Nicolás Occhiato: “Mi trabajo es entretener”

El conductor y productor participó de una charla abierta en el Teatro Universidad. Recordó los orígenes de LUZU TV y destacó el valor de conocer a su audiencia. Su proceso de experimentación y el acompañamiento familiar.

Desde chico, Nicolás Occhiato ya proyectaba, o al menos visualizaba en su imaginario, que iba a llegar a la televisión; de hecho, se lo anunciaba con firmeza a su madre. Sin embargo, lo que no sabía era que no solo cumpliría su anhelo, sino que, además, su camino sería multifacético. En estos últimos años fue participante de realities como Combate y Bailando -donde se consagró campeón-, animó ciclos de entretenimientos en la pantalla chica -como Tenemos Wifi y Todo puede pasar- y estuvo al frente de programas de radio -como Game of Rock y Somos muchos-.

Este 2022, el comunicador proveniente de la localidad matancera de Villa Luzuriaga se convirtió en una de las personalidades del año, a raíz de la popularidad de sus proyectos y de su destacada labor en cada uno de ellos. Conduce El último pasajero y Nadie dice nada, además de gestionar su medio de streaming, LUZU TV, cuyos contenidos se transmiten por YouTube, Twitch y Spotify.

En el marco de los Espacios de Perfeccionamiento en Comunicación Social (EPECS), Occhiato participó de la charla abierta ¿Cómo gestionar tu propio medio?, conducida por Leandro Pepey y con la participación especial de Claudio 'Peluca' Brusca, que tuvo una convocatoria multitudinaria en el Teatro Universidad (Florencio Varela 1.903, San Justo). 

-¿Cuándo dijiste 'quiero crear mi propio programa'?

-Me gusta saber del detrás de cámara desde la época de Combate, donde lo que más me llamaba la atención era lo que pasaba en el control o en la producción, y me empecé a instruir. Para el surgimiento de LUZU se dieron situaciones claves en el momento indicado. Venía de hacer televisión de aire, con un programa en el que nos empezó a ir muy mal, y yo me volvía loco, porque las oportunidades no son muchas y me ponía presión. Además, lo que a mí me hacía reír no funcionaba, y lo que no me divertía, sí. Cuando empezás a perder la genuinidad como comunicador, perdés. Por otro lado, venía trabajando con marcas en mis redes sociales, y empecé a hacer cuentas. Hacía 0.6 puntos de rating, que representaba 60.000 personas, un número muy bajo para televisión de aire, mientras que, las historias de mis redes las veían 200.000, y la publicidad era lo que más ingresos me generaba. Mientras analizaba eso, vino la pandemia, que me dio mucho tiempo para pensar y bajar ideas. Siempre quise tener algo propio, pero en ese momento estaba todo dado: venía incómodo con lo que estaba haciendo, tenía tiempo libre y se aceleraron las nuevas tecnologías.

-¿Cómo percibiste por dónde era el camino?  

-Fue un trabajo de mirar mucho. En la pandemia empezaron a explotar Twitch y los streamers, vi que ahí estaba pasando algo fuerte. De todos modos, una cosa no quita la otra, en el streaming sabés muy bien a quién le hablas, una audiencia determinada, pero la televisión de aire sigue siendo lo popular. Por ejemplo, si en Nadie dice nada tenemos 200 mil personas mirando es un número gigante, pero en televisión son dos puntos de rating, además esta última continúa marcando la agenda. Por mi parte, hice trabajo de campo: aprendí a transmitir por Twitch, probé, y vi de qué se trataba esa comunidad. Me di cuenta que no era por ahí lo que yo tenía que hacer, que había un público un poco más joven. Y pensé '¡quiero hablarles a mis amigos!', porque hasta ese momento ellos veían los productos porque estaba yo, no prendían la televisión por el programa. Hasta que, un día, estábamos en la casa de uno de ellos e hice un estudio de mercado, les pregunté si miraban televisión en general, pero solo veían series, y lo que sí consumían todos los días era YouTube. Cuando supe que era esa la plataforma en la que quería desembarcar, estudié ese mundo.

-¿Qué sentís que le interesa hoy a la gente que los ve en YouTube?

-El 62 por ciento de la gente que consume LUZU tiene entre 25 y 35 años, y el resto es prácticamente de 18 a 24. Se trata de una generación a la que le están pasando un montón de cosas. Estamos en el medio de romper paradigmas culturales, venimos con muchas cosas de la 'vieja escuela', de la educación, que está bueno, y ves a los pibes de 16 o 17 que vienen con 'otra cabeza'. Nosotros estamos en el medio, entonces somos inestables, ansiosos, nos deprimimos y frustramos, con una pandemia en el medio, entonces, buscar la identificación es lo mejor que te puede pasar. Desde el primer momento el programa es una mesa redonda con cuatro conductores, el operador, la productora, la community manager… Y hay que ser audaz para decir 'de esta me corro y que cuente el otro'. La única forma de crecer es con gente alrededor que crezca igual que vos.

El origen de los nombres  

LUZU hace referencia al barrio en que vivió Nicolás hasta hace pocos años, donde sigue residiendo su familia. Y el título del programa, Nadie dice nada, alude a una expresión de uno de sus amigos, que tiene que ver con no dejar de sorprenderse con circunstancias y cuestiones de la vida por el simple hecho de que ya forman parte de la cotidianeidad. “A todo quiero ponerle un toque emocional y que me represente, es la mejor forma de ser genuino. Si el programa se llama como la frase que uso con mis amigos, y la productora como el barrio donde me crié y donde estoy en familia, eso traspasa y genera que todo el equipo con el que trabajo también se sienta parte”, destacó.

-Si viajamos al pasado, ¿cómo fue tu llegada a los medios?

-Antes, para un pibe de Luzuriaga que no tenía un contacto en los medios o no iba a un casting -que eran todos en Capital Federal-, era muy difícil llegar; si lo lograbas, era para participar un día en un programa, no es que se te abría una carrera haciendo eso. Había algo que a mí me gustaba, internamente, de hecho, tengo videos del colegio haciendo de conductor, pero no me animaba a decirlo. Lo más cercano que tenía era el periodismo deportivo, me gustaba mucho el fútbol y miraba esos programas. Si decía que quería hacer eso, mis viejos me lo bajaban en dos segundos, porque no me iba a generar ingresos y llegaba uno de todos. Lo entiendo, es difícil, pero, después, de grande, me di cuenta de que, te vaya bien o mal, haciendo lo que te gusta, vas a vivir bien. Me anoté en SUTEP (el sindicato de extras), donde ganaba dinero, obviamente salía algo cada dos meses, pero, dentro de todo, estaba en ese mundo, y yo veía y preguntaba. Mientras tanto tenía que hacer otra cosa, porque con eso no me mantenía, y trabajé con mi tío casi un año, que fue clave. Hasta lo que parece que no tiene nada que ver, uno le saca algo fructífero. Ahí me empecé a apasionar por la radio y vi la importancia del conductor. Recuerdo que la escuchaba todos los días a las 6 de la mañana arriba del camión, mientras trabajaba, y que alguien me hiciera reír era brillante, hoy me sigo acordando de eso. Y ni hablar de la cultura del trabajo, entender el esfuerzo que hay que hacer para ganarse el mango.

-¿Qué cuestiones trasladaste de tu barrio a los medios?  

-Me parece que los que nos criamos en un barrio, con los valores y la familia -no solo de sangre, sino también de amigos y de otra gente-, cuando empezamos a trabajar en un mundo como los medios tenemos cierta ventaja, porque hay algo adentro, llegas con 'hambre' a las cosas, de decir 'vengo de otro lado', y entendes muy bien el popular de la gente. Es el día de hoy que, cuando hago algún chiste, o cuento una historia, pienso que se lo estoy contando a mis amigos. Y ahora está pasando algo buenísimo con las redes, donde un montón de personas empiezan a contar cosas con su forma, ya no hay límites, si tenes una idea, con un teléfono o una cámara, es hacer, equivocarse, de los errores es de donde más se aprende. La palabra fracaso es fuerte, pero es donde más aprendes, porque cuando te salen bien las cosas festejas, cuando te salen mal, te quedas pensando, y todo el tiempo estás un poquito más cerca de buscar. Hoy es fácil probar si una idea es buena o mala, hay que saber leer y no tener un ego difícil. Con las nuevas tecnologías hay mucha información de audiencia, si sabes a quién le estás hablando, tenes un poder muy grande.

-¿Y cuánto te benefició ser de La Matanza, que tus raíces estén acá, y que las reivindiques?

-¡Muchísimo! Porque es algo real, y todo lo real sirve, más en este medio, en el que es muy fácil comerse el vidrio transparente. Vuelvo todos los fines de semana, y cuando me junto a comer con mis amigos de toda la vida me bardean, uno una vez me dijo '¿qué te pensás, que esto es canal 9?' (risas). Es no creértela. Y también tomarse esto como una profesión, eso es algo que me enseñó mucho Guido Kaczka, que te podés divertir, salir en cámara y todo, pero uno lo toma como su trabajo. Mi trabajo es entretener, contar una historia, conducir un micro que sale de acá y lo tengo que llevar allá, y que la gente se sume a ese viaje. No hay que creer que, porque lo que hacemos está expuesto, somos distintos al resto.

Crecer acompañado

Así como el público recuerda cada ciclo televisivo, radial o vía streaming en el que participó Occhiato, también rememora a sus familiares, ya que ellos lo alentaron en cada iniciativa. Esta vez, estuvieron sentados en la primera fila del flamante auditorio e interactuaron en diferentes pasajes de la charla.

En un momento, la abuela de Nicolás, Conce, valoró: “¡Cada programa que hace mi nieto me da 100 años de vida! Soy la más feliz del mundo, no me pierdo un programa, veo todos los detalles, después le mando WhatsApp y le digo, 'estuviste bien', 'estuviste mal', 'hiciste esto'. Estoy muy feliz de lo que está haciendo y cómo llegó”.

-Hablando de Guido, ¿qué aprendiste de él, de Marcelo Tinelli, de 'Fierita' Catalano y de 'Peluca' Brusca?

-Soy muy observador. 'Fierita' me dio la oportunidad de ir con él, después de Combate, a cubrir con Decidílo, un viaje en el que fui camarógrafo, editor, hacía copetes y demás, durante un mes. De Guido recuerdo que un día me retó, yo estaba sentado en el jurado, con las cámaras de frente, y en vez de ver al participante que estaba bailando, me gustaba ver lo que hacía Guido, que hablaba con el camarógrafo o el productor, y me dijo '¿Podés mirar al participante? La gente está mirando. Si yo estoy mirando la tele, y vos que sos el jurado estás viendo afuera de la cámara, ¿para qué voy a verlo?, si ni a vos te interesa'. 'Peluca' me enseñó a conducir de verdad, porque con Flor (Vigna) hacíamos Tenemos Wifi, un programa de cable, sin la presión del rating, pero él me hacía pensar en el día que condujera en aire, que agarrara este ritmo, dicho y hecho, después se me hizo fácil conducir todos los formatos. Y con Tinelli estaba en Disney, sobre todo cuando iba a acompañar a Flor, porque podía mirarlo más, ya cuando estaba bailando no tanto. Él manejaba todo con los ojos, era espectacular, y reconocía personajes a la distancia, que ya no queda mucho de eso, porque está desapareciendo la tele en vivo, que es lo más lindo.  

-¿Cuál es la ventaja de ser conductor y productor a la vez?

-Cuando arranqué a trabajar con Guido, lo primero que me dijo fue 'si querés ser conductor, tenés que ser productor también'. Y más llevándolo a lo digital y al streaming, donde tenés que ser vos, genuino. Ya no es lo mismo si vas a conducir un programa, el productor te dice 'hoy vas a hablar de esto', y vos no queres. Por lo menos en el contenido que hacemos nosotros, la gente quiere mucha identificación, que quien escuche diga 'che, me pasa lo mismo' o 'no soy el único al que le pasa esto'. Entonces, en el stremaing queda todavía más obsoleto que venga un productor y te diga 'esta es la rutina, vamos a hacer esto'. De hecho, me pasa en Nadie dice nada, me ofrecen invitados y antes decidía yo, pero aprendí que no, que le tengo que preguntar a todos los del equipo, porque si viene alguien y a mis tres compañeros no les interesa, quedo hablando yo nada más, y eso la gente lo ve.

-¿Cómo te llevas con la crítica?

-Hay varios tipos. La crítica constructiva de las redes sociales es la que está bien mirar y entender, para después uno sacar sus propias conclusiones, soy muy de observar eso. Luego está la crítica innecesaria, que tengo bastante curtida por mi época más mediática, que es la más fácil de evadir. La crítica mala onda después la entendes, es alguien que no me tiene que importar por qué hace eso. Te das cuenta que lo único que te tiene que importar es lo que piense tu familia, tus amigos, la gente que trabaja con vos, si esa gente te aprecia es lo que importa. Y la crítica de colegas, o de gente del ambiente, también hay que entenderla. Yo igual soy muy frío, es difícil que me saque. Hay que aprender a identificar por qué viene determinado tipo de crítica, de dónde viene, no enojarse, sino comprender.

Un tip para los estudiantes

La charla abierta, organizada por el Centro de Estudiantes Liga Federal Universitaria (LFU) en conjunto con el Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales, resulta un complemento para la formación académica de la Licenciatura en Comunicación Social y carreras afines.

En base a su experiencia en los medios, Occhiato recomendó a los presentes: “Se trata de hacer, con los recursos propios. Por ejemplo, un cronista, con un celular, se puede mostrar e ir aprendiendo, entonces, cuando tenga la oportunidad de hacer algo para una persona que admira, o para un lugar en el que siempre quiso trabajar, ya va a tener un camino recorrido, y va a equivocarse menos. Es tener claro el objetivo, a corto, mediano y largo plazo”.

Reconocimiento colectivo

Al finalizar el encuentro, los organizadores de los EPECS le entregaron a Nicolás una placa que distingue su labor profesional. “¡Muchas gracias! Estar acá es re movilizante para mí, porque soy de acá, vine a tirarle huevos a un montón de amigos que se recibieron, jugaba al fútbol en la esquina. ¡Muchas gracias!”, valoró el invitado y se despidió del escenario con una selfie colectiva.