trabajar en todos los aspectos de la comunicación a través de la actuación, que es cine, teatro, televisión, y demás. Trato de que el trabajo no invada mi vida personal, porque considero que todo laburo que sea demasiado invasivo dentro de la vida te enferma, por la presión, la tensión y el estrés que te genera. Es algo que me gusta, y quiero que me siga gustando cuando voy a trabajar, entonces no lo llevo a mi casa. Prefiero que esa magia que uno siente con lo que le gusta hacer se mantenga en los lugares que tiene que mantenerse. Cuando llego a mi casa me desprendo de eso, de los problemas, de la calle, y aparecen otros conflictos que tienen que ver con la intimidad y el hogar. Hay un ejercicio teatral cuando uno comienza una clase que consiste en sacarse los zapatos y dejar la calle afuera, olvidarse de eso, para hacer tranquilamente la actividad, sin estar contaminado del estrés del día. La paz es una cuestión de equilibrio emocional, ya sea individual o con el otro. Y no existe la paz ni el equilibrio absoluto, sino estaría todo resuelto. Siempre se trata de encontrar consensos, de hacer las cosas bien y que nadie salga herido, es un trabajo cotidiano con el otro.

Tres personajes, tres vidas

El repertorio de papeles que Sergio ha interpretado a lo largo de su camino artístico es tan extenso como enriquecedor. Ante la propuesta de elegir tres roles que considere representativos a nivel personal, por la manera en que lo modificaron, escogió: en cine, Ernesto de Schafhaus, casa de ovejas (2011); en televisión, Cosme Capogrecco de Herederos de una venganza (2011-2012) y, en teatro, Cal de Madres e hijos (2015-2016).

Sobre el primero, señaló: “Es una película que habla sobre un hijo de desaparecidos, que de niño se fue a vivir a Alemania, y tiene una negación muy importante con respecto a sus orígenes. Tras la muerte de su abuelo, mi personaje debe hacerse cargo de la empresa familiar, entonces viene al sur argentino, aunque no quiere saber nada. Y me modifiqué por completo con ese papel: engordé, me teñí, cambié mi forma de hablar con acento, y dialogaba en alemán. Fue una experiencia reveladora, me di cuenta cuánto podía hacer metamorfosis con un papel y cuánto me había apasionado por hacerlo”.

Luego, sobre su rol dentro de la exitosa telenovela emitida por El Trece, recordó: “Fue muy complicado hacer a Cosme porque era un gay homofóbico, al que no le gustaban los gays sino los hombres heterosexuales. Era un personaje psicológicamente muy complejo para contar todos los días a las nueve de la noche. Implicó un gran trabajo de comprensión, para que la gente lo entendiera y no lo juzgara. De hecho, tuvieron empatía con eso, a pesar de que Cosme era un asesino. Él se relacionaba con el otro a través del amor, no de la violencia”.

Por último, sobre su personaje en la puesta escénica que protagonizó junto a Selva Alemán y a Nicolás Francella, planteó: “Era la historia de un hombre gay cuya ex pareja falleció de HIV. La madre de este último, proveniente de Texas, no entendía mucho y no aceptaba a su hijo. De repente, ella se encuentra en un piso Nueva York con la ex pareja de su hijo, ahora casado con otro hombre, que tiene un hijo encargado genéticamente. Recuerdo que emocionalmente tenía que estar muy fuerte en cada función, para poder transmitir todo el dolor del personaje y que todo terminara bien, inclusive tenía momentos divertidos la obra”.

Un thriller político en el Conurbano bonaerense

Días atrás, la plataforma gratuita de streaming CONT.AR estrenó la película Los bastardos, dirigida por Pablo Yotich y con las actuaciones de un destacado elenco. Además de Surraco, integran el reparto artistas como: Virginia Lago, Arturo Bonín, Betiana Blum, Rodolfo Ranni, Rolly Serrano, Gerardo Romano, Nacha Guevara, Pablo Rago, Alejandro Fiore, Gustavo Garzón, Vanesa González y la matancera Florencia Otero.

El largometraje es un thriller político que plantea una epopeya sobre una de las épocas más convulsas de la historia reciente del Conurbano bonaerense. Tras más de 20 años en el poder, un dictador capaz de todo por sostener su mandato somete a un pueblo a la corrupción y a la tiranía. Sin embargo, surgen un líder y un grupo de idealistas revolucionarios, capaces de conseguir el apoyo popular para enfrentar a la estructura mafiosa que los llama despectivamente “los bastardos”.

“La película fue filmada en la segunda ola de COVID-19. Para todos los que trabajamos fue un oasis dentro de la nada, porque veníamos del 2020 casi sin trabajo, sobreviviendo con los ahorros y con lo poquito que podías hacer a través de las redes. Es una historia muy interesante sobre los barones del Conurbano. No es una película que denuncie, sino que cuenta una historia que sucedió, con personajes reales, obviamente un poco ficcionados. Se aborda el ascenso de un tipo que quiere desbancar a otro que es un asesino, intentando ser mejor que él. De alguna manera, a través de lo colectivo, se intentan cambiar las cosas”, describió Sergio.  

Próximamente

Este mes, el actor arrancará el rodaje de una nueva película dirigida por Walter Tejblum, con quien trabajó tiempo atrás en el filme En la cabeza de papá (2021). A modo de adelanto, compartió: “Mi personaje está roto por dentro. Ahora, estoy buscando cómo transformarme, primero a nivel estético y, luego, a nivel interior. Me gusta trabajar personajes desde afuera hacia dentro. Mi primera profesión es camarógrafo y editor, por lo tanto, tengo en la cabeza el plano, y lo abordo desde ahí”.

Crédito fotos “La pipa de la paz”: Gabriel Macarol (@atomobit).