Hernán Piquín: “La carrera del bailarín es difícil, pero da muchas satisfacciones”

Protagoniza “El show debe continuar”, que se presentará en el Teatro Universidad. Describió las características de la obra que homenajea a Freddie Mercury y las distintas etapas de su trayectoria. El recuerdo del filme “Aniceto” y la consagración en el “Bailando por un sueño”.

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Aunque toda propuesta artística surge a partir de la creatividad, la emoción, la motivación y el talento de su creador, se termina de completar con la experiencia de cada espectador. En el mundo de la danza, Hernán Piquín ha emprendido con firmeza esta proposición, logrando que sus expresiones y movimientos corporales transmitieran auténticos sentimientos y pensamientos, en los escenarios y frente a las pantallas, despertando así significativas sensaciones en el público.

Siguiendo esta premisa artística y vocacional, el sábado 19 de noviembre, a las 20.30, el querido y prestigioso bailarín arribará al Teatro Universidad (Florencio Varela 1.903, San Justo) para presentar su espectáculo El show debe continuar, donde recorrerá importantes momentos de la vida y obra del líder de Queen, Freddie Mercury. Las entradas pueden adquirirse en la boletería del auditorio (todos los días de 11 a 21) y en el sitio web Ticketek.

Queen es sinónimo de equipo, y ese espíritu colectivo se traslada a este show…

¡Así es! Me acompaña la primera bailarina del Teatro Colón, Gabriela Alberti, y un grupo de bailarines que tienen entre 18 y 28 años. El libro es de Sergio Marcos, la dirección artística y coreográfica de Laura Cattalini, y los arreglos musicales del Maestro Gerardo Gardelín. Estamos súper contentos de esta compañía, de la energía y la fuerza que pone el grupo. Es un show con 22 temas de Mercury, 22 vestuarios, pantallas, y más de 300 cambios de colores y movimientos en las luces; hacerlo nos trae muchas satisfacciones. Siempre que me traen algún libro para leer y hacer un espectáculo, pienso, 'si a mí me emociona, creo que al público lo va a emocionar', y eso nos pasa con El show debe continuar. Cada vez que termina una función, subo un video del saludo final a mis redes sociales y la gente me deja sus comentarios sobre lo que les pasó, y casi todos concluyen lo mismo, la emoción. ¡Es muy lindo cuando sucede eso!

Hace una década hiciste el premiado espectáculo Freddie, también en homenaje a Mercury, ¿desde qué lugar abordás este nuevo show?

Si bien contamos la misma historia, en este espectáculo lo hacemos desde otro punto de vista. En el show anterior abordábamos el nacimiento de Freddie en la isla de Zanzíbar, cuando lo mandaron a un internado de India -donde estudió música- y cuando fue con toda su familia a Londres, es decir, seguíamos todo ese proceso y sus recuerdos. En esta nueva propuesta relatamos desde que él llega a Londres, entra a una escuela de arte y se da cuenta que no quería dibujar ni pintar. Ve un escenario, agarra un micrófono y empieza a cantar, nota que al público le gusta, a él también, y ahí arranca. Y contamos diferentes momentos de su vida: el amor, el desamor, el despertar sexual, los excesos, su enfermedad y muerte. Todo basado en las canciones, o sea, todo lo que van diciendo los temas va pasando en las escenas.

¿Qué te significa interpretar a Mercury?

Hay personas que vos elegís, pero a veces no te eligen. Con este Freddie me siento muy conectado desde lo artístico. Él era un gran apasionado del arte, y cada espectáculo lo hacía como si fuese el último, en los videos ves la energía que le ponía, que es casi la misma que le pongo yo a todo lo que hago. Para mí sus temas son súper bailables, de hecho, cuando los escucho no paro de moverme y, a su vez, cada vez que empieza una función lloro, porque su música me traspasa. Me emocionan sus letras y conocer un poco más de todo lo que pasaba en su vida, como fueron el sufrimiento y los momentos de soledad.

¿Recordás cuándo escuchaste su obra por primera vez ?

Creo que cuando tenía ocho o nueve años. Tengo recuerdos de los sábados y domingos, hace cuarenta años, cuando mi mamá nos despertaba a las siete de la mañana, abría las ventanas de toda la casa para ventilar y ponía música para todo. Entre las canciones, había de Sandro, de María Martha Serra Lima, de Leonardo Favio, de Freddie… Todos los temas de Mercury son hermosos, pero a mí el que más me llega es “Who wants to live forever” (Quién quiere vivir para siempre), también por el motivo y por el momento en el que lo escribió.

¿Cómo vivís la previa de cada función? 

Ahora estamos de gira de miércoles a domingos. Entonces, en cada jornada, al mediodía, se monta el escenario y veo cómo queda todo. Después, descanso dos horas en el motor home en el que viajamos. Alrededor de las 18 ya estamos en la sala, hacemos una clase para calentar el cuerpo y no lastimarnos, luego ensayamos, nos maquillamos, y arranca el show. Cada función es distinta a la otra. Si bien siempre es el mismo personaje, o tenes que hacer lo mismo, encontras algo diferente, por ejemplo, algo que te gusta más respecto a lo que hiciste el día anterior.

Sorpresa y fascinación con el Teatro Universidad

El martes pasado al mediodía, el eximio bailarín visitó las instalaciones de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) y brindó una conferencia de prensa desde las escalinatas de ingreso al auditorio. Además de adelantar detalles de la ansiada puesta escénica, compartió cómo fue que se enteró de la existencia de la flamante sala.

“Una amiga que trabaja en Ezeiza me contó sobre el Teatro, me mandó el link de la página y quedé sorprendido. Busqué el teléfono, llamé a la UNLaM y pregunté por él. Se pusieron en contacto con mi productor, arreglaron una fecha y vinimos. Cuando entré me recordó mucho a cuando estuve de gira con la compañía de Julio Bocca en universidades de Estados Unidos, desde el escenario, la platea, el ambiente, la gente. Es muy lindo cuando suceden esas cosas, y encima tenerlo en tu país. Me emocioné cuando vi la magnitud y el amor que la gente le pone a su trabajo. Los felicito, lo voy a recomendar a todas las personas que me cruce, tienen que venir, ¡realmente es hermoso!”, elogió Piquín.

Si pensamos en torno a tu crecimiento como bailarín, ¿qué lugar le atribuís a las aptitudes innatas y cuál, a las adquiridas durante la formación?

Ya a los cuatro años les decía todos los días a mis viejos que quería bailar, pero hasta los diez no pude. Me mandaron a natación, tenis, patín, ¡a todo menos a baile! Fui tres días al psicólogo, y al cuarto fueron ellos. Él les dijo 'este chico lo lleva en la sangre, quiere ser artista, mi consejo es que lo apoyen'. Y así fue, a los diez años entré al Teatro Colón y empezó mi aprendizaje, porque no sabía nada de baile hasta ese momento. Lo último que había hecho era gimnasia deportiva, donde daban un precalentamiento de danza clásica, entonces, alguna noción de algún paso tenía, pero cuando me preguntaban en francés, pensaba cómo se hacía eso. Fueron siete pruebas que me tomaron antes de ingresar al Teatro, éramos 2500 inscriptos y fuimos seleccionados 17. La última etapa fue de improvisación, una maestra se sentaba en el piano, tocaba música y yo tenía que bailar. ¡Finalmente quedé! Ahí aprendí lo que era esta carrera, gracias a mis grandes maestras.

¿Y el factor destino o suerte?

Estuve en el momento justo. Por ejemplo, recuerdo que un día vino al Teatro Colón una compañía de Londres, que se iba a presentar ahí, y el director visitó la escuela para ver qué aprendían los alumnos, ahí me becaron para ir a Londres. Otra ocasión fue cuando estaba en un ensayo en un lugar vidriado, en el que te podían ver y, cuando salí, un señor me paró y me dijo 'soy director del Joven Ballet de Francia, te quiero dar un contrato para que vengas'. Así me fui a París, a mis 17 años. También gracias a todo el aprendizaje que había tenido anteriormente. Es una carrera difícil, pero da muchas satisfacciones. No lo vivo como un sacrificio. Obviamente son horas de estudio, de no salir ni dormir, pero es gratificante cuando te dan el título o los premios, ahí decís '¡valió la pena!'.

¿En algún momento frenaste para dimensionar todo lo vivido?

No soy una persona que vive del recuerdo o de los premios. Tuve la suerte, o estuve en el momento justo, cuando gané montones de premios, pero, si van a mi casa no ven uno, porque los tengo guardados, no soy de mostrar. Considero que todos somos iguales y nadie es más que otro, como cuando se habla del éxito, es subjetivo, todos somos exitosos. Más que una estatuilla me llevo el cariño de la gente, que siempre que hago un espectáculo están ahí y van al teatro, me dejan sus mensajes en mis redes. Soy feliz haciendo lo que hago.

Del escenario a la pantalla grande

En 2008, Hernán protagonizó Aniceto, el destacado filme dirigido por Leonardo Favio. El relato audiovisual sigue, por un lado, a un hombre solitario que vive con su gallo en un pueblito de Mendoza y, por otro lado, a Francisca, una chica ingenua que llega al lugar en busca de trabajo. Cuando se conocen, se enamoran, y lo que parece un sueño, termina en pesadilla. Por su labor en el filme, el bailarín recibió los prestigiosos Premios Sur y Cóndor de Plata a “Mejor actor revelación”.

Sobre su llegada al largometraje, describió: “Un día me llamó Favio y yo no lo podía creer, pensaba que era uno de mis compañeros que me estaba haciendo una broma. Hasta que me dijo 'te vi en una función con Julio Bocca y me encantó, quiero contarte un proyecto que tengo'. Yo vivía a dos cuadras de su casa, entonces fui. Me explicó que iba a hacer el remake de su película Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más…, pero desde el ballet. Me encantaba la idea, aunque no sabía si me llamaba para preguntarme cosas como dónde poner la cámara para tomar a un bailarín, o para ayudar en alguna coreografía”.

Tras esa reunión, Leonardo convocó a Hernán para otro encuentro al día siguiente. Sin embargo, el bailarín no sabía en qué consistiría, solo había recibido la directiva de presentarse con el pelo engominado y una camisa blanca. “Cuando llegué, apagaron las luces, prendieron un velador y una cámara, y él me daba indicaciones mientras me veía en un monitor. Cuando se encendieron las luces sacó de abajo del escritorio el libro del Aniceto y me dijo '¡Bienvenido, sos Aniceto!' Lo digo hoy y no lo creo”, rememoró.

Luego, sobre el trayecto de los ensayos y el rodaje del multipremiado filme, expresó: “Haber hecho la película fue hermoso, así como haberlo conocido a Leonardo, fue una persona súper amable, era el primero que llegaba al set y el último que se iba. Había comprado muchos rollos porque tenía miedo de que yo me equivocara mucho, o tener que hacer bastantes tomas, pero, al final, de las 30 latas, uso tres. No hubo cortes en las coreografías, se hacían enteras. La única escena que grabamos siete veces, por suerte, porque había solo siete camisas, sino la hacíamos más, fue la de la muerte del personaje, cuando le disparan”.

Su notable paso por el Bailando por un sueño

En televisión, Piquín participó en varias ediciones del popular certamen conducido por Marcelo Tinelli en El Trece. En 2011 y 2012 se consagró campeón junto a Noelia Pompa. Regresó a la famosa pista en 2014 y fue subcampeón junto a Cecilia Figaredo. Más tarde, en 2017, llegó a ser semifinalista con Macarena Rinaldi y, en 2019, volvió a concursar con la misma bailarina, pero debió despedirse antes de la conclusión de la competencia por un viaje programado a España.

En cuanto a su experiencia en el programa, resaltó: “Paula Robles, que es bailarina, y en ese momento era la esposa de Marcelo, vio con él Aniceto y le propuso mi nombre para el Bailando.  Él dijo 'no nos va a dar bolilla porque es bailarín clásico', pero, cuando me llamaron, acepté. Me plantearon hacerlo junto a Noelia Pompa, que en ese momento no la conocía, pero dije que sí. Hablé con ella, quería saber cuál era su compromiso, porque yo no quería que se rieran de nosotros, ni que fuéramos la pareja bizarra. De hecho, el primer año pasó un poco lo de las cargadas, pero, por suerte, con nuestro trabajo le cerrábamos la boca a muchos, y cambiaron lo dicho. Que Noelia tuviera baja estatura no quería decir que no pudiera demostrar lo que podía hacer. Creo que nuestro primer año en el Bailando fue de inclusión y, el segundo, de aceptación, de ¿por qué no? ¡Cualquiera lo puede hacer! También está en uno y en el mensaje que da”.