Se cumplieron 85 años del nacimiento de María Elena Walsh

La célebre cantautora supo adentrarse tempranamente en la literatura y la música argentina por su creatividad y compromiso militante. Hoy, a cuatro años de su muerte, su legado se mantiene vivo en la memoria de grandes y chicos.

Fue en la víspera de una década infame a punto de desatarse, de un largo periodo de autoritarismo político, en medio de grandes migraciones urbanas, incertidumbre y tejido de lazos económicos con potencias extranjeras, que nacía María Elena Walsh, el 1º de febrero de 1930, en el barrio matancero de Ramos Mejía.

En el seno de una familia de origen europeo, la joven se crió con los oídos endulzados por su padre, un ferroviario que en su tiempo libre cantaba melodías de su lejana Gran Bretaña y tocaba el piano, y por su madre, una mujer descendiente de andaluces que cultivó en su hija el amor por la naturaleza.

Esa mezcla de culturas, de opulenta arquitectura, flores y animales de corral, acompañó la infancia y adolescencia de la futura artista que, pese al clima de libertad que la envolvía en su caserón, padecía la severa educación conservadora que se dictaba en las escuelas.

Tal vez por esa dualidad, por esas experiencias fue que su despertar literario no tardó en llegar. A los 15 años, publicó su primer poema en la revista El hogar. Tiempo después, tuvo lugar en La Nación y, tras terminar sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en 1947, luego la muerte de su padre, publicó Otoño Imperdonable, con el que recibió el segundo premio Municipal de Poesía y alabanzas de diversos escritores hispanoaméricanos.

Este suceso profundizó su afición a la lectura y la empujó a estrechar relaciones con otros autores hasta que, en 1949 y con varios ensayos académicos en su haber, viajó a Estados Unidos, invitada por Juan Ramón Jiménez.

Corrían los años ‘50s y la vocación de Walsh por la escritura se consolidó en la composición de canciones. En ese marco, una serie de diálogos epistolares con Leda Valladares, artista tucumana precursora entre las mujeres de la época en egresarse de la Universidad de Tucumán, la invitan a exiliarse con ella en Francia, donde el dúo Leda y María se dejó llevar por la experimentación.

Así, las dos artistas trasladaron los ritmos, instrumentos y canciones de las latitudes sureñas a un París abierto a recibir esa mixtura de carnavalitos, bagualas y vidalas. Allí, Leda y María grabaron los álbumes folclóricos Chants d’ Argentine y Souls le ciel de Argentine.

De regreso en su patria, el dúo se consagró con una gira por el norte de la región y la aceptación de diversos cantores e intelectuales como Victoria Ocampo, Atahualpa Yupanqui y Cuchi Leguizamón. Con el devenir del éxito y el reconocimiento, las letras de Walsh comenzaron a mostrar su conciencia social y su militancia feminista sin dejar la raíz folclórica.

Entretanto, María Elena comenzó a escribir para ese público que tanto tardó en tener entidad como actor social: los niños. Con versos didácticos, rimas e historias ingeniosas, Walsh ocupó un lugar en el acervo literario de la Argentina que, al día de hoy, sigue formando parte de la vida de los argentinos en cualquiera de sus edades.

“Canciones para mirar”, “Doña Disparate y Bambuco”, “El reino del revés”y “Cuentopos de Gulubú”, entre otros volúmenes, marcaron su impronta innovadora en los años ‘60s, que, con el avance de la tecnología y su amplitud audiovisual, se fueron convirtiendo en filmes, programas de televisión y diversos formatos que llegaban a todos sus jóvenes seguidores.

Su denuncia permanente de las problemáticas sociales, la corrupción política hecha sistema con los seis golpes de Estado y su lucha por los derechos humanos hizo que, como tantos otros trabajadores de la cultura, se unieran las artes para manifestar la lucha. Como consecuencia de su accionar coherente con sus principios, Walsh fue nombrada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en 1985 y, cinco años más tarde, Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba y Personalidad Ilustre de la Provincia de Buenos Aires.

En 1999, el dibujante, escritor y cineasta Manuel García Ferré plasmó en la pantalla grande a su más entrañable personaje, Manuelita, una tortuga enamorada oriunda de Pehuajó que, como ella, se fue a París y cuya historia, a simple vista infantil, esconde una de las heridas más profundas de la sociedad argentina.

En enero de 2011, Maria Elena Walsh falleció tras una larga enfermedad. Hasta sus últimos respiros, la noble cigarra nos enseñó a resurgir una y otra vez sin que eso signifique abandonar los sueños e ideales, tan necesarios para hacer de esta democracia, un espacio para crear, expresarse y tener una mirada crítica del mundo que nos rodea.