Semana Mundial de la Lactancia: un regalo para toda la vida

Mariela Tenisi, docente e investigadora de la Universidad Nacional de La Matanza, pondera las propiedades y principales características de la leche materna. Destaca las ventajas tanto para el lactante como para las personas que amamantan y analiza los cambios culturales respecto a esta práctica.

Existe una amplia evidencia científica que respalda los beneficios de la lactancia, no solo para la salud de los lactantes, sino, también, para la salud de la persona que amamanta, la sociedad, la economía y el ambiente.

¿Por qué es tan importante? La leche posee una amplia cantidad de nutrientes, células e inmuno-componentes adecuados y específicos para nuestra especie, lo cual la hacen irremplazable e inigualable frente a sus sustitutos (las llamadas “fórmulas”). Estas no son más que leche de vaca, a la cual se le han modificado sus componentes. Por ejemplo, se disminuye su contenido de proteínas y sodio y para agregarles grasas de otras especies o vegetales e hidratos de carbono.

Es importante tener en cuenta que, cuando hablamos de la leche humana, hablamos de un tejido vivo y complejo, de composición variable. La misma no solo posee componentes nutricionales sino, también, “funcionales”.

Etapas, composición y algo más

La leche humana, a los pocos días de nacido el bebé, se denomina calostro y tiene un color amarillento, que se debe a su contenido de β-caroteno. Este componente posee una gran cantidad de proteínas, vitaminas liposolubles y minerales.

Posteriormente, la leche pasa a ser de transición, entre los 7 a 10 días a dos semanas de posparto. La concentración de inmunoglobulinas y cantidad total de proteínas disminuye, mientras que la lactosa, la grasa y su contenido calórico aumenta.

Luego, pasamos a tener la leche madura, que también contiene todos los nutrientes, proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas y agua en las cantidades que el bebé necesita.

La leche humana también posee una amplia cantidad de vitaminas y minerales, que poseen  funciones biológicas muy importantes y diversas, formando parte de enzimas u hormonas, interviniendo en el desarrollo del sistema inmunológico, cognitivo y óseo, entre otras. También aporta enzimas, como las lipasas y las amilasas, que son componentes muy importantes que ayudan  al bebé a hacer la digestión de la propia leche.

Mucho más que alimento

Los componentes mencionados anteriormente no hacen más que impactar positivamente en la salud integral del lactante, y, por ende, en su desarrollo inmunitario. Aquí es importante tener en cuenta que esto dependerá de cómo fue la práctica de la lactancia. Si fue exclusiva o no, durante cuánto tiempo, etc.

Es decir, si bien existe una recomendación ideal, algo de lactancia siempre será mejor que nada, ya que existen beneficios “dosis-respuesta”. Es decir, tendrán menor riesgo de enfermar aquellos bebés con algo de lactancia, pero aún menos aquellos que, por ejemplo, practicaron la lactancia exclusiva. Algo importante para aclarar es que no es que los lactantes amamantados no se enfermen, pero sí se sabe que la severidad de su enfermedad será menor.

Entre los beneficios a la salud encontramos que los niños amamantados tienen menor riesgo de padecer otitis media, infecciones respiratorias e infecciones gastrointestinales y, por lo tanto, menores chances de tener internaciones por estas causas y menor mortalidad. A su vez, también disminuye el riesgo de muerte súbita del lactante y, en el caso de los prematuros, disminuye el riesgo de padecer una enfermedad muy grave llamada enterocolitis necrotizante.

También podemos ver beneficios a largo plazo en la salud, vinculados con la disminución del riesgo de padecer diabetes y obesidad en los niños amamantados. Para darse una idea de los alcances, el aumento de la práctica de la lactancia acorde a los niveles recomendados puede impedir aproximadamente 823 mil muertes infantiles y 20 mil muertes por cáncer de mama cada año.

Cuando hablamos de lactancia, más allá de hablar de sus beneficios, también podemos hablar de los riesgos de la no lactancia, ya que las fórmulas artificiales en polvo no son un producto estéril, aunque hayan sido fabricadas respetando las normas de higiene vigentes. Esto significa que, en ocasiones, pueden contener agentes patógenos capaces de provocar enfermedades graves. Por otro lado, la alimentación artificial requiere de mayor manipulación, utilizar agua potable y biberones para su preparación y administración. Esto implica la necesidad de adoptar cuidados especiales en la higiene de los utensilios, la de contar en todo momento con agua segura y de contar con medios para el almacenamiento de la leche preparada. Todas estas instancias son posibles fuente de contaminación.

Por otra parte (y no menos importante), las personas que amamantan presentan menor riesgo de sangrado posparto y más rápida recuperación del útero, menor riesgo de cáncer de mama y de ovario y menos chances de tener sobrepeso luego del parto.

A libre demanda

La recomendación de alimentación para los lactantes es lactancia exclusiva hasta los 6 meses de edad. Cuando se dice “exclusiva” significa que el bebé no necesita ningún alimento o líquido adicional, por ejemplo, como agua, jugos o té. Ni siquiera en épocas de mucho calor.

Es importante recalcar que los niños deben ser puestos al pecho cuantas veces lo deseen, cada vez que lo deseen, lo que se conoce como lactancia a libre demanda. Esto es muy importante, ya que permitirá al niño y su madre permitir una adecuada práctica de lactancia, con un niño que se alimenta acorde a sus necesidades fisiológicas.

A partir de esta edad, se recomienda que los niños con la alimentación complementaria, manteniendo la lactancia hasta los dos años o más. Esto significa que los niños irán introduciendo gradualmente los alimentos de la mesa familiar, manteniendo sus tomas al pecho.

Un cambio de perspectiva

Podríamos decir que en los últimos 40 años empezamos a revalorizar la lactancia, luego de que la publicidad agresiva de las empresas elaboradoras de fórmulas infantiles hizo creer a las madres que su leche “no era buena”. Un punto de inflexión fue a partir de 1981, con la creación del Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna. Este Código fue creado por la Asamblea Mundial de la Salud, en respuesta a la preocupación en torno al hecho que la comercialización inapropiada de los sucedáneos de la leche causaba gran cantidad de muertes infantiles.

Desde ese momento, y de a poco, nuestra sociedad está revalorizando gradualmente a la lactancia, gracias a que como ciudadanos contamos con más acceso a la información y la que cada vez más, su importancia es comprendida por los profesionales de salud. Lo cierto es que también, de a poco debemos ir comprendiendo la importancia de las redes y la corresponsabilidad. Esto significa que, como sociedad, debemos entender que cuando una persona amamanta “todos seamos parte” para ayudar a que eso suceda. Por ejemplo, colaborar en las tareas del hogar, en el cuidado de los hermanitos, en el lugar de trabajo dando un lugar para que las empleadas que están en etapa de lactancia puedan extraerse, dejar de estigmatizar si una persona amamanta en público, etc.

A su vez, sin dudas, también enfrentamos nuevos desafíos, ya que las mujeres tienen ahora más participación en el mercado laboral, por ende, a la carga de cuidados, se suma la laboral, que algunas veces puede ser una causa de abandono o disminución de la lactancia.

Sin dudas los desafíos son muchos, pero requiere de la participación de todos entendiendo a la lactancia como un hecho colectivo y no individual y, además, como un derecho del niño y de la persona que amamanta

*Mariela Tenisi es Licenciada en Nutrición por la Universidad de Buenos Aires y Magister en Nutrición Humana, por la Universidad Nacional de La Plata. Además, es docente de Bioética en Nutrición, en la carrera de Licenciatura en Nutrición de la UNLAM. Integra el área de Nutrición de la Dirección de Salud Perinatal y Niñez del Ministerio de Salud de la Nación.