Su dueño, otra vez

A partir de hoy, se escucharán muchas canciones de él en la radio, se escribirán regueros de tinta en todo Latinoamérica sobre su vida y su carrera y se llenarán las agendas con homenajes de todo tipo. Y todo se hará sinceramente y con un profundo amor y respeto. Sin embargo, no alcanzará para dimensionar el aporte que Gustavo Adrián Cerati hizo para la cultura musical argentina.

Por Cecilia Laclau

Detallista como pocos y poseedor de una enorme creatividad, transitó sus años de carrera sin dejar de generar música y poesía de altísimo nivel. A los 25 años, editó su primer disco con Soda Stereo, buscando despabilar las cabezas y contagiar de baile los cuerpos. Y por supuesto que lo logró.

En ese camino, que recorrió hasta 1997 cuando los Soda se separaron, Cerati comandó musical y creativamente a la banda y la condujo por caminos que siempre patearon puertas y abrieron nuevos rumbos.

Él (y Soda) optó por meterle ironía, descripción y búsqueda interior a la poesía y -al fin de cuentas, estudiante de publicidad- a jugar con su imagen como una marca que quedará indeleble en miles de adolescentes, hoy ya adultos.

En cuanto a la música, no se dejó convencer por los cánones del pop y cruzó fronteras, se trepó al folklore, al rock, a la música electrónica y se bancó todas las repercusiones, las buenas y las malas, siempre estoicamente. Se despojó de la pretensión de ser un guitar hero pero se transformó, tal vez sin pensarlo, en un referente de búsqueda y equilibrio entre ritmo, pausa, lucidez vocal, instrumento y máquinas.

Llenó estadios, generó bailes y éxitos increíbles y, no obstante, se animó a volantear cuando su creatividad se lo pidió. Así, después de sus explosivos primeros discos, llegó al mejor disco de Soda Stereo, Canción animal, y, otra vez, volanteó para prenderse al tren del rock más alternativo.

Fue generoso con quienes empezaban, avaló con su nombre y producción a bandas que venían peleando desde abajo y generó espacios nuevos para músicos jóvenes.

Después de trece años con Soda, volvió a bajarse del avión del confort y arrancó desde cero con una carrera solista que fue mucho más dificultosa de lo que merecía su calidad musical y su nuevo material discográfico.

Le costó reconquistar a su público (siempre sucede eso con quienes se bajan de los grandes proyectos), pero lo logró (siempre sucede eso con los grandes líderes). Después de dos excelentes discos solistas, Bocanada y Siempre es hoy, llegó Ahí vamos, con el que Cerati volvió al podio que merecía ocupar, y más tarde, Fuerza natural, la confirmación de un estado artístico superlativo.

Su carrera, que muchos pueden interpretar como plagada de búsqueda de éxito comercial, no fue tan así. Nunca hay garantías de éxito comercial. Basta para ello mirar a los costados de un Gustavo que nos hace falta desde hace poco más de cuatro años.
Cerati supo ganarse un lugar en los escenarios y mantenerse siempre a fuerza de creatividad y de nuevas apuestas, a veces arriesgadas. Parte de ese riesgo fue también el vértigo en el que eligió vivir.
Hoy, un comunicado médico viene a confirmarnos que el final milagroso, ese que todos esperábamos, no se dio. Se dio el final médicamente lógico. Y a los 55 años, Gustavo Cerati perdió la batalla. A pesar de eso, su música se va a encargar de desordenar nuestros átomos para que él venga cada vez que lo necesitemos. De ese modo, una vez más, Gustavo va a romper las reglas y va a ser su dueño, otra vez.