“El gran desafío es entender realmente cómo fue la guerra de Malvinas, y no solo como experiencia individual”, instan

Rosana Guber, doctora en Antropología e investigadora Superior del CONICET, analiza los aspectos sociales y culturales de la experiencia bélica en el nivel táctico, es decir, en el frente de batalla. En esta línea, examina las significaciones que tuvo la guerra según las perspectivas de sus distintos participantes.

Cuando la Guerra de Malvinas daba comienzo, Rosana Guber tenía 25 años y se acababa de recibir como antropóloga en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Si bien en ese entonces empezaba una investigación en un asentamiento urbano de la Zona Sur de Buenos Aires, en Avellaneda, el recorrido académico y de investigación la fue acercando al tema Malvinas, hasta convertirse en una de las referentes más importantes en el tema dentro de las Ciencias Sociales.

“A veces, en el marco de una investigación, te encontrás con cosas que no esperás y esa, creo, es una de las problemáticas de la investigación sobre Malvinas: se parte de prejuicios que el investigador, tal vez, no quiere abandonar. Pero si hablamos de significados y de las visiones de las personas que hicieron la guerra, no veo otra forma de conocer que no sea la forma humana, que es la del diálogo y la observación”, afirma Guber, investigadora superior del CONICET.

En diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM, la doctora en Antropología analiza las concepciones y visiones en torno al conflicto bélico desde los lugares en que combatirían contra las fuerzas británicas.

¿Malvinas como conflicto bélico marca un antes y un después en torno a las concepciones sobre las Fuerzas Armadas y su aspecto político?

Malvinas fue un aspecto subanalizado por las ciencias políticas de entonces. Venían ocupándose de la transición del autoritarismo a la democracia, y Malvinas era “la gota que derramó el vaso”. Pero todos sabemos que la política y la sociedad no es un fenómeno físico. Entonces hay que tener en cuenta varios aspectos. Por un lado, diferenciar las cúpulas de las Fuerzas Armadas con respecto a sus bases. Se suele hablar del “general borracho” cuando, en todo caso, lo emborrachó el pueblo en la Plaza de Mayo. En esa Plaza había mucha gente; esa gente convergió en respaldar y celebrar la recuperación. Recordemos que, en ese momento, se trataba de un gobierno militar no solamente antipopular sino, también, sumamente impopular. Pero, de pronto, recuperaba la iniciativa con la recuperación de las islas. No estoy diciendo que tomaron las islas porque el 30 de marzo tuvieron una protesta; estoy diciendo que, como resultado de la recuperación, la iniciativa les fue muy favorable. Entonces, Malvinas fue apoyada por todo el arco político, las dos CGT, toda la sociedad… Era muy difícil retroceder en la ocupación simbólica para obligar a negociar a los británicos, cosa a la que se negaron sistemáticamente. Y no lo supieron hacer. En vez de eso, mandaron más y más tropas y el gobierno se envalentonó. No supo hacer política. Eso es lo que no analizaron las ciencias políticas; después del contrapunto en las Islas Georgias, Gran Bretaña escaló peligrosamente y sobrevino un conflicto bélico desde el 1° de mayo. La derrota argentina condujo a un cambio de administración y, luego, al llamado a elecciones. Es notable, porque el pueblo era el mismo, los políticos eran los mismos, los militares también, pero, después del 14 de junio nadie hablaba públicamente del asunto. Con este análisis me estoy refiriendo a que, en la previa, todo el mundo estaba de acuerdo con que las Malvinas son argentinas y apoyaba la causa y la recuperación tal como había sido planeada. No desde el 30 de marzo de 1982, sino desde 1981. Hoy sabemos que el 14 de junio fue el punto final del gobierno militar. Lo que seguimos sin saber es cómo fue sentida la guerra durante y después en los rangos medios y subalternos de las FFAA, en la población, y en los partidos políticos.

Guber es doctora en Antropología e investigadora principal del CONICET. Fuente imagen: Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.


En esa línea, ¿se pueden identificar etapas de significación en torno a Malvinas? ¿O la doble condición de “gesta heroica” y de “guerra absurda” estuvo desde siempre?

La visión de “guerra absurda” nace desde el 14 de junio, con discursos en torno a “no tendríamos que haber ido”, “cómo te vas a enfrentar con los ingleses” y otros similares. Las etapas de significación tienen que ver con las relaciones cívico-militares, con la gobernabilidad de las Fuerzas Armadas y cómo el poder político fue resolviendo sus problemas. Pero Malvinas siempre se usa con algún fin político porque siempre da rédito. Más después de la guerra en que hubo muertos. El gran desafío de la academia es entender cómo fue la guerra, no sólo como experiencia individual. Cómo fue para los militares que estaban en los Estados Mayores y las coordinaciones desde Buenos Aires, Comodoro Rivadavia, Bahía Blanca, Puerto Belgrano, y cómo fue para los militares que estaban en las unidades, o que iban al combate en el espacio aéreo. Siempre me acuerdo del alférez Guillermo Dellepiane. En aquel entonces, tenía 25 años, igual que yo. Fue uno de los primeros en enterarse de la recuperación del 1-2 de abril, porque había estado de guardia. Y el día antes de la rendición, el 13 de junio, la artillería anti-aérea británica de Mt. Kent le perforó los tanques de combustible. En apenas milésimas de segundos, tuvo que decidir si se eyectaba -con la posibilidad de caer en el mar y que no lo encontrara nadie- o si pedía en emergencia un avión Hércules, reabastecedor de combustible. La tarea de la antropología, en este sentido, es tratar de entender qué hace que una persona haya decidido actuar de una manera- en este caso, esperando al Hércules y siendo finalmente rescatado- y no de otra. Entender cómo la gente, en distintos lugares y en distintas condiciones, hizo la guerra a través de distintos medios.

Esta doble condición de “gesta” o “guerra absurda”, ¿un poco se repite también en la antinomia de “héroes” o “kamikazes”, que se aplica a los pilotos de la Fuerza Aérea?

La visión de “kamikazes” surge cuando desde algunos sectores se instala la idea de que Malvinas fue algo completamente negativo. ¿Pero cómo explicamos lo que hicieron los pilotos aeronáuticos? Arriesgarse al ataque de fragatas nuevas, con bombas como las usadas en la Segunda Guerra Mundial. Entonces se dice que “la Fuerza Aérea peleó, porque eran kamikazes”. Lo cierto es que ni los supuestos kamikaze lo eran. Se trataba de jóvenes de las mejores universidades japonesas, reclutados a la fuerza para tripular aviones y submarinos con la cabina sellada, y estrellarse contra las flotas estadounidense en la Segunda Guerra. Algunos de esos pilotos dejaron algunos diarios donde demuestran que no iban a inmolarse por el Emperador. Con los pilotos de la Fuerza Aérea pasó un poco lo mismo, se los convirtió en figuras exóticas, y no en profesionales de la guerra aérea. En mis investigaciones, busqué tratar de desarmar esa idea, tanto de pilotos suicidas como de seres sobrehumanos. Eran ni más ni menos que argentinos, con una formación técnica y táctica sumamente sólida. Con eso fueron a Malvinas.

Lee la nota completa en www.ctys.com.ar/