Carlos Belloso: “El arte me posibilitó sacar lo que venía de la guerra”

El actor y excombatiente recuerda su experiencia en el conflicto bélico del Atlántico Sur. En un nuevo aniversario, transmitió sus sensaciones y se refirió al reclamo que mantienen para que sean reconocidos como veteranos de guerra. Los recuerdos del enfrentamiento, la vivencia de la posguerra y su vínculo con el mundo artístico.

Carlos Belloso- Malvinas

Personas de diferentes generaciones conocen, en mayor o menor medida, lo acontecido en la Guerra de Malvinas por medio de archivos documentales -como libros, notas periodísticas y videos- y de ficciones -como series y películas- que se inspiraron en historias verídicas. Pero Carlos Belloso, no vivió el conflicto bélico del Atlántico Sur como espectador, sino como protagonista. En el marco del 40° aniversario de la conflagración, el actor y director, que se desenvolvió como artillero antiaéreo en el Aeropuerto de Río Gallegos, recuerda la experiencia que marcó su vida.

¿Qué emociones sentís a 40 años del conflicto bélico?

Son muchas, y variadas. Después de 40 años obviamente algo pasa, como pasó a los 30, a los 20, siempre las cifras redondas abren, o cierran, alguna perspectiva. Con el agravante de que yo sigo en una especie de conflicto permanente, ya que, en el conflicto del Atlántico Sur, di servicio y recibí órdenes de combate como artillero antiaéreo en el Aeropuerto de Río Gallegos, y pertenecía, en el Teatro de Operaciones, al Litoral Marítimo. Cuando terminó la guerra se determinó quién fue combatiente, quién recibió órdenes de combate, y se hizo estrictamente por dicho Teatro de Operaciones. Eso conllevó un reconocimiento por haber combatido en ese conflicto y una pensión, correspondiente por ley. Nosotros fuimos veteranos desde 1982, que se estableció el Teatro de Operaciones, hasta el Decreto de 1988, que lo corrió 200 millas marinas, por lo que nos dejaron afuera, sin ser reconocidos ni percibir las pensiones. Más que algo económico es un deshonor. Por otro lado, haber pertenecido al número de soldados que integró la defensa del Litoral es un orgullo, y también es una reivindicación permanente de que las Islas sean devueltas a Argentina.

Respecto al pedido de reconocimiento como veteranos, ¿en qué estado se encuentra actualmente?

Somos más de 8.000 soldados que estuvimos en el Litoral Marítimo, en el paralelo 42 al Sur, y que fuimos desplazados del Teatro de Operaciones. El número está explicitado en un proyecto de ley que está en el Congreso, en instancias de que se trate. Venimos poniéndolo varios años, llegamos a los 71 diputados, pero con las Elecciones Legislativas se desplazaron los diputados que teníamos a favor, entonces, es volver a juntarlos y a construir el consenso para que sea tratada la ley. Estamos en ese momento, más allá de los diálogos que tenemos con el Secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Guillermo Carmona, y con distintos diputados. Estamos en tratativas de que nos reciban, de explicarles que esta ley tiene que ser tratada básicamente por una cuestión de justicia, una justicia que hace 34 años estamos pidiendo.

Con el paso del tiempo hay recuerdos que permanecen y otros que se van borrando, voluntaria o inconscientemente. ¿Qué cuestiones recordás de tu experiencia en la guerra?

Hay algunos recuerdos que quedan muy establecidos, como el entrenamiento, el alistamiento, el estar preparado para resolver cualquier ataque, el transporte de municiones, los cortes de ruta permanentes, los desplazamientos estratégicos a la estepa patagónica para no ser vistos y tener una distancia de tiro. Eso te queda en la carne, en la piel, y hay otros recuerdos que también se quedan en el pensamiento y en la sensación, que tienen que ver con algo un poco oculto, ya que, cuando recibíamos órdenes de superiores en el Litoral Marítimo, veíamos que había un mar de fondo que tenía que ver con la incursión de ingleses en el continente. Sabíamos que había enfrentamientos cuerpo a cuerpo en el Litoral, que hubo derribamiento de un helicóptero, que hubo ingleses en la Patagonia, en ese momento lo teníamos como algo no comprobado y, poco a poco, cuando se fueron abriendo los libros de guerra de cada unidad y aeropuerto defendido en el conflicto, se vio.  Claro que pasado un tiempo del conflicto no podíamos decir nada, pero se iba comprobando y el material está incluido en el proyecto de ley, como diciendo 'Nosotros no solamente estuvimos mirando al cielo a ver si pasaba algo, pasó algo, concretamente con el ejército inglés en el continente'.

Si viajamos a los inicios, ¿cómo fue tu llegada al conflicto bélico?

Tenía 18 años y el 5 de abril cumplí 19, o sea, tres días después del comienzo del conflicto. Me había tocado el servicio militar en San Martín, y en un momento se corría el rumor de que íbamos al sur, y yo pensé '¡Vamos a Lanús!' (risas), ya que pensaba en el sur del Gran Buenos Aires, no el patagónico. Eran las unidades que se habían instalado en Comandante Piedrabuena, al oeste de la provincia de Santa Cruz, y todo lo que conllevaba eso, no era el mismo frío ni la misma sensación. El entrenamiento era muy intenso, yo también me capacité para manejar un cañón antiaéreo, y era para un objetivo especial, ya todos los militares sabían que iban a ser ocupadas las Islas Malvinas, y se desplegó todo eso en las bases del sur. Después, a partir del 2 de abril, fui derivado a proteger y custodiar el Aeropuerto de Río Gallegos.

Una cosa es lo que pudo pasar por tu cabeza en el momento previo a la guerra y otra, cuando comenzó y la viviste en carne propia. ¿Cómo fue esa transición?

Me enteré terminando la instrucción, o sea que entré en febrero y después hubo dos meses intensivos de trabajo y adiestramiento, pero no dejaba de ser adolescente, un poquito divertido, despreocupado, ingenuo, con respecto a 'Tengo que entrenar', 'Esto va a ser así', 'Es como jugar a los soldaditos, me entrenan y va a pasar'. Mismo mi padre me decía 'Te va a venir bien el servicio militar, te vas a hacer más hombre, vas a conocer amigos, lugares'. Yo me lo tomaba así, como una cosa despreocupada, pero en un momento, cuando te forman y estás vestido de combate, con un arma en la mano, y te dicen 'Entramos en guerra con el Reino Unido de Gran Bretaña', ni te lo imaginas, era algo surrealista, por un lado, muy angustiante por otro. En ese momento no podíamos comunicarnos por teléfono, a lo sumo enviar algunas cartas que llegaban 15 días o un mes después, así que también era muy angustiante para las familias. Para nosotros, los soldados, estar en objetivo enemigo esperando cualquier represalia de un comando era aterrador. Cuando te dicen entramos en guerra con Gran Bretaña ya no pensás igual, no vas al baño igual, no dormís igual, no respirás igual.

¿Cómo transitaste, y transitás, la posguerra?

La lucha por el reconocimiento me pone en contacto permanente con mis compañeros, con mi grupo de Artillería 11, que elegimos la solidaridad como vehículo de reclamo y, al mismo tiempo, para ayudar a los que más necesitan. Por otro lado, hay sensaciones corporales, como cuando hace frío, siento el de la Patagonia, que un poco se eterniza esperando en un camión, que era una heladera en mi pieza de artillería esperando lo peor, ese frío que cala los huesos me invade de vez en cuando. Yo tuve principio de congelamiento en una de las guardias, el frío no es gratuito y la sensación perdura, después de 40 años esa sensación viene como un sueño recurrente y a veces te hace despertar a las tres de la mañana. Asimismo, el trabajo intenso, cargando municiones con una delicadeza extrema, porque si algo fallaba no contábamos el cuento, y era trasladar galpones enteros en oscurecimiento total por algún avistamiento satelital. También hay cosas buenas, tengo como una disciplina militar en mi exigencia, que a veces tomo prestada para hacer determinada cosa. Y la camaradería es fundamental en la guerra, lo mejor que me pasó fueron mis compañeros, y perdura la sensación de confiar en alguien que va a dar la vida por vos.

Tiempo después, te desempeñaste como actor: ¿cuánto tuvo que ver la experiencia bélica con la decisión artística posterior?

Creo que el conflicto me dejó cierta sensibilidad profunda de empatizar con una situación extrema, de reconocer en mí una angustia permanente y profunda, de reconocer en los demás el miedo y la angustia, y eso me llevó a percibir cierto grado de atención en la sociedad y, al mismo tiempo, en mí mismo. Por otro lado, hay una exigencia y una resistencia a no claudicar en lo que uno está haciendo, en permanecer y decir 'Bueno, esto va a pasar, pero tengo que estar acá, no puedo desertar de una situación' y, a veces, el trabajo del actor te lleva a ser persistente, a no pensar que nadie te va a llamar, la resistencia me la dio esa experiencia. Yo ya venía entusiasmándome con algo artístico y con expresar ciertas sensibilidades, pero la guerra te lleva a tocar un fondo en eso, y lo que pensaba que quizás era solamente un hobbie o una inquietud se profundizó como una necesidad de expresar lo que me pasaba, una sensibilidad que adentro se me podía llegar a convertir en un tumor, en una angustia o en un trauma, entonces el arte me posibilitó sacar las cosas que venían de la guerra.

Comedias en escena

El actor protagoniza Díganlo Con Mímica, escrita y dirigida por Nelson Valente, que se presenta de miércoles a domingos en el Multiteatro Comafi. “Es una comedia divertida para todo público. Mi personaje es Sebastián, el dueño de la casa junto a Betty, interpretada por Andrea Politti. Hacemos un matrimonio que recibe amigos a cenar y, al mismo tiempo, a jugar ese juego tan conocido. Sebastián es mediador y tranquilo, hasta que pasa lo que pasa”, describió Carlos. Asimismo, en abril, dirigirá una obra en Microteatro Buenos Aires, titulada Mentiras Blancas.  

Entre plataformas

Carlos integra los repartos de dos series próximas a estrenarse: en HBO Max, forma parte de María Marta, el crimen del country, dirigida por Daniela Goggi y, en Amazon Prime Video, Iosi, el espía arrepentido, de Daniel Burman.

En proceso

Belloso se encuentra escribiendo y ensayando un unipersonal que vincula 1984 de George Orwell con el Realismo Capitalista de Mark Fisher. “Se aborda el capitalismo como máquina permanente de acumulación de riqueza, de opresión y de fábrica de pobres. Es una crítica muy directa a eso”, adelantó.